Nunca jamás.

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Kea

Cumpliendo hoy veintidós años y un aniversario más de la muerte de la mujer que me dio la vida.

Mujer casada.

Noche de bodas.

Cambios en mi vida.

Mi marido espera por mi fuera, mientras yo estoy metida en el baño de este lujoso hotel con vista al mar que mi amiga eligió para nosotros.

Mar que me siento feliz de conocer y vuelo en el aire por la sensación. Cara es un ángel. Por la noche no se puede ver nada, pero mañana a la luz del día podré ver lo verdaderamente hermosas que son esas aguas azules y que sólo he visto en las películas, sentirla y tocarla.

No obstante, por ahora es otra cosa lo que me inquieta; mi primera noche como mujer casada.

Me restriego los dedos como virgen asustada. Y es que lo estoy..., en realidad lo que me atormenta es que mi esposo me vea desnuda. Para definirme mejor a mí misma, pues, soy un poco insegura, sobre todo en lo que a mi cuerpo se refiere. No soy demasiado alta, mis pechos son muy pequeños. Además de lo sumamente delgada que soy. Aunque Alex dice que soy hermosa, a mí me cuesta creérmelo y eso es precisamente por lo que acabo de decir, soy insegura.

Mi ahora esposo es muy guapo; todo musculoso y sexy, y la mayoría de las ocasiones me la paso preguntándome que vio en una chica como yo, tan miedosa e insegura, hasta mojigata y bastante tímida. De todo me sonrojo. Quisiera no ser tan insegura pero en ocasiones no lo puedo evitar.

De hecho una tarde los vi a mi ahora esposo y a Cara abrazados en las caballerizas y mi inseguridad me llevó a portarme como una tonta celosa con ella cuando no debí. Luego tenía una vergüenza de muerte por haber sido tan estúpida de desconfiar de alguien que es como mi hermana y sé que nunca me traicionaría.

Cara Williams es la persona más increíble y leal que yo conozco y merece toda la felicidad del mundo. Luego está Alex, que no para de decirme todo el tiempo lo linda y perfecta que soy, aunque yo no me lo crea.

Mi relación con Alex empezó dos años atrás. Confieso que de chicos no lo pelaba mucho y no hacíamos otra cosa que pelear por cualquier tontería, ya que, fuimos muy unidos desde pequeños. Antes de que ella decidiera marcharse, Cara era la mediadora en medio de la situación. Desde siempre Alex ha sido muy atractivo, por lo cual las chicas no dejaban de tener fijación por él, incluyéndome. Para no hacer el cuento demasiado largo, diré que el día de mi cumpleaños tiene un significado especial para nuestra relación y por tal razón lo había elegido como el día en que uniríamos nuestras vidas para siempre.

Cumplía veinte años cuándo me encontraba sentada sobre una roca, justo en ese lago que ahora Cara tanto adora para nadar y donde solíamos jugar de pequeños. Lloraba con tristeza porque durante años he tenido que cumplir años y al mismo tiempo sufrir sabiendo que mi madre murió ese mismo día, que nunca pude conocerla. Aunque amo a mi abuela y es como mi madre, habría dado todo por haberla conocido. He visto fotos suyas y me he dado cuenta de lo parecida que éramos, de ella herede mis grandes ojos cafés con toque ámbar. ¿Por dónde iba? Sí, dos años atrás:

— ¿Por qué llora una mujer tan, hermosa? —me había preguntado Alex, sentándose junto a mí en aquella roca, a mi lado y con el sol del atardecer decorando mi llanto.

He de confesar que me había confundido el hecho de que me llamara hermosa y por un momento creí que no me estaba hablando a mí, en esa época ya había dejado de ser una chiquilla y dejar de pelear con ese chico sin razón solo porque me daba celos que le prestara más atención a Cara que a mí cuando ambas éramos sus amigas: celos estúpidos. Además de mi fijación por él y Alex ni pelaba a la tímida y tonta Kea que lo miraba con fascinación cuando él no me veía, adorándolo en las sombras.

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