Cuento de hadas

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Era el tema principal de todos los reinos. La bella hija del rey del reino de plata. Era un rumor, ya que en realidad nadie la había visto. Pero el rey de forma testaruda decía día tras día que tenía una bella hija, tan bella, que si salía cualquier hombre se enamoraría de ella al instante, las flores del todo el reino estarían celosas al igual que las doncellas.

Pero aunque los reyes fueran con sus primogénitos al reino de la plata. El rey se negaba presentar a su hija.

Todo cambió cuando los nuevos guerreros llegaron. Ellos exigieron que si había una guerra, irían de inmediato pero antes debían ver a la princesa que debían proteger y dado el caso, el más valiente se casaría con ella.
El rey, sarcástico negó la idea mientras decía que ninguno era digno para su hija.

Judai y Johan eran unos aldeanos del lugar. Judai era un comerciante mientras Johan servía de vez en cuando a la realeza.

–¿Has visto a la princesa?

Preguntó curioso Judai mientras Johan terminaba de hilar.

–No... ¿Crees que de verdad sea tan bella?

–¿Bella? Si es así, me gustaría saber cuál es el verdadero significado de la belleza.

–¿De qué hablas?

–¡Tú eres hermoso, Johan! Nadie puede compararse a tu belleza.

–Estás diciendo cosas extrañas otra vez.

–Johan, cásate conmigo.

El otro comenzó a reír con vergüenza mientras se levantaba para tomar su capucha.

–Iré a limpiar el establo de la realeza. No me esperes despierto.

Judai asintió para luego ir hacia Johan y besar su frente mientras le daba unos ligeros golpes en sus hombros.
Johan sonrió conmovido para a los segundos entregarle un beso en la mejilla.

El rey mandó a los guerreros a una expedición. Para explorar aquellos lugares que no aparecían en el mapa y que él, claramente quería proclamar como suyas. Ese día se cumplían diez días desde la partida de aquellos guerreros, así que los establos debían estar limpios y cada uno repleto con agua y comida para los caballos de los guerreros que debían llegar esa mañana.
Johan se demoró más de lo esperado. Ya amanecía cuando terminó de cerrar el enorme establo. Se dirigió hasta el hogar que compartía con el castaño y cayó de inmediato en su cama para dormir plácidamente.

Al despertar notó que ya era el atardecer. Sonrió de inmediato ya que por fin vería a su amado Judai.
Pero su felicidad duró poco al ver a éste sobre la mesa mientras su rostro estaba bañado en sudor.

–¡Judai! No, no, no... ¿Qué sucedió?

–Estoy bien... Solo estoy cansado.

–¿Cansado? Claro que no. Iremos a un médico.

–Haces bromas en situaciones así también. ¿Con qué lo pagaremos?

–Eso es lo de menos.

Antes de que el otro protestara. Johan tomó con cuidado su cuerpo entre sus brazos y lo cargó hasta el médico más cercano.

Johan tomaba con fuerza la mano de Judai mientras éste dormitaba.
Observó a su alrededor notando a más personas en el mismo estado de Judai. Frunció el ceño mientras esperaba que solo fuera un resfriado común.

El médico al terminar de revisar al castaño, observó a Johan con tristeza y le pidió que se alejara de él lo más posible. Al igual que los demás pacientes, Judai había sido diagnosticado con viruela. Todo se debía a que uno de los hombres de la expedición la habría contraído.

30 Días [De Spiritshipping]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora