Capítulo 9

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A las 9 de la noche, Thomas entró al cuarto del hospital, Alejandro lo miró en silencio, éste traía una charola de comida

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A las 9 de la noche, Thomas entró al cuarto del hospital, Alejandro lo miró en silencio, éste traía una charola de comida.

—Sé que no puedes comer nada sólido —sonrió— Pero yo sí —dijo vilmente— Ya hablé con Jack, no nos esperarán por varios días.

Alejandro asintió.

—Sabes, no sé por qué me resulta tan irónico que te pasara esto —comió el primer bocado de su costoso platillo italiano— Tú eres más cuidadoso que yo, siempre vas un paso adelante en las operaciones, ¿qué pasó ésta vez?

Él frunció el ceño, ¿qué esperaba que le dijera?

—Creo que deberías regresar a la pintura —bufó divertido.

Alejandro se tensó al escucharlo. Eso le afectó en más de un sentido. Thomas siguió comiendo al no recibir respuesta, abrió la botella de vino y la empinó a su boca.

—No hemos tenido otro problema —dijo mirando la hora— Mañana temprano vendrá a verte Lovera, te operará.

Alejandro respiró profundamente, bien, de esa forma se curaría más rápido.

—Es cirujano plástico, así que te dejará una marca pequeña —aseguró— Regresaremos en tres días, así que mejórate, por tu bien.

Siempre tan alentador... —se dijo apretando los labios.

Tres días, podía hacerlo, lo necesitaba. Pero más que nada, necesitaba hablar con Karen.

— ¿Hablaste al trabajo? —logró decir, su voz pastosa.

—Sí, lo hice hace unas horas, le dije a tu secretaria que regresarías en unos días —anunció sin darle importancia.

Alejandro retuvo el aire, ¿le había dicho a Karen que se tardaría? Ocultó su alivio, podía tranquilizarse, Karen entendería que no podría comunicarse con ella durante ese tiempo. Se relajó y cerró los ojos, Thomas dejó de comer y se puso de pie.

—Bien, ya te dije lo que tenías que saber —levantó la botella— Me retiro, iré a celebrar por ahí el que no me hayan disparado —sonrió con malicia— Dos de mis hombres cuidan tu entrada —se dio la vuelta y cerró la puerta tras de sí.

En la oscuridad de la habitación, Alejandro agradeció el seguir viviendo, Lovera tenía un hospital excelente, se lo pagaría después, le debía una. Cerró los ojos e intentó dormir, el pitido del marcapaso lo tranquilizó y todo se volvió oscuridad.

Thomas caminó por los pasillos del hospital, se tambaleaba ligeramente, había bebido casi toda la botella de vino, ahora solo quería una mujer en la cual descargarse. Hizo una señal a uno de sus guardaespaldas y le ordenó llevarlo al mejor bar de strippers de la ciudad. Este obedeció, lo condujo en el auto al club nocturno más costoso y exclusivo que encontró.

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