24. Asfixiante

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Adam

Abro los ojos con dificultad, mis párpados pesan como dos losas horribles. Ruedo sobre la cama, gimiendo de dolor. ¡Santa mierda! Nada más sentir el sol del amanecer penetrar por la ventana e incidir en mi frente me doy cuenta de mi estado. MI cabeza parece querer estallar en mil pedazos. Me duele como la mierda.

Joder, menuda resaca de mierda. Mi garganta esta horriblemente seca, como si no hubiese bebido una gota de agua en años.

¡Auch!

Me enderezo en la cama, sentándome en la orilla del colchón con la cabeza gacha y mis manos alrededor de ella. Siento mi aliento pastoso y un ardor horrible en la tráquea. Oh, mierda. No recuerdo demasiado sobre lo que sucedió el día anterior, con decir que siquiera como llegué a esta cama. Solo me recuerdo a mí, tomando como un infeliz despechado en el bar del pueblo por no sé ni cuántas horas.

Vaya en la mierda que se ha convertido mi vida últimamente.

Varios meses atrás, justo antes de convertirme en el hombre casado que ahora soy, era difícil que yo metiera un puto gramo de licor en mi sangre. Luego de la muerte de mi hermano Lucas había dejado las fiestas a la que estaba acostumbrado y con ellas también el alcohol. Me prometí que no volvería a beber en mi vida, era una promesa en honor a él y por su memoria. Aunque, bien sabía que no iba a devolverle la vida con ello, pero creo, ya deben saber por quién rompí esa promesa, ¿no?

Cara Williams.

Esa mujer es la causante de la peor miseria que estoy viviendo en este momento. A su lado cada minuto que pasa me siento más y más desgraciado. Me hace sentir como si yo fuera un nauseabundo y eso duele, juro que duele. ¡Maldita sea! Sé que tiene sus razones para odiarme, trato de comprenderla, ¿pero por qué tiene que ser tan soberbia y altanera?

Acaricio mi frente conteniendo el jodido dolor de cabeza.

Durante los últimos días me mantuve lejos de este rancho, como ya se me había hecho costumbre en más de una ocasión. Lo hice para evitar verla y por demás que me lastime con sus desprecios, pero habían sido unos días de infierno, y es que es extraño que, aun a pesar de que Cara me rechaza y me mira con odio la mayor parte del tiempo me descubrí extrañándola, no soportando la lejanía. Mas, tampoco el dolor que me causaba regresar a mi supuesto hogar con una esposa que deseo tocar, no obstante, no puedo. Estoy malditamente harto de esta situación y no sé qué mierdas hacer para salir de ella.

El día anterior me había ido a beber al bar con toda la intención de atragantarme a licor. Y lo había conseguido, me puse como una cuba de borracho. Bebí hasta más no poder. Salí del lugar casi arrastrándome de lo ebrio que estaba, para acabar de rematarla volví a cometer la imprudencia de manejar borracho como hace cuatro años —costándole la vida a mi hermano pequeño —, importándome un cuerno que mi vida se terminara en ese momento, pero tuve suerte y llegué vivo... ¿Qué sucedió después? No lo recuerdo.

Cada vez Cara ataca con más fuerza contra mí. Su intención es lastimarme y realmente lo consigue. No soy de piedra, sino un hombre enamorado de una mujer que quiere acabar conmigo.

Ella realmente está destruyéndome.

Francamente cuando me insulta y me humilla, movido por el orgullo, me propongo pasar de ella, darme por vencido, entender que por más que me lo proponga esa mujer nunca va ser para mí, pero sé que no sería capaz de hacer tal cosa. Mi enfermedad por ella no me lo permite.

Llaman a mi puerta, doy la autorización para entrar con un adelante y Elena ingresa en mi habitación..

—Buenos días, Adam —saluda Elena—. ¿Cómo amaneciste?

Por una promesa © DISPONIBLE FÍSICO Y DIGITAL, AMAZON Donde viven las historias. Descúbrelo ahora