Capítulo 19

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Salió de la habitación después de que Elena quedó profundamente dormida

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Salió de la habitación después de que Elena quedó profundamente dormida. Se habían puesto a hablar —a planear su boda—, ella lucía tan emocionada, su sonrisa le hacía olvidar la pesadilla que vivió la noche pasada.

Suspiró ya mucho más calmado, su mente estaba liberada, lo único que le importaba en esos momentos era unir su vida a la mujer que amaba.

Su celular sonando lo sacó de sus pensamientos, contestó de mejor humor.

—Diga.

—Hola Jack —la voz Alejandro le hizo sonreír— Voy llegando a casa, ¿estás con Elena?

—Sí, duerme una siesta —caminó rumbo a las escaleras.

—Oh, ¿se encuentra bien?

—Sí, solo que... —dudó en decirle— No durmió mucho anoche.

—Bien —sonrió comprendiendo— Entonces dejaremos que descanse.

—No es lo que crees —intentó aclarar.

—Nunca lo es —soltó una carcajada— En fin, te veo en la sala.

Colgó algo avergonzado, bajó las escaleras aprisa, miró a su tío esperándolo. Hasta ahora notaba el gran parecido que tenía con él, su padre era el único de los tres hijos que era diferente, aun así no pudo evitar pensarlo, los rasgos eran muy similares, incluso parecía más su padre él que William.

— ¿Tienes hambre? Imagino que sí —sonrió apenando a su sobrino.

—Ya te dije que no fue eso —frunció el ceño.

—Sí, lo que digas —lo abrazó sin creerle.

Aunque se quitaría de dudas al ver las grabaciones, tenía ya casi dos semanas sin revisar las cintas.

—Quiero contarte algo —se sentaron en la sala— Es una idea que se me ocurrió, un regalo que me gustaría darles a ambos.

— ¿De verdad? —sonrió— No es necesario.

—Lo es —aclaró— Solo escucha.

—Está bien.

Alejandro miró a ambos lados como si no quisiera que nadie más escuchara.

—Thomas no ha llegado —dijo el chico, extrañamente comprendiendo la situación— Solo está Lisa y se encuentra en el jardín hablando con Harold, y Elena duerme en la habitación.

Alejandro lo miró algo avergonzado, pero nunca estaba de más ser precavido.

—Mi regalo de bodas es esto —sacó de su abrigo un juego de llaves y una carpeta de una inmobiliaria.

— ¿Una casa? —se sorprendió— No puedo creerlo.

—Quiero que vivan su vida juntos, solo ustedes, llevas toda tu existencia en estas paredes —sonrió, aunque sentía un nudo en el estómago— La casa está en la isla de Mykonos, en Grecia.

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