Camelia

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Era el año 1978. Judai era una joven de cabellera corta de color castaño al igual que sus ojos. Era una geisha respetada y una de las más solicitadas. Su esfuerzo desde la niñez hasta los veinte años había dado frutos y ahora después de cuatro años había logrado el título recién mencionado. Su danza era maravillosa al igual que su increíble narración; el arte de la escritura y pintura.

Un día mientras terminaba de pintar un paisaje que se le había presentado en sueños, una de sus compañeras le informó que la próxima semana debían ir a una fiesta de cumpleaños, esta vez era de unos extranjeros que quedaron fascinados al leer sobre ellas en algunos artículos. Judai asintió de forma calmada a diferencia de su compañera que no dejaba de sentirse emocionada al tener que atender a dichas personas.

El día de la fiesta llegó. Todo había resultado maravilloso; la comida, las bebidas y por supuesto el espectáculo de las geishas. Mientras Judai servía un poco de vino de arroz a uno de los invitados observó como uno de los asistentes molestaba a una de sus compañeras, se disculpó y fue en su ayuda.

–Señor ¿Qué cree que hace?

–Le estoy pagando a esta prostituta por sus servicios y se niega.

–Por supuesto que se niega, no sé qué imagen tiene de nosotras pero no somos prostitutas.-Habló de forma severa.

–¿No? Pero si ustedes son famosas por eso.

–Es una idea equivocada, por favor suelte a esa mujer y vaya a festejar con los demás.

–Ninguna ramera me dirá que debo hacer.-El hombre soltó con brusquedad a la mujer y luego se dirigió hacia Judai mientras levantaba la diestra para abofetearla. Pero no pudo lograrlo ya que su mano fue detenida en el aire.

–Lamento este penoso espectáculo de mi tío. Ha debido beber de más, ahora mismo me lo llevo de aquí.

–Ha humillado el honor de mi compañera.-Volvió Judai a su semblante serio.

–Le ofrezco otra disculpa.

–No es suficiente.-Respondió mientras la otra mujer la observaba.

–No, Señorita. No es necesario.

–Pero...

–¿Qué sucede?.-Preguntó el joven esperando que su pregunta fuera respondida.

–Esto es inaudito... Pero mi compañera.-Acusó con la mirada.– Están libres, pero si vuelve a pasar—.

–No pasará otra vez, se lo aseguro.-Dijo mientras acariciaba la peluca negra que estaba usando Judai.– Eres tan hermosa como una muñeca, no deberías ser tan amargada con las demás.

–¿¡Qué!?

La otra mujer comenzó a reír mientras el hombre se marchaba riendo de forma burlona.

–Esta será la última vez que... Ugh, no soy la jefa de nuestra casa ni nada como para negarle los servicios.

–Calma. Todo se solucionó.

–¿Cómo puedes estar tan tranquila? Por cierto, ¿él es el hijo del hombre que está de cumpleaños?

–Al parecer sí. Esta familia es extraña, los mayores son descortés y los jóvenes educados... ¿O será acaso que quedó cautivado contigo?-Insinuó de forma pícara mientras Judai la observaba seria.

–Vuelve al trabajo.

–Ay, deberías dejar de tomar el trabajo tan en serio y divertirte de vez en cuando.

Judai se sorprendió ante las palabras dichas por la mujer, sentía diversión al hacer las cosas que su trabajo requería pero solo tenía “diversión” porqué ese era su trabajo.
Al terminar salió del local y se quedó apoyada en la pared mientras observaba la luna. Sintió unos pasos y se puso en alerta de inmediato.

30 Días [De Spiritshipping]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora