¿Leerías mi declaración de amor?

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Era un día relajante para Judai. Se encontraba tomando una taza de chocolate caliente mientras aún permanecía en pijama. Comenzó a leer sus cartas mientras hacía un gesto de disgusto. Ya era un adulto que había tenido un mal matrimonio, no podía seguir permitiéndose seguir siendo “cortejado” por su vecino.

Acababa de terminar su matrimonio. El divorcio era un hecho y él compró un pequeño departamento. A simple vista parecía una casa enorme pero cada puerta representaba una habitación, que incluía: living, comedor, baño y un cuarto para dormir.
Eso era estupendo, ya que lo que menos quería era tratar de establecer una conversación, mentiría si dijera que su divorcio no le había afectado. A veces solía llorar por las noches mientras apretaba su almohada y se preguntaba qué había hecho mal.
Su soledad terminó cuando por simple casualidad fue a botar la basura una mañana lluviosa, su vecino, el cual se presentó como Johan, se dirigía a su universidad mientras se reía de lo descuidado que era por no comprar un paraguas. Judai por simple amabilidad le obsequió el suyo, después de todo no tenía planes de salir.

Debió haber sabido que ese brillo en los ojos del otro junto a su sonrojo, no fueron su imaginación.

Arrugó la carta para luego suavizar su rostro. Comenzó a recordar cuando fue la última vez que había recibido una carta de amor... Probablemente esa era la primera vez que recibía una. Leyó una y otra vez las líneas de aquel “niño”.
Judai sabía que era una mala idea, ya lo había hecho antes, pero como escritor, decidió tomar esa experiencia para su próximo libro.

Ya tenía el libro completo en su mente:
El protagonista terminaba su relación de hace años mientras conocía a alguien más joven que él. Parecía una historia adolescente, casi como una comedia romántica de televisión. Pero él claramente haría que su protagonista no correspondiera a aquel chico y si era necesario haría que todos odiaran al protagonista por su actitud.

Estaba imaginando el escenario cuando sintió que alguien golpeaba a su puerta. La abrió con pesadez mientras veía a Johan, galante con un ramo de rosas y un esmoquin.

–¿Y esto?

Preguntó entre una risa fingida el castaño.

–Yo Que... ¡Quería invitarte a salir hoy!
Esta noche...

–¿A mí? ¿No estás muy elegante?

–Solo será a un concierto. Quise vestirme así solo para invitarte.

Judai cerró sus ojos incrédulo mientras los abría con una mueca de cinismo en su boca.

–¿Solo usaste el traje para pedirme salir contigo?

–Sí. Ya que somos vecinos, puedo ir a unos pasos de mi vivienda para cambiarme.

Judai terminó por aceptar. Hace mucho que no salía y también eso le ayudaría con su libro.

El concierto no fue del estilo del castaño, en cambio Johan estaba feliz, incluso coreaba las canciones de la banda desconocida para Judai. Pero el castaño no podía evitar sonreír cuando Johan lo observaba emocionado.

–¡La pasé estupendo! ¿Tú también?

Judai observó hacía un lado mientras evitaba responder a la pregunta de Johan.

–¿Cuál es tu canción favorita?

–¿Mi canción favorita?

El castaño pudo notar nuevamente esa luz en los ojos de Johan. Era claro, a Johan le emocionaba la idea de que su interés amoroso sintiera curiosidad por sus gustos.

–Pues... No lo sé. Hay muchas que me gustan. ¡Oh! Las cantaré para ti.

–No hace falta.

–Es mejor escucharlas.

30 Días [De Spiritshipping]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora