Mi estómago hormiguea por la emoción tan grande que recorre entera sintiéndose como otra hermosa piel sobre la mía, y tengo una gran sonrisa en el rostro ahora. La felicidad me llena completamente.
— Aquí estoy, volví con él, mi viejito lindo. Mi gruñón —murmuro en voz baja.
Se siente bien volver a casa después de tantos años.
Finalmente estoy frente a la hacienda de mi abuelo.
Oscar Debans, es un hombre muy reconocido en este pequeño pueblo de pocos habitantes. Todo mundo lo conoce por tener una de las haciendas más productiva de la región, dedicada al cultivo del cacao, con el cual se hace el chocolate más delicioso y se exporta a nivel nacional e internacional, paseando por los mercados de Estados Unidos, Asia y Japón.
Suspiro fuerte, absorbiendo el aire fresco de la tarde en mis pulmones.
— ¿Cara?—esa es María, una de las trabajadoras más viejas de la hacienda. Lleva tanto tiempo con el abuelo que hasta me vio nacer. Ya tiene mucho más de sesenta años, llegaron las arrugas y el cabello blanco y ella sigue aquí aguantando el genio de mi abuelo que es bastante particular—.¡Dios bendito!, has vuelto, estas aquí de nuevo —ella dice alegre.
Mi nana.
—María. —Quito el cinturón de mi cintura, me bajo del coche y corro a su encuentro, enfrente de la hacienda, para abrazarla con cariño. Ella cubre entre sus brazos balanceando mi cuerpo con el suyo, incluso me premia con besos en el rostro que me hacen reír mucho—. Qué felicidad volver a verte, nana. No sabes cuánto extrañé esos abrazos dulces y esos besos tuyos.
—Siento una alegría tan grande de verte otras, han sido ocho años que se sintieron demasiado largos, Cara. —Le doy una débil sonrisa, sus manos blancas y arrugadas entre las mías y ella sonriendo, mirándome con esa adoración con la que me ha mirado desde que la conozco—. Estas tan cambiada que casi ni te reconozco. Ya no pareces la...
Ella detiene al pensar que quizás diría algo que me hiciera sentir mal.
—He cambiado mucho mi apariencia, pero al menos en el fondo sigo siendo la misma. —Rodeo los hombros de la delgada mujer, dejando un beso en su cabeza canosa—. Por ejemplo, aún me siguen gustando esos chocolates tan deliciosos que tú preparabas y que llevo años sin probar.
María sonríe mostrándome sus pocas arrugas en el contorno de sus ojos.
—Me encantaría volvértelos a preparar, niña. —Recibo su beso en la sien.
—Y yo estaré encantada de probarlos de nuevo.
Ella siempre fue muy tierna conmigo, sobre todo porque al no tener madre me faltaba ese cariño en especial y se lo agradecía.
—Bien. Ahora vamos con tu abuelo que se pondrá feliz al verte —me dice, tocándome el rostro en una caricia—. Está en su habitación, recostado.
—Mis cosas aún siguen en el coche. —Señalo con el dedo mi convertible rojo.
—Por tus cosas no te preocupes. Ahora le digo a uno de los otros empleados que la saquen y la lleven a tu habitación. Vamos.
Asiento y entramos al lugar.
Inmediatamente y al estar en esa sala, mirar la escalera en forma de caracol en rojo y blanco, las fotografías familiares en la pared, entre ellas muchas mías, del abuelo y de mis padres, me invade la nostalgia de todos los años que estuve alejada de mi verdadero hogar, porque yo soy parte del pueblo de Palmer. Aquí se enamoraron mis padres. Aquí se casaron y también nací yo. Es mi hogar.
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Por una promesa © DISPONIBLE FÍSICO Y DIGITAL, AMAZON
RomanceCompleta/ Por tiempo limitado LIBRO 1 DE LA SERIE «AMORES INEVITABLES» Por una promesa es una historia de amor, pero también es de odios y rencores del pasado, una historia donde el odio juega un papel fundamental, y solo una fuerza mayor y superior...