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Mi sangre se congela y mi corazón late a mil por hora.

Owen me baja con mucho cuidado.

-Lo siento señor, solo estábamos jugando -dice apenado

-¿Qué no escuchabas que la bajaras? -le dice mi padre furioso, poco faltaba para que le saliera humo de la cabeza de lo enojado que estaba 

-Solo era un juego -le dice Owen

-Si papá, estábamos jugando -le digo

Sabia que traería consecuencias esas simples palabras, pero no podía poner en riesgo a Owen o a Keira, prefería que dirigiera toda su ira hacía mí y a ellos, quería que los dejara en paz.

-Súbete al auto -me dice serio

-Los veo mañana chicos -les digo para que piensen que todo esta bien

Asienten con la cabeza, pero veo el arrepentimiento en sus miradas.

-Lo siento Savanna -me dice Owen

-Solo fue un juego, tranquilo

Me subo al auto y mi papá arranca a toda velocidad.

Al llegar a la casa me toma del brazo demasiado fuerte y me avienta contra el sillón bruscamente.

-Te lo advertí -se saca el cinturón y comienza a golpearme

Esto iba a tardar más que otras veces, su enojo iba más allá de la furia, sobre todo porque me vio con un hombre, exactamente sobre el hombro de un chico.

Las heridas que ya tenía me retumbaban de dolor, las abría todavía más. Dolía como el maldito infierno, la sangre ya comenzaba a brotar y a manchar mi ropa, pero él no estaba dispuesto a detenerse.

Se me hacía eterno, los golpes cada vez eran más intensos. Mi padre tenía la frente llena de sudor, incluso escuchaba silbar al cinturón por la fuerza que llevaba.

Cuando por fin se cansó, tiró el cinturón ensangrentado al piso y salió de la casa hecho una furia.

No sentía mi cuerpo, prácticamente solo era dolor, dolor y más dolor.

Me fui arrastras hasta el baño, abrí la ducha y me senté sobre el frío piso. El agua me lastimaba más, pero tenía que limpiarme y era la manera más rápida de hacerlo. Cuando terminé las curé como pude, me cambié con ropa limpia y me acosté en la cama hecha una bolita. Me sentía sumamente cansada y debilitada. Cerré mis ojos y me quede completamente dormida.


Comencé a sentir que alguien acariciaba mi pierna, abrí lentamente los ojos y vi a mi padre.

-Sabes que no me gusta pegarte, pero no entiendes como portarte bien y eso trae consecuencias

Solo lo miraba, era tan maldito y desgraciado.

-Tu eres mía en todos los sentidos, así que pórtate bien o mataré a esos dos vecinos

-No les hagas nada -salió de mi boca apenas audible

-Eso depende de ti -se acerca y deposita un beso en mi frente -Por cierto tu último amigo, al que dejé en coma hace unos meses, acaba de fallecer hoy

Un dolor agudo se hizo en mi pecho, quizá más fuerte que los golpes físicos, había muerto por mi culpa, las lágrimas no tardaron en salir un tras otra de forma silenciosa.

-Haré la cena hoy, tu descansa y reflexiona sobre tus errores, no queremos agregar a otros dos muertos a la lista, creo que con uno es suficiente para que aprendas que eres mía y solo mía, por lo tanto tienes que obedecer y portarte bien mi pequeña niña

Déjame SanarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora