Terrance

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Cada día la rutina se repite: sentarme y esperar a que el día se acabe. Matemáticas es la clase que menos disfruto. No me va mal en ella, pero cuando termina siento que vuelvo a la vida. Al fin es la hora del almuerzo. Soy de los primeros en escabullirme del salón, para que mi «novia» no me alcance. Tengo suficiente con aguantar las largas horas sentado a su lado; salir después de clases; sus llamadas y mensajes. Es el único momento en el que puedo tomar un respiro.

Por fortuna, tengo a Jason ahora. Antes sólo vagaba, evitando a mis compañeros y conocidos, buscando simplemente relajarme. En cambio, con él, puedo relajarme y, encima, entretenerme. Me agrada mucho y puedo ser yo mismo a su lado. Transmite calidez y confianza. Es un buen chico. Es una lástima que nadie más lo vea de ese modo. La mayoría le presta más atención a sus padres que a él. Es hasta ridículo. Y me entristece el modo en que le afecta. Siempre tímido; inseguro; deprimido. Últimamente ha estado más callado y me preocupa.

Me detengo. Siempre sentado bajo el mismo árbol, haciendo garabatos en su cuaderno. Hoy es la excepción. ¿Habrá faltado a clases hoy? ¿Debo preocuparme? ¿Debería buscarlo o dejarlo pasar e ir con Lizzy?

—Disculpen —al final me decido por preguntar a dos chicas que charlan juntas en una banca—. Son de primer año, ¿no? ¿Conoces a Jason Briton? Alto, cabello negro, gafas. Bastante tímido. ¿Lo han visto?

—¿Hablas del chico de la familia extraña? —responde una de ellas.

—¿Disculpa? —elevo una ceja.

—Ya sabes, el que tiene dos papás —dice la otra—. No debes juntarte con él; dicen que es gay y que le gusta seducir a los chicos.

—¿Saben dónde está? —insisto, ahora indignado.

—Creo que en nuestra aula. Es el salón B.

—Gracias. Por cierto, no es de buena educación que se expresen de alguien así, a sus espaldas. Descerebradas.

Les doy la espalda, haciendo caso omiso a sus reclamos. Jason debe lidiar con este tipo de cosas cada día. En verdad lo compadezco. No lo culpo por querer desaparecer de vez en cuando, como ahora. De todos modos, sean cuales fuesen sus preferencias, ni siquiera debería importar. Algo tan superficial como ello no define quien eres.

Llego hasta su salón, y allí está. Sentado en su pupitre, y con la cabeza recargada en la paleta, escondida entre sus brazos. Decido acercarme. Mis pasos hacen que levante la mirada.

—Hola —digo.

—Hola... Terrance... ¿q-qué haces aquí?

—No estabas en el árbol. Obviamente me preocupé. ¿Todo en orden?

—Sí, sólo... me aburrí de ese lugar —evade mi mirada. Algo no anda bien.

—De acuerdo. No me molesta venir a verte a tu salón.

—Terrance, no quiero que vengas a mi salón...

—Te dije que no tengo problema en venir.

—No es eso, es que... creo que lo mejor es que ya no nos veamos.

Arrugo la frente.

—¿Por qué?

—Sólo me aburrí de ti. Ya no quiero ser tu amigo. Ni siquiera sé por qué te juntas conmigo, en primer lugar. No tengo nada bueno que ofrecer. Mejor ve con tus otros amigos.

Dos enamorados en patrulla 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora