Martes 26 de septiembre del 2017
Uriel, El Mellao, Pez Gordo, Afroamericano y Mamita.}
Uriel estaba recostado en una pared observando al Mellao trabajar en un automóvil que acababa de traer al taller un cliente influyente.
—Esto es un señor carro, lo único que no me gusta es el color.
—¿Qué hay de malo en el tono verde agua? —respondió el Mellao—. Es un bonito color.
—Prefiero el amarillo, especialmente para un Ferrari.
—Ya quisieras tener un carro como éste, aunque fuera verde agua.
—¿Y qué le pasa al carrito que te lo han traído a ti en lugar de llevarlo a un servicio especializado?
—Nada serio, solo un cambio de luces.
—¿Y para eso te lo ha traído? Vaya con el dueño.
Después de unos minutos, el Mellao había terminado de cambiar las luces delanteras del auto.
—Listo , le voy a llamar a su dueño.
—No, espera, Mellao, quiero saber qué se siente manejar uno de esos.
—Pero, ¿te has vuelto loco?, si llegas a hacerle el menor rasguño, lo voy a tener que pagar yo.
—No pasa nada Mellao. Vamos, deja de lloriquear.
Uriel sacó el auto a la calle y se estacionó en una esquina. En ese instante, para su mala suerte, un Hummer blanco se estrelló de improvisto contra la parte trasera del Ferrari. El auto tenía modificaciones realizadas específicamente para triturar a cualquier otro vehículo que se atreviera a cruzarse en su camino.
—¿Te has vuelto loco? Mira cómo me lo dejaste.
Pero el conductor del otro automóvil no dijo nada, y continuó empujando el vehículo que manejaba Uriel, por más de media cuadra.
—Déjame en paz, ¿qué te pasa?
Uriel intentó sacar su teléfono celular para grabar al agresor al tiempo que encendía el motor, no logró poner el vídeo a funcionar, pero el motor sí y le dio hasta el fondo dejando muy atrás al Hummer, aunque después del golpe habían quedado algunas partes averiadas y el auto no funcionaba correctamente. Dio la vuelta con dificultad en medio de la calle, cuando ya había perdido al atacante, no se percató que detrás iban un par de monjas, casi arrolla a una de ellas. Las monjas se quedaron catatónicas en la acera sin que nadie les prestara la menor atención, porque todos los transeúntes estaban al pendiente de los vehículos.
El Ferrari se metió a un negocio de remplazo de neumáticos por una de las puertas llevándose las herramientas y tirando todo a su paso. Los empleados lograron esquivarlo y uno de ellos muy enojado gritó al conductor que regresara a pagar los destrozos.
Uriel no se detuvo, estaba tan asustado que no pensaba más que en resguardarse del ataque del otro conductor.
El Hummer blanco le salió por la calle por donde tenía que pasar para llegar al taller del Mellao, a Uriel se le fue toda esperanza de escapar con vida, cerró los ojos, tiró del freno de mano y sintió la defensa del Hummer hacer pedazos lo que quedaba del frente del Ferrari.
El auto quedó hecho un montón de fierros retorcidos.
El conductor del Hummer sacó la cabeza por la ventanilla, venía sonriendo como si lo que acababa de hacer fuera lo más gracioso del mundo.
—No se preocupe, no es nada personal. El problema es con el dueño.
—Y a mí qué me importa su problema con el dueño, ni lo conozco. Solo estaba probando el carro porque lo dejó en el taller. Usted casi me mata, maldita sea.
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El jardín de Jazmín
RandomLa historia de Jazmín, su jardín y los animalitos que le rodean.