Capítulo 13

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	El coche entró a la mansión de los Bailey a las 7:45 de la noche, el sol llevaba oculto desde hace unos minutos, la noche era fría y húmeda, parecía que en cualquier momento llovería

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El coche entró a la mansión de los Bailey a las 7:45 de la noche, el sol llevaba oculto desde hace unos minutos, la noche era fría y húmeda, parecía que en cualquier momento llovería.

Alejandro se acomodó en el asiento listo para salir, ver su hogar le tranquilizó, su hermano sonreía impaciente. Al salir del coche, trató de no hacer muecas, el traje que usaba era cómodo —cuando no llevaba un vendaje en su costado—, le traía problemas al moverse.

Thomas pasó a su lado y abrió la puerta principal, cruzó tras él y se obligó a poner una sonrisa en su rostro. La casa lucía tranquila, la mesa puesta se dejaba ver al fondo, música clásica sonando por la sala.

— ¡Volvimos! —anunció Thomas subiendo el tono de su voz.

Los chicos y Lisa salieron de la cocina a recibirlos, Alejandro les sonrió a todos, estaba contento de volver a su hogar.

—Bienvenidos —Elena se acercó a sus padrinos.

— ¿Tienen hambre? —Jack siguió a la chica guiado por sus celos.

Thomas abrazó —efusivamente— a Elena, ella correspondió sin parecerle extraño, miró a Alejandro y su sonrisa creció.

—Hola —dijo sonrojada.

—Hola, cariño —sonrió al verla, extrañaba ese rostro hermoso e inocente.

Elena dio un paso más y abrazó a su padrino. Él reprimió una mueca de dolor, se tensó al contacto pero la abrazo también.

—Querida, ten cuidado —interrumpió Thomas separándolos.

— ¿Qué sucede? —ella lo miro confundida.

—Les contaremos algo —dijo Alejandro entre dientes, obviamente molesto por la acción de su hermano—. Vayamos al comedor.

— ¿Está todo bien? —Acarició la mejilla de Alejandro— ¿Te duele algo?

—No te preocupes —sonrió.

Jack no lo soportó, tomo a la chica por los hombros y se la llevó al comedor. Thomas sonrió disfrutando del obvio avance de los niños. Alejandro suspiró agradecido, parecía que todo iba muy bien.

Lisa desapareció a la cocina, Jack sentó a Elena a su lado, pero para su desgracia Alejandro ocupó el otro lado, Thomas a su costado libre.

—Bien, les contaré —dijo mirando a Elena que lo observaba preocupada, palpó la mano de la chica para calmarla, ella sonrió— Camino a Canadá comencé a sentir dolores en el abdomen, muy fuertes —mintió.

—Te dije que no probaras las almejas —incluyó Thomas siguiendo el engaño.

—Lo sé —frunció el ceño— Y cuando llegué fui al hospital, resultó que tenía apendicitis.

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