Capítulo 10

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Jack acompañó a Elena a su habitación, ella había dejado de temblar, a pesar de haberlo negado con tanta esmero —terquedad—, él sabía que la chica le tenía una poderosa fobia a las armas de fuego

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Jack acompañó a Elena a su habitación, ella había dejado de temblar, a pesar de haberlo negado con tanta esmero —terquedad—, él sabía que la chica le tenía una poderosa fobia a las armas de fuego. Ella agradeció aun avergonzada, dio un beso en la mejilla a su cuidador y entró a su cuarto.

Jack sonrió al recibir esa inocente caricia, dio la vuelta y regresó a la sala, tenía muchas cosas en qué pensar. Encendió el televisor, se sirvió una taza de chocolate caliente, y se sentó en el sofá triple.

Dio un sorbo y cerró los ojos, Elena lo confundía cada vez más. Por un lado estaba la imponente, orgullosa y contestona chica que había tenido el placer de combatir, y del otro lado, se encontraba la dulce, inocente y obviamente perturbada chica que sufría por los animales, lloraba al ver una pintura emotiva y le temía a las armas.

Todo eso era ella, la ahijada de sus tíos. Se puso de pie y sacó de su bolsillo su celular, buscó en la red información sobre el accidente. Las fotografías eran algo gráficas, salían los cuerpos de los difuntos señores Reaser, y una nota al pie del artículo:

La hija de los Reaser continúa con vida, ya que ella no viajaba en el avión, reside en Manhattan.

—Tan lejos... —susurró.

No pudo evitar pensar que si los padres de la chica no hubieran muerto él no la habría conocido. Se sintió como un imbécil al pensar eso, él más que nadie comprendía ese dolor.

Pero Elena era tan diferente, tan única a cualquier mujer que en sus 28 años hubiera conocido. Lo volvía loco de deseo, lo hacía querer protegerla de cualquier mal, lo hacía querer matar al hombre que se osara a tocarla.

Tragó con fuerza al aceptar todas esas situaciones, Elena le gustaba, pero lo que acababa de confesarse a sí mismo iba más lejos. Alejando esos pensamientos decidió ir a la cocina, Elena probablemente estaría descansando de su terrible susto, y aunque quería verla no se atrevía a molestarla.

Para medio día, él tuvo que salir a la oficina, Karen le había llamado para pedirle a que asistiera a una junta importante en nombre de Alejandro. Se habría negado, pero no lo hizo, Karen lo mataría en primer lugar.

Así que informó a Lisa sobre eso y subió a su habitación a cambiarse. Al estar ya en traje y corbata, salió de la habitación, miró de reojo la puerta de Elena. ¿Debía decir que saldría por el resto del día? ¿Pedirle que lo acompañara tal vez?

Dudó, pero llamó a la puerta. Elena le abrió a los segundos.

— ¿Cómo te sientes? —preguntó sonriendo.

—Mejor, ya pasó el susto —bromeó observándolo admirada— Qué elegante.

—Gracias... —susurró avergonzado— Venía a decirte que debo ir a la oficina por todo el día, la secretaria de Alejandro me llamó, y no lo haría a menos que fuera una emergencia.

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