Capítulo 3

173 19 0
                                    


	—Creo que debimos cambiar su nombre también —hizo una mueca— ¿Crees que a Jack le guste la chica? —preguntó Alejandro a su hermano

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—Creo que debimos cambiar su nombre también —hizo una mueca— ¿Crees que a Jack le guste la chica? —preguntó Alejandro a su hermano.

Iban en el auto rumbo a la oficina. Thomas lo miró irritado.

— ¿Por qué te importa eso? —inquirió— Esa niña está a kilómetros de su casa.

—Lo sé, es solo que me parece extraño, nunca habíamos dejado el nombre original —frunció el ceño.

—Mira, si esa niña no cumple su objetivo, la cambiamos y ya.

— ¿A qué te refieres? —lo miró recordando la escena de hace unos minutos. — Fue un buen comienzo, Jack no dejaba de mirarla—afirmó con una sonrisa.

Estaba preocupado, sabía que su hermano no toleraba los errores, si la chica no era la indicada la mataría. Ya lo había visto hacer eso con anterioridad.

—El chico es un idiota —aclaró el mayor— Solo será cuestión de tiempo para que caiga, sus necesidades de hombre le ganarán —finalizó cuando el auto se detuvo.

Alejandro suspiró un poco más tranquilo. Le preocupaba esa sombra de duda que había creado al preguntarle lo anterior. Salió del auto después de Thomas y entró al edificio. Sabía que Elena era la esposa perfecta para su terco y orgulloso sobrino; también sabía que si las cosas no se daban con rapidez habría problemas.

Ellos necesitaban toda la ayuda posible para acelerar el proceso. Cuando su padre, Joseph Bailey, murió —unos veinte años atrás—, se enteraron que el heredero principal había sido el padre de Jack, William Bailey. Ya estaba casado en ese entonces y Jack tenía 8 años. En ese momento no importaba, pero cuando tanto Will como Claudia, la madre de Jack, murieron en ese accidente, el único heredero ahora era Jack.

Y siguiendo la tradición de su abuelo, debía casarse para que el dinero, locaciones, e incluso unas islas, autos y acciones, pasaran oficialmente a nombre de su sobrino. Se trataba de alguna necesidad económica, tenían unas deudas significativas y por unos negocios fallidos no contaban con la cifra indicada para saldarla.

Ese era el principal motivo. Aunque bien podría ser por la infancia regida por el cruel padre que tuvieron, por todos esos años en que fueron tratados como extraños, para Joseph no importaba lo buenos que sus gemelos fueran, él solo tenía ojos para su amado William, y siempre se encargó de dejárselos muy en claro.

A pesar de todo el dolor, nunca odio a Will, este era el mejor hermano que podía pedir —no como Thomas—, siempre pudo contar con él para todo. Aunque Thomas no pensaba lo mismo. Sacudió su cabeza alejando esos malos recuerdos.

A pesar de todo eso quería que las cosas resultaran bien, no permitiría que otra vida se perdiera por la maldad de su hermano. Saludó a sus empleados que le sonreían como siempre.

TráficoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora