13.Todo y Nada

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Me remuevo en la cama al ser atrapada por el amanecer, segundos más tarde tallo un poco mis ojos para terminar despertarme. El sol de la mañana entra por la ventana de la amplia habitación, calentando la estancia. Mi cabeza se gira hacia el lado contrario del colchón, percatándome que me encuentro completamente sola en la cama. Ethan parece haberse levantado antes.

Un malestar se me instala en la boca del estómago.

La noche anterior me sentía tan mal, es imposible olvidar lo bestia que se comportó Adam conmigo, y luego echarme a mí la culpa de su animalada. Todavía siento sus manos asquerosas por todo mi cuerpo y sus toques, aun con haberme bañado después para limpiarme de cualquier rastro suyo.

Maldito cobarde.

Fijo la vista en la puerta cuando la escucho abrirse, viendo entrar a Ethan con una sonrisa en los labios y en sus manos trae una bandeja con lo que me pareció es un desayuno, ese hombre es un sol. Pero, bendito él que puede sonreír porque lo que soy yo, hace rato como que me vengo olvidando de cómo se hace eso, sonreír. Solo me lamento de mi existencia y lo que me está tocando vivir por haberle hecho esa promesa a mi abuelo moribundo. De no haber hecho esa promesa, lo juro que ahorita estaría a kilómetros de aquí, sin estar viviendo una vida que yo no elegí. Pobre porque Adam se hubiese quedado con todo, pero feliz.

Por ahí dicen que el dinero no compra la felicidad y yo soy más que testigo de eso, lo tengo todo y a la vez soy una infeliz. Es como tener todo y nada al mismo tiempo.

—Buenos días — saluda, cálidamente.

Me enderezo un poco en la cama, con la sábana cubriendo mis piernas.

—Buenos días —le regreso el saludo.

—Te he mandado a preparar un delicioso desayuno y te lo he traído hasta la cama.

Lo dicho, este hombre es un sol, pienso.

—No tenías que haberte molestado, Ethan.

Me acaricia el pelo.

—Para mí no es molestia atenderte, que lo sepas. —Pone la bandeja sobre mis piernas, con un delicioso desayuno y otro detalle muy especial, una flor amarilla.

—Gracias.

Agarro la flor entre mis dedos y llevándola a mi nariz aspiro su aroma fresco, para luego volver a colocarla sobre la bandeja.

—Me encanta la idea de que hayas amanecido en mi rancho, por las razones que sean ha sido maravilloso, y más el hecho de haber amanecido abrazados. —Le obsequio una pequeña sonrisa, sintiendo luego de su parte, una caricia en mi pelo. A continuación comienzo a comer mi desayuno.

—Para mí también se sintió lindo —confieso.

—Ahora, que estás más tranquila,  ¿me quieres contar la verdad de lo que sucedió anoche entre tu marido y tú? —interroga,  mientras yo meto un pedazo de fruta en mi boca. No quiero decirle que Adam me atacó porque sin duda eso crearía una batalla entre los dos que, sin duda, terminaría en puños y golpes. Ya he dejado claro que no los quiero volver a ver pelearse por segunda ocasión.

—Ya no importa lo que ocurrió entre mi marido y yo anoche. Eso pasó —zanjo.

Él coloca una mano bajo mi mentón y me obliga a clavar mis ojos en él.

—Quiero la verdad— exige, demandante— ¿Qué te hizo ese hombre para que llegaras aquí anoche en semejante condición? Confía en mí, por favor. Sabes que puedes hacerlo.

Suspiro.

—Es que si te lo digo es seguro que iras a buscarlo, lo cual estoy segura solo provocará que se agarren a golpes como la noche de mi boda; o peor, y eso es lo que quiero evitar, que se peleen por mi culpa —musito sin mirarle.

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