21. El karma es una perra.

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Adam

—¡Adam! —Me recibe con alegría mi pequeña hermana nada más verme entrar en el rancho de mis padres.

Había dejado a mi esposa en su hacienda y he vuelto al rancho en cual nací porque necesito unos documentos con urgencia. Soy el administrador y quien se encarga de todo referente a las cuentas y del rancho en sí. Mi padre tiene plena confianza en mí para ese cargo, me ha cedido por completo todo lo referente a la hacienda, ahora soy un hombre responsable. El chico borracho, peleonero, fiestero y mujeriego que solía ser quedó en el pasado. Soy otra versión mejorada de aquel Adam.

—Qué bueno que volviste, Adam.

Luana brinca en mis brazos y la tomo entre ellos. La pequeña lagartija —como le llamo —abrazo mi cintura con sus piernas y sus brazos rodearon mi cuello. Esa chiquilla es una de las personitas que más amo en el mundo. Me mira sonriente con sus ojos celestes puestos en mí.

—Según recuerdo me viste en la mañana, lagartija. ¿Por qué tanta emoción al verme? —Sonríe ampliamente mostrando dos inmensos hoyuelos en las mejillas.

—Bueno, sí. —Le da por jugar con el cuello de mi camisa—, es que olvidé preguntarte si invitaste a Cara a mi fiesta de cumpleaños como te pedí.

Bufo.

Luana está muy interesada en que mi esposa asista a su fiesta de cumpleaños, pero conociendo a Cara y con eso de que no le gusta involucrarse con nada que tenga que ver conmigo, veo difícil que asista.

—Sí, la invité hoy en la mañana como me pediste —le contesto a mi hermana.

—Te dijo que vendría, ¿cierto? —pregunta, más emocionada que la mañana de navidad al recibir sus regalos.

Dejo un beso sobre su frente. Lleva su cabello en dos trenzas sueltas con dos cintas azules atadas en las puntas para que no se desaten. Adora llevarlo de ese modo.

—La invité tal y como tú me lo pediste, pero Cara me dijo que lo pensaría. Igual no te hagas muchas ilusiones con su presencia, ni que fuera tan importante que ella venga. —Le doy una pequeña sonrisa, Luana frunce mucho el ceño.

—Yo quiero que venga, Adam —emite—  Me prometiste que la harías asistir a mi fiesta. No cumpliste tu promesa.

Suspiro ante el ceño fruncido de Luana, sacando exageradamente su labio inferior hacia afuera.

—He cumplido mi promesa de invitarla, pero mi esposa es un poco especial. Tú entiendes, ¿verdad?

Sacude su cabeza en negación.

—No, no entiendo —refuta—. Yo quiero que ella venga y tú la tienes que convencer, Adam. Convéncela de que venga, por favor, ¿sí?

Suspiro.

Cuando a Luana se le mete algo en esa cabecita llena de pelo dorado y pecas en la nariz no hay poder humano que se lo saque de ahí. Es necia y testaruda; en eso nos parecemos un poco. Y si quería tener a Cara en su cumpleaños tengo que traerla así tenga que arrodillarme ante mi esposa para convencerla, en dado caso de que me confirme que no le interesa asistir, de lo contrario me arriesgo a que mi hermana me ponga la ley del hielo por mil años. Tiene un genio.

—De acuerdo, Luana. Convenceré a mi esposa para que asista a tu fiesta de cumpleaños. Haré todo lo posible por traértela así tenga que ponerme de rodillas ante ella, ¿contenta?—Me regala una sonrisa amplia.

—¿Es una promesa? —Asiento para verla feliz.

Y mi rostro recibe una lluvia de besos de parte de mi pequeña hermana. Es un encanto, pero es de un latosa.

Por una promesa © DISPONIBLE FÍSICO Y DIGITAL, AMAZON Donde viven las historias. Descúbrelo ahora