3. ¿Perdonar?

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Ingreso en la habitación del abuelo sintiéndome realmente enfadada... desilusionada.

Él, el hombre que más amo en este mundo, siendo amigo de una persona que detesto con todas las fuerzas de mi alma porque lo único que tengo en mi cabeza de Adam Summer es él lastimándome, burlándose, riéndose de mí mientras yo solo sufría al tiempo que le pedía parar, sin embargo... no lo hizo. No puedo tener otro sentimiento por él que no sea el odio.

No entiendo absolutamente nada y espero con todas mis fuerzas el abuelo pueda darme una explicación a esto.

Al entrar y cerrar la puerta a mi espalda, sin hacer demasiado ruido, me encontré al abuelo recostado sobre su cama. Sus ojos están cerrados como si durmiera. Camino a pasos suaves hasta su cama y me acomodo en la esquina, hundiéndose un poco el blando colchón con mi peso. Mirarlo me recuerda esos tiempos en los cuáles era muy chiquita y ya no tenía a mis padres para protegerme de mis miedos. Me asustaba con las tormentas eléctricas en las noches y entonces me colaba en su habitación, y sin admitir que tenía miedo, pues he odiado siempre mostrar debilidad o miedo por algo. Me metía en su cama para que me protegiera, y le salía con que solo se trataba de que su colchón me resultaba más suavecito que el mío para dormir, pero nunca me echaba, solo me abrazaba y llenaba de mimos, seguro de que estaba mintiendo.

Extraño tanto esos tiempos en los cuales él era fuerte, los tiempos en los cuales él podía caminar sin cansarse y trabajar en sus tierras todo el día. Esos tiempos en los que éramos él y yo solos contra el mundo, felices y sin la muerte tocando la puerta.

Una lágrima se desliza por mi mejilla y limpio enseguida, con el dolor en el pecho de que esos tiempos no volverán.

Corro mi mano hacia su cabello blanco y canoso, acariciándole sus suaves motas con delicadeza. Veo su semblante tranquilo mientras mantiene sus ojos cerrados y los brazos cruzados contra su pecho delgado. Humedecí mis labios e inquiero:

—Abuelo, ¿estás despierto? —pregunto con suavidad. Tiene los ojos cerrados, pero sé que en ocasiones los cierra para descansar.

Se remueve en el colchón dándome a entender que sí.

—Sí, nietecita mía —emite en un tono de voz débil, se está poniendo peor y eso me asusta más.

Cierro los ojos con fuerza, tengo tanto miedo de perderlo, pero aunque intente engañarme a mí misma sé que arrancárselo a la muerte cuando está tan cerca es imposible.

— ¿Qué sucede, Cara? —desea saber, pero sus ojos continuaron cerrados.

—Te quiero hacer una pregunta, abuelo.  —Suspiro duro y fuerte, calmándome para no hablar tan fuerte a mi abuelo enfermo—. ¿Es verdad que últimamente te has vuelto muy amigo de... Adam Summer?

Sus ojos azul verdoso y cansados se abren, clavándose en mí. No me gusta ni un poco la sonrisa que adorna sus labios. ¡Diablos! Sé que lo que me dirá a continuación no es la respuesta que yo quisiera escuchar.

—No sé quién te lo dijo, supongo que habrá sido Kea o tal vez, María pero la respuesta a tu pregunta es sí, Cara. Es un buen muchacho.

Suspiro, presa de la rabia y el coraje... del odio, al mismo tiempo, evitándome con todas mis fuerzas soltar una maldición para no irrespetar a mi anciano abuelo.

¿Buen muchacho ese monstruo?

—Abuelo, ¿cómo puedes ser su amigo? y peor, ¿cómo puedes decir que es un buen muchacho después de lo que me hizo? —gesticulo, conteniendo realmente mi rabia mientras me hundo las uñas en las palmas de mis manos—. ¿Acaso se te olvidó que por su culpa me fui de este pueblo, alejándome de ti la persona que yo más amo en el mundo y rota, tan desecha que apenas podía ser reconstruida? Explícame qué significa tú siendo amigo de ese enfermo.

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