Jason

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Seguramente muchos tienen la duda de cómo dos hombres pudieron tener un hijo. Es algo que suelen preguntarnos a menudo.

Ninguno se embarazó; no soy adoptado; y tampoco se acostaron con ninguna mujer.

La respuesta correcta es: subrogración —también conocido como «madre sustituta». Pero entonces ¿quién de los dos es mi padre biológico? La respuesta es más que obvia. Y la razón de esto, es porque Patrick resultó ser estéril. No por ese hecho, significa que no lo considere mi padre también, o lo ame menos.

Ahora la pregunta del millón es: ¿quién es mi madre? Bueno, es difícil de explicar. Además de que siempre que terminamos de hacerlo, nos ven de manera extraña.

Y es que es difícil depositar esa confianza en cualquier desconocida. ¿Qué mejor candidato que alguien dentro de nuestra propia familia? ¿Qué mejor que la hermana de Patrick? Puede sonar muy raro que mi propia tía sea mi mamá, pero ante los ojos de la ley y los médicos, es un procedimiento normal. Ella sólo prestó su útero, y papá sólo se encargó de darle su semilla. ¡Y así es como llegué al mundo!

A pesar de todo, estoy acostumbrado a tratarla como si fuese mi madre legal. Ni a ella, ni a mis padres les molesta eso. De todos modos, no hay muchos inconvenientes, ya que vive en Alemania. Su esposo, que Walter le presentó, es de allá. Y allí nació mi prima hermana, Chloe.

—¿Te duele mucho, hermanito? —me pregunta ella. Es seis años menor que yo. O sea que tiene seis.

—Ya no tanto como antes... ¡No lo toques!

—Schatz, an deinen Bruder le... lastima si lo tocas allí —mi tío Hans se siente en medio de ambos, con un tazón de palomitas. Mi tía fue a comprar comida—. Jason, tus padres me contaron lo que pasó. No sabía que tenían las mismas... ¿Cómo se dice? Einstellungen. ¿Linda?

—¿Preferencias? —responde Chloe.

—Oh. Bueno, es que yo tampoco —respondo—. No sé si culpar a mis padres de esto... ¿Crees que haya tenido que ver?

—Un poco, sí. Pero eres quien está a cargo de sí mismo y tus decisiones. Puedes sentir lo que te plazca. Tal vez tus padres sirvieron como... Epiphanie. Revelación.

—¿Eso crees? ¿No crees que este tipo de cosas se aprenden en casa?

—Sohn, crecí en un ambiente muy conservador. Mi primer beso fue con tu papá. No creo que tenga mucho que ver. Tuviste algo de curiosidad, besaste a ese niño. Y ahora... supongo que, o estás seguro de lo que quieres, o sigues con muchas dudas. ¿Cómo te sientes?

—No lo sé. Tal vez confundido... Un poco. El chico... me gusta. De eso estoy seguro.

Mi tío sonríe.

—¡¿Te gusta un niño?! —exclama Chloe.

Walter

—Wyatt, vamos —digo, acariciando la espalda del chico. La jaqueca parece no querer abandonarme—. ¿Qué pasó? ¿Te comiste mi dona de chocolate? —digo, al ver la caja vacía.

Despega su cara del tablero de la patrulla, y me ve, con ojos tristes.

—¿Recuerda lo de los calendarios?

—Hablaste sobre eso toda la semana, así que sí.

—Le pregunté al sargento si podía aparecer en el mes de octubre, y sólo se rio. ¡No posaré!

—No puede dejarte sin aguinaldo sólo así.

—¡No me importa el aguinaldo! ¡Quería que me tomaran fotos!

—No lo entiendo.

—¡Usted aceptó y no quería!

—¡Porque quiero aguinaldo! Y mi esposo dijo que estaba bien si lo hacía. Pero realmente no quiero. Si pudiera, te daría mi lugar. No te desanimes. Seguramente es porque eres muy joven todavía —palmeo su hombro.

—Me podré en forma. Usted me ayudará. Rutina, dieta...

—Ni siquiera estoy en tan buena forma. Me he vuelto flácido. Creo que retomaré el correr por las mañanas. Hasta que llegue el día de las fotos.

—¡Voy con usted!

Finaliza mi turno a eso de las ocho. Al volver a casa, convivo un rato con Hans, mi cuñada y sobrina. Se despiden a eso de las nueve, cuando vuelve Patrick.

—Hola —dice, entrando a la habitación, mientras se afloja la corbata.

—Hola, cariño. —Me levanto, para besarlo.

—¿Qué hacías? —pregunta.

—Hurgaba en el armario, buscando algo de ropa deportiva. Comenzaré a correr otra vez.

—¿En serio? ¿Cuál es la ocasión? —recorre mi abdomen con sus dedos.

—¿Recuerda lo de posar para calendarios? Te lo comenté la otra noche. Para beneficencia. Dijiste que estaba bien.

—¿Ah, sí? Mmm... Bien.

—Está bien, ¿no? —pregunto, al verlo desplazarse por la habitación, mientras se quita el saco.

—Eso dije, ¿no? ¿A qué hora se fueron Tania y Hans?

—Hace unos veinte minutos, quizá.

—Qué bien...

—No seas grosero —digo, acercándome a él, para abrazarlo por detrás.

—No es eso. Estoy cansado como para saludar y todo eso —responde, mientras beso su cuello—. ¿Has hablado con Norman recientemente?

—Vaya modo de bajar una erección —me separo de él, para seguir hurgando en el armario.

—Es que... —se enseria de repente, y suspira—. Mamá me llamó esta mañana. Discutimos.

—¿Por qué? —lo veo, ceñudo.

—Norman y ella... son novios ahora.

—¡¿Qué?!

Dos enamorados en patrulla 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora