Capítulo 32

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	No notó el momento en que salieron de la piscina, pero Jack la cargó en brazos y al estar fuera del agua comenzó a caminar a la casa, pasaron por la cocina, la sala y llegaron a las escaleras, ahí se detuvo

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No notó el momento en que salieron de la piscina, pero Jack la cargó en brazos y al estar fuera del agua comenzó a caminar a la casa, pasaron por la cocina, la sala y llegaron a las escaleras, ahí se detuvo.

—Lo siento —dijo al dejar de besarla— No creí que esto se saldría de control.

Elena respiraba con dificultad, su cuerpo temblaba y no era por el frío. Miró a Jack que abiertamente le había dado la opción de dar marcha atrás.

No quería que eso ocurriera, pero al igual que el chico, sabía que era muy pronto, que ambos quisieran recuperar su antigua relación era suficiente por el momento. Acarició la mejilla de Jack con su mano y besó sus labios con ternura.

—Yo no me opuse —susurró— Mi cuerpo te recuerda de una forma que no puedo explicar, pero me agrada.

Jack suspiró y la puso en el suelo, Elena se puso de pie y rodeó el cuello del chico con sus brazos.

—Ahora lo entiendo —sonrió— Pero también sé que aún no es tiempo, no después de todo lo que hemos pasado.

—Lo sé —cerró los ojos y apretó los labios.

Jack la abrazó con fuerza antes de soltarla.

—Ve a darte un baño, yo secaré el piso —miró el camino de gotas que habían dejado y suspiró.

Elena asintió, le dio un último beso antes de correr escaleras arriba. Jack sonrió ante la bella vista que le brindaba, y al mismo tiempo maldijo su suerte, debía recuperar su control antes de limpiar el agua derramada.

Salió de nuevo a la piscina y dejó que el aire frío que soplaba calmara sus ansias. Tras unos minutos tiritando pudo regresar, se puso su bata café y fue por un trapeador.

Le tomó cinco minutos secar todo, devolvió el artefacto a la bodega y subió las escaleras, si no tomaba un baño caliente probablemente enfermaría. Encontró a Elena sentada en la cama secándose el cabello con una toalla, para su suerte ya estaba vestida.

—El piso quedó secó —anunció.

Ella lo miró fijamente y asintió.

—Estás pálido —se puso de pie y cubrió su cabeza con la toalla— Debes darte un baño caliente.

—Eso iba a hacer —dejó que acariciara su cabeza, era agradable.

La tensión sexual no había desaparecido, pero estaba a un nivel prudente. Elena retiró la toalla y después acomodo el cabello rubio de Jack con su mano.

—Me gusta tu cabello —confesó— Completamente rubio y sedoso.

Él la abrazó, su sonrisa era inofensiva.

—A mí me fascinan tus ojos, del color de la madera, hermosos —susurró— Y cuando me observas me haces sentir el hombre más feliz de la tierra.

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