30. A vino y pasión

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Cara
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Al escuchar las últimas palabras de Adam: «Te cambio esas lágrimas por un beso, mi amor» reacciono por completo dándome cuenta de la posición en la que estoy; en su regazo y prácticamente estampada a su pecho por la manera en cómo él me tiene abrazada.

Fue como si por un momento me hubiese olvidado de quién soy y de quién es él. Yo: la que nunca permitirá que, Adam ponga un dedo sobre mí, tal y como se lo dije, o más bien se lo grité, el día de nuestra boda y él: pues el hombre al que aún guardo resentimiento, porque ok, lo intentaré perdonar, pero una cosa es intentarlo y otra que suceda de la noche a la mañana. No, ya lo dije antes, esto será lento.

Además, ¿quién dijo que yo soy su amor o su cariño? No, para nada.

Si de verdad lo fuera no se acostaría con, Elena y saber eso no solo me provoca ardor en la sangre sino que me provoca desconfiar de sus verdaderos sentimientos hacia mí, esos que me gritó la noche anterior e incluso esta misma mañana mientras me decía todas esas cosas que fueron el empujoncito que yo necesitaba para colapsar y al mismo tiempo, lo que me hizo darme cuenta que con tanto odio y resentimiento solo estaba conduciéndome al camino de la autodestrucción. Sin embargo, bien que lo encontré besándose con esa piruja mosquita muerta, sin contar que aunque no lo vi con mis propios ojos sé que su amiguito estuvo otra vez bailando entre sus piernas.

Supongo que sí, dices querer a alguien no vas y te acuestas con otra y menos bajo su mismo techo y frente a sus propias narices como es mi caso. Tengo claro que el amor se debe demostrar con hechos, no con palabras por lo cual me parece que la actitud de Adam deja bastante mal parado ese amor que dice sentir por mí ¿o no? A menos claro que lo que suceda es que nos quiera a las dos, de lo contrario, yo no comprendo nada.

Igual, tampoco es que yo tenga demasiadas ganas de corresponder a sus deseos por mí, por ahora solo quiero intentar curar todo este odio que yace dentro de mí y que me está enfermando. Mi único interés es desintoxicarme de toda esa amargura que vengo arrastrando desde muchos años atrás y... sanar.

Así que reaccionando, niego con la cabeza mientras me seco las lágrimas e intento levantarme de ese regazo en el que no debería estar sentada.

— Esta conversación ya se terminó —mascullo—. Ahora si me disculpas y habiendo dejado todo claro entre tú y yo, me vuelvo a mi aposento. Estoy que estoy un poco cansada, necesito descansar luego de este día tan largo que tuve hoy. Buenas noches y que... duermas bien.

Sin embargo en un rápido movimiento que no calculo mi cuerpo está debajo del de Adam, aplastado y sintiendo el calor del suyo desnudo traspasarme la carne por la blusa de seda de mi pijama blanca de dos piezas; la cual es de pantalón largo, y mis manos quedan sobre mi cabeza mientras las suyas aprietan mis muñecas.

—No te vayas por favor —mes suplica, mirándome con ojos de pobre niño abandonado—.Te lo suplico, no me prives de esta sensación tan bonita. Te necesito más que respirar, Cara. No me dejes solo.

Siento como su aliento golpea en mi cuello. Él ha bajado la cabeza besándome allí y trago grueso ante un extraño cosquilleo en la piel.

—Adam, ¿me dices qué haces? ¿No intentaras otra vez pasarte de listillo conmigo? —musito, recordando la noche en que intentó tomarme a la fuerza y lo feo que fue aquello—. Te estoy dando una oportunidad, te convendría no arruinarla por tu bien.

Me remuevo bajo su cuerpo, intentando aflojar mis manos de su agarre. Adam saca la cabeza de su escondite y afloja un poco el agarre en mis muñecas que igual mantuvo sobre mi cabeza. Niego repetidas veces con la cabeza lamiéndose el labio inferior, luego clava sus ojos en mí convirtiéndome en presa de su ardiente mirada verdosa.

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