Norman

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Esta lluvia es perfecta. Hace que mi cita con Judith se vuelva mágica. Acordamos venir a un restaurante. Adoro pasar el tiempo con ella, pero hoy se porta algo extraña. Estoy un poco preocupado.

—¿Le... has contado a Walter sobre esto? ¿Que ya empezamos a salir? —pregunta, jugando con su omelet.

—No. Es imposible comunicarme con él. Me tiene bloqueado de todos lados, y dudo que quiera verme cerca. Además, no tengo por qué darle explicaciones a mi hijo sobre lo nuestro —tomo su mano. Ella evita verme—. ¿Todo está bien, preciosa?

—Yo... he... tenido mis dudas sobre si esto funcionará, Norman...

—¿Por qué dices eso? —agrando los ojos.

—Nuestros hijos... —cubre su rostro—. Están casados... ¿Cómo podemos hacerles esto?

—¿Qué importa si están casados? Lo que importa somos nosotros. Que nos amamos. Tú me amas, ¿no?

—Le conté a mi hijo anoche... sobre nosotros... Discutimos muy feo... Me llamó irracional... Dijo cosas malas... para... convencerme de que lo nuestro no iba a funcionar... Cosas malas sobre... ti...

—¿Sobre... mí? No hagas caso. Es obvio que se siente agobiado por esto. Necesita procesarlo. Seguramente conspiran en nuestra contra. Así son los hijos...

—¿Es... cierto lo que dijo Pato? ¿Sobre Walter? ¿Lo golpeaste sólo porque Jason besó a un niño?

Palidezco.

Patrick

El clima es una mierda. Es la hora del almuerzo, y estoy aquí, como ratón de biblioteca, rodeado de documentos que me gustaría prender en llamas. Walter debe estar cansado de que rechace sus invitaciones a almorzar por el trabajo. Comienzo a cansarme también. Debo pensar en cómo compensarlo, pero es difícil ¡cuando Miranda no trae el capuchino que le pedí hace como media hora!

Debería despedir a todos, vender la editorial, mudarme a México y cambiarme el nombre a Patricio Negrete.

—¡Señor Blacked! —Miranda al fin se aparece, agitada y con el capuchino en la mano—. ¡Lamento la tardanza! ¡El tráfico y la lluvia me retrasó! ¡Además de que había mucha gente en el local, y...!

Tropieza, al trotar hacia mí, ¡Y ME DERRAMA LA BEBIDA ENCIMA! Lo mejor es que no le pasó nada a los documentos de mierda.

—¡Carajo, Miranda! —exclamo, levantándome.

—¡Dios mío! ¡Señor, lo lamento! ¡No quise...! ¡Déjeme limpiarlo! —saca un pañuelo—. ¡No, mejor déjeme traerle un traje nuevo! ¡Iré a comprarle otro en seguida!

—No, olvídalo. —Suspiro—. Me encargaré yo mismo. De paso, me ducho y compro algo decente en el camino. Encárgate de todo, mientras tanto.

—¡S-Sí, señor! ¡Nuevamente lo siento!

Abandono la editorial, exponiendo todo este desastre encima de mí, y conduzco a casa. Maldita lluvia. Todo apunta a que este día seguirá siendo asqueroso.

Ojalá Niel esté en casa. Debe estarlo. Quisiera que me prepare una ensalada o algo. Cocina muy bien.

Vislumbro una patrulla estacionada afuera de casa, al llegar. Significa que Walter debe estar adentro. Seguramente tuvimos la misma idea, y almuerza con Niel. O surgió algo. Qué sé yo.

Dos enamorados en patrulla 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora