La familia que siempre soñe

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Johan abrió los ojos lentamente. observó a su alrededor y se sentó en la enorme cama mientras estiraba sus brazos.

–¡Papi ya despertó!-Escuchó un tono infantil mientras observaba con asombro al dueño de la voz. Era literalmente un pequeño Judai; cabello bicolor de color castaño y ojos de color chocolate y al igual que el “original” este iba acompañado de un kuriboh alado.

–Judai... ¿Te encogiste?

El pequeño solo ladeó la cabeza ingenuo mientras por la puerta aparecía Judai jalando las mangas de su blusa para cubrir sus brazos.

–¿Cuándo piensas levantarte? El desayuno ya está listo.

–Eh... Pero... Tú, ¿quién es éste niño?-Susurró mientras posaba su mano derecha a un lado de sus labios para no ser escuchado por el infante.

–¿Acaso golpeaste tu cabeza mientras dormías?-Preguntó divertido.– Es nuestro hijo.

–¿Hijo?-Johan no podía terminar de procesar esa palabra, ¿cómo sucedió eso? ¿Estaba casado con Judai? Eso realmente lo hizo feliz pero... No podía recordar nada, ¿cuándo tuvo el valor para pedirle matrimonio a su amado duelista?

–Vayamos a desayunar, ¡yo prepare los emparedados con mermelada!-Sonrió alegre el pequeño, sin más Johan siguió la corriente y se dirigió al comedor.

Ya lo había notado por su dormitorio pero la vivienda era realmente grande; el comedor era espacioso y la mesa era lo suficientemente grande para que sobre ella hubieran unos 20 platillos, además tanto el comedor como la mesa estaban decorada con un toque familiar.

–¿Sucede algo, Johan? Parece que hubieras llegado de otro planeta.

–Este... Realmente no puedo recordar nada.-Susurro nuevamente para que solo el mayor pudiera oírlo.

–¿En serio?-Judai apretó el entrecejo haciendo como si tratara de recordar también.– Luego de unos tres años de dejar la Academia nos volvimos a reencontrar, salimos algunas noches mientras recordábamos nuestro amor adolescente y entre esas noches me propusiste matrimonio.-Se sonrojo un poco al recordarlo.

–¿Tres años?

–¡El desayuno!-Les recordó el pequeño y ambos se sentaron en sus lugares mientras Judai sonreía.

El de ojos color zafiro observaba felizmente a su pareja, era cierto, el anillo en sus dedos anular le confirmaba su matrimonio, luego observo al pequeño Judai el cual degustaba feliz su desayuno, conmovido por la ternura del menor acercó su mano y revolvió sus cabellos.

Luego del desayuno Judai y el retoño de ambos, guiaron a Johan hacía el patio trasero el cual por supuesto era enorme, incluso tenia varios juegos solamente disponibles para el hijo de ambos.

–Eres uno de los mejores duelistas, sueles siempre comprar los mejores juegos para nuestro hijo. ¿También lo olvidaste?-Respondió el castaño entre risas tras ver el asombro del europeo.

–Este... Lo siento, realmente me gustaría recordar todo.

–Esta bien, seguramente alguno de tus Duelos te dejo exhausto.-Respondió comprensivo mientras le entregaba un fugaz beso en los labios.– Vayamos a jugar.-Sonrió con toque de inocencia.

La tarde fue realmente agradable. La risa del pequeño hijo de ambos inundaba sus oídos al igual que la risa de Judai cuando de vez en cuando Johan tomaba su cintura en forma de juego. Luego de eso degustaron su almuerzo; el pequeño que quería ser un gran duelista al igual que ambos los reto a un duelo al finalizar su postre... Donde claramente el vencedor fue él ya que los adultos perdieron a propósito y los jóvenes padres no tuvieron más que recibir un regaño por parte del niño.

–Buenas noches.-Dijo Johan mientras arropaba a su hijo.

–Buenas noches, gracias por pasar todo el día jugando conmigo.

Johan solo sonrió enternecido por la dulce sonrisa de su hijo el cual no dudo en tomarlo tiernamente entre sus brazos pero mientras mostraba ese fraternal gesto comenzó a sentir que era nombrado a lo lejos.... Y así fue. Abrió sus ojos ante el llamado dándose cuenta en el cielo anaranjado por el atardecer mientras él estaba debajo de un árbol abrazando de forma protectora a su bella pareja.

–¿Judai?... ¿Dónde estamos?

–¿Qué? Pues en nuestra cita, nos vimos por casualidad y decidiste invitarme

–Espera... ¿Acaso no nos vemos desde hace—?

–Sí. Desde hace tres años.-Terminó la frase el de cabellos castaño.

–Vaya...-Suspiró mientras dejaba de abrazar a Judai para comenzar a rascar su cabellera con vergüenza.

–¿Por qué luces decepcionado?

El chico de cabello turquesa tuvo que contar su maravilloso sueño. No pasó mucho para que Judai comenzara una contagiosa risa... No por el hecho de estar casados, ni de vivir prácticamente en una mansión, si no que ambos siendo hombres podrían tener un hijo y al ser contado por Johan sonó de lo más normal posible.

–También por lo que me cuentas Johan.-Continuó mientras secaba algunas lágrimas por la risa.– ¿Nunca supiste el nombre de nuestro hijo?

–... Cierto, soy un pésimo padre.-Respondió para esta vez comenzar a reír junto a Judai. Ambos estaban divirtiéndose hasta que el chico de los héroes elementales se detuvo en seco y bajo la mirada avergonzado.

–... Aunque casarme con Johan... Sería todo un sueño cumplido para mí.

El europeo al oír eso abrió los ojos sorprendido mientras una enorme sonrisa comenzaba a formarse en su rostro, con ternura cobijo a Judai entre sus brazos, luego comenzaron a besarse apasionadamente mientras la luna comenzaba a adornar el cielo. Tal vez no hubo anillo pero sus palabras tuvieron más peso esa noche que cualquier objeto adornado con diamantes. Johan Andersen y Judai Yuki unieron sus vidas una bella noche de primavera.

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Reto del día: Jugando o viendo películas

30 Días [De Spiritshipping]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora