12. Abrázame, no me sueltes

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Adam continúa mordisqueando en mi cuello y besándome. No se detiene ni con mis gritos, parece estar perdiendo la razón. Hago un esfuerzo para liberarme de su furia, empujando de su cuerpo por sus hombros, incluso le clavo las uñas en el rostro, arañándolo, pero ni eso lo detiene. Sigue y sigue.

— ¡Adam no, por favor! —Sollozo.

Muerta de miedo comienzo a patalear, dando puñetazos en sus dos hombros erguidos y tensos cuando sus manos se deslizaron por la piel desnuda de mi abdomen, y siento una fuerte mordida en el cuello. Chillo, presa de la desesperación y la agonía.

Va a violarme, Dios, esté enfermo va a violarme.

— ¡Te lo suplico! ¡No, déjame, Adam! ¡No me toques! Por favor...

Entonces se detiene mirándome con una expresión que no sé cómo interpretar, segundos después se levanta de mi cuerpo con rapidez. Lloro apretando la camisa rota contra mi cuerpo para cubrir mi semi desnudes, haciéndome un ovillo asustando en el colchón. Mi cuerpo tiembla como tal cuál una hoja de papel. Cada sollozo sale más agudo que el anterior y no paro de temblar.

— ¡Yo no soy maldito violador, Cara! —grita, una rabia alarmante acariciando cada letra—. Nunca me aprovecharía de una mujer. Jamás llegaría a ser tan siniestro como tomar a una chica a la fuerza, pero tú sacas lo peor de mí con esa maldita manía tuya de desafiarme que tienes. Tan solo un mes, un puto mes de casados, y me estas llevando al borde de la locura. !Por un demonio!, eres imposible.

Un instante más tarde estoy contra él.

— ¡Eres un desgraciado!, ¡un mal nacido!... ¡Un enfermo de mierda!

Comienzo a golpear su pecho con mis puños una y otra vez con todas mis fuerzas. Él se mantiene quieto, pero su respiración esta descontrolada y sus puños apretados a los costados, tan fuertes que sus nudillos se vuelven blancos como una hoja de papel. Su mandíbula tan apretada que se puede escuchar como muele sus dientes en el interior de su boca. Es una mierda de hombre. Una porquería que no tiene derecho siquiera a respirar el aire de este mundo. Me quiso violar. La rabia me consume más y empiezo a darle empujones en su pecho, logrando que retroceda, dándole arañazos con mis uñas largas en lugar de puñetazos en su piel descubierta, quedándome con rastros de su carne entre ellas. No se queja.

— ¡¿Cómo te atreves a hacerme algo como esto?! ¡Eres una basura, Adam!.. ¡Te odio, joder te odio!

Un rápido movimiento, sus manos se enroscan alrededor de mis muñecas y me da una mirada, tan fría que podría incluso congelar al infierno.

— ¡Y yo a ti, Cara Williams! ¡Te odio con toda el alma! —asevera con una voz cargada de furia, reteniéndome con fiereza.

Mis esfuerzos por no llorar son en vano, lágrimas bajan por mis mejillas. Veo su pecho y me di cuenta que hay rasgado su piel lo suficiente para sacarle sangre con mis arañazos. Se lo merecía.

—Suéltame —le exijo, retorciéndome en su agarre.

— ¡Nunca debiste volver a este pueblo para poner mi maldito mundo de cabeza! ¡Maldita seas...!

Me suelta con brusquedad, empujándome con fuerza; incluso pude haber caído, pero me equilibro rápido.

Adam toma su camisa del suelo, y sale del cuarto furioso azotando la puerta con tanta fuerza que el ruido me dejó sorda. Yo me quedo allí llorando, dejándome caer sobre el colchón subo mis piernas hasta la justa altura de mi estómago; sin contener mis lágrimas. Esto es un infierno, un infierno. Yo no puedo soportar esto, no puedo más.

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