Capítulo 24

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Hola todos!

Una disculpa por la siempre eterna demora, he vuelto al trabajo y estas tres semanas han sido una absoluta locura. Apenas y tengo tiempo para tomarme 10 minutos de comida y termino tan cansada que lo que menos quiero es seguir viendo el ordenador. Y nada, nuevo capítulo, espero que lo disfruten.

Mantenganse seguros, un abrazo.

Polly*


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A su alrededor todo era silencio, como un eterno limbo blanco y cálido donde nada era sólido, nada era fijo, nada existía y al mismo tiempo todo estaba ahí. Destellos de cosas aparecían de vez en cuando y sentía su cuerpo avanzando aunque en realidad no estuviera moviéndose, después de todo, estaba en medio de la nada. Poco a poco el vacío comenzó a obscurecerse, sutil al principio, hasta que todo se tornó obscuro excepto por un punto lejano frente a ella, caminó sin saber en realidad si lograría llegar hasta allá, sintiéndolo tan lejano como su cuerpo.

En un parpadeo, la obscuridad desapareció y de nuevo estuvo atrapada en un remolino.

Sintió un peso irracional sobre su pecho, ahogándola.

Sintió un escalofrío recorriéndole la espalda.

Sintió su cuerpo sobresaltándose en algún lugar lejano.

Sintió una pequeña punzada en las palmas de las manos.

Y entonces ella estaba ahí. Simplemente ahí. Un reflejo frente a ella.

—¿Quién eres? —preguntó, el eco fue su única respuesta.

—¿Qué es lo que quieres de mi? —volvió a preguntar. El reflejo inclinó la cabeza, sin decirle nada, pero podía ver la exasperación y las mil dudas en su rostro.

—¿Eres Elizabeth?

Y todo volvió a girar, entonces se encontró en su habitación, sabía que lo era, solo que esta versión tenía las paredes color rosa pastel y peluches y cosas con diamantina repartidas por todas partes. No tenía idea de qué día era, no hasta que vio a su hermana empujar la puerta, con el estuche del violín colgado a la espalda y más pálida de lo normal.

—¿Ya estás lista? —le preguntó, con la voz temblorosa.

—Respira, estás a dos segundos de desmayarte —se escuchó decir, sin control alguno de sus palabras—, no es para tanto.

—Es mi primer recital como solista... —le recordó.

—Como sea...

Tomó su bolso y se dio una ultima mirada al espejo, acomodó las invisibles imperfecciones en su cabello y se ajustó la falda a la cadera, podía ver sus huesos sobresaliendo por debajo de la piel pero ella se veía tan satisfecha que era imposible entenderlo, podía ver las piernas tan delgadas que parecía que no lograrían mantenerse enteras sobre esas sandalias altas y entonces salió. Su padre la abrazó con fuerza y le dijo lo bonita que se veía aquella tarde pero en ese momento fue claro que detrás de la sonrisa de su padre había una verdadera preocupación por su hija, pudo ver a sus padres intercambiando una mirada pero no fue realmente consciente de ello. Entraba y salía de la consciencia de su recuerdo de una forma absolutamente desconcertante.

Entraron al Teatro Central junto con el montón de gente que venía a ver la presentación y el 80% no tenían ninguna relación con la escuela de música o los padres de familia de esa comunidad. Era, por supuesto, un gran evento para su hermana, era la primera vez que la seleccionaban para un evento de este tipo y tenía todo el potencial para llegar tan lejos como obtener un lugar en una prestigiosa orquesta. Lo sabía. Lo sabía y no diría nada al respecto, después de todo, no tenía ánimos de estar ahí, tenía una cita importante y no podía llegar tarde por algo tan absurdo como este recital.

La Heredera (1) El Misterio del CastilloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora