55. El milagro de la vida

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Cara

Tengo un retraso.

No sé dónde tuve la cabeza para no darme cuenta que hace casi veinte días que no veo mi menstruación y ni cuenta me di, hasta que hace unas horas vi a Joselyn retorcerse en su cama y cuando le pregunté qué tiene me dice: "Tengo dolor menstrual, me ha llegado la puta regla."

Adam y yo, desde que nos convertimos en una pareja normal, nos hemos dedicado a follar—más que como seres humanos—como conejos. Lo hacemos todas las noches, en la mañana o cuando viene a casa a almorzar; unas veces es él quien quiere arrancarme la ropa nada más verme, olvidándose de la comida y otras yo.

Mucho más cuando llega con esa sonrisa que humedece mi braga nada más verla.

Somos jodidamente insaciables y tampoco usamos ningún método anticonceptivo.

Ante lo que acabo de darme cuenta, hago una imagen en la cabeza donde le doy a Adam eso que tanto quiere: un hijo, aunque Joselyn me ha pedido que no me acelere, que las causas de retrasos menstruales no tienen del todo que ver con embarazo, así que puede ser un desorden hormonal y eso lo sé.

De igual forma, sabiendo que esa es una probabilidad y porque sé lo feliz que nos haría a Adam y a mí tener un hijo, ya estoy bastante ilusionada ante la idea de que mi retraso se deba a ello, por lo que envío a una de las trabajadoras de la Hacienda a la farmacia más cercana por una prueba rápida de embarazo.

Necesito saber si tantos movimientos de caderas dejaron su fruto.

Ahora estoy metida en el baño con el test en la mano, habiendo hecho la prueba y solo espero por los resultados. Mi corazón parece querer salir de mi pecho. Estoy nerviosa y solo puedo ver ese aparatito pequeño con partes rosadas y blancas, esperando esa señal que me indica si estoy embarazada o no.

Me muevo impaciente, cambiando el peso de un pie por otro. Suspiro, acariciando mi cara con una mano en un intento de calmar los nervios. Creo que han pasado unos veinte o treinta segundos desde que lo hice y lo siento como si fuesen diez horas. ¡Qué ansiedad!

—¿Qué salió, Cara?—Pregunta Lyn al otro lado de la puerta.

—Aún no sale, Lyn. —Le grito desde aquí. Se me saldrá el corazón de la ansiedad.

—¿Podrías salir de ese baño, por favor?—pide. Salgo con la prueba en la mano y llego hacia ella. Se ha tomado algo y ya no siente dolor. Algunas mujeres son como yo que apenas sienten que tienen la regla porque sangran. Joselyn es de las que sufre los dolores horribles que le dan a algunas.

Está sentada sobre mi cama, pero se pone de pie para acercarse a mí.

—Déjame ver. —Insta y se la doy.

Me muevo por la habitación, mordisqueando mis uñas.

—¿Ya está?—pregunto. La ansiedad está matándome. Ella sonríe, observando la prueba de embarazo—. ¿Por qué tarda tanto?

—Calma gusana, ya va a salir—calma, bajando la vista hacia el aparato—. Ya está. —Los latidos de mi corazón se intensifican un poco más, mis manos sudan y mis piernas tiemblan mientras espero a que Joselyn me diga lo que salió—. Es mejor que lo veas con tú.

Inhalo aire unas diez veces seguidas, luego miro el test en su mano, sonriendo por lo que antes de mirar ya sabía. Un gran grito sale de mis labios al ver las dos rayitas indicándome que tengo un pequeño Adam o una pequeña Cara creciendo dentro de mí.

Mamá, tendré un bebé.

—Joselyn, voy a ser mamá—mascullo, abrazándola con alegría. Ella me devuelve el abrazo, riendo conmigo.

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