018 Orugas

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Jazmín estaba podando el pasto de su jardín cuando vio una pequeña oruga en el árbol. Al observar más detenidamente, se dio cuenta de que en cada hoja había otra oruga. Se quedó mirando un rato a los animalitos, hasta que una mano la tocó en la espalda. El susto la hizo saltar y al darse la vuelta se encontró a su hermano Elio detrás.

—¿Por qué me has asustado?

—Lo siento, no creí...

—¿Qué es lo que quieres?

—Preguntarte si vas a querer algo del mercado, estoy por ir allá.

—No quiero nada, si necesito algo, iré yo.

—Como quieras, luego no te quejes de que nadie te ayuda con el mandado.

—Elio, los dos vivimos en la casa, por que no abres el maldito refrigerador y la alacena y te fijas que hace falta.

—Ya lo decía yo, era demasiado bueno para ser verdad. Qué tengas un lindo día, querida.

Jazmín dejó caer los brazos con desgano. Por más que lo intentara no haría cambiar a su hermano.

Cuando Elio salió por la puerta, Jazmín escuchó una voz.

—¿Por qué no has buscado a la pareja de la que te habló la mulata de rojo?

—¿Quién anda ahí?

—Somos nosotros.

Jazmín dudó por unos momentos si sus ojos estaban funcionando bien. Una de las orugas del árbol le estaba hablando.

—¿Qué es lo que quieren de mí? ¿Por qué me cuestionan de esa forma?

—Solo queremos ayudarte —respondió otra oruga.

—No has hecho caso a la Mulata de rojo y se te acaba el tiempo -dijo la primera oruga.

—¿Qué se supone que debo hacer?

—Ya te lo ha dicho ella -continuó la primera oruga-, debes buscar en tus mundos imaginarios al personaje correcto y luego debes aparecer ante ella para provocarle un susto.

—Pero, ni siquiera sé quién es.

—Lo sabrás cuando la encuentres —respondió la segunda oruga.

—¿Por qué debo ser yo quien le dé un escarmiento?

—Porque es tu creación —replicó la primera oruga.

—Y en que me puede afectar a mí que no se haga de esa forma.

—Si no lo haces, la chica seguirá conjurando fuerzas oscuras en tu contra —respondió la segunda oruga—, esto te hará caer bajo su voluntad y te convertirás en un títere de tu propia creación.

—Creo que las únicas titiriteras que quieren jalar de mis hilos son ustedes.

—Es posible que la mente de la novicia haya hecho mella en ti —contestó la primera oruga—. Si esto es así, es demasiado tarde.

—Tarde se me está haciendo por estar perdiendo el tiempo hablando con unas orugas.

—Jazmín, toma esto con la seriedad debida —dijo la segunda oruga.

—Esto sí, que es gracioso, un par de orugas hablándome de seriedad.

—No le encuentro lo gracioso —respondió la primera oruga.

—No tomes a la ligera tu encomienda —replicó la segunda oruga.

—Ya me cansé de esto, voy por un insecticida.

Las orugas se estremecieron asustadas.

—Está bien, está bien. No las fumigaré, pero quiero pedirles un favor. No me hablen. No es agradable para mí, trabajar en mi jardín y de repente, escuchar su voz.

—Guardaremos silencio si nos prometes que irás por la chica que te ha mencionado la Mulata.

—¿Y a ustedes en qué les afecta que vaya o no vaya?

—Somos un reflejo de tu mente, si algo te pasa, indudablemente nos afectará a nosotros también.

—Eso tiene sentido.

—Si no estuviéramos conectados de alguna forma, júralo que no nos molestaríamos en mandarte a buscar a mujeres imaginarias.

Alguien tocó la puerta, Jazmín dejó lo que estaba haciendo para ir a contestar. Al salir vio a un desconocido parado en la acera.

—¿Qué desea, señor?

—He venido a traerle un mensaje del Señor.

—¿Cuál Señor?

—No se haga la idiota, pues de que Señor le estaré hablando.

—¿Viene a ofenderme a mi casa?

—Le he dicho que le traigo un mensaje del Señor.

—Y yo le he preguntado de cuál señor.

Elio entró por la puerta justo antes de que Jazmín le contestara una grosería al tipo pesado de la puerta.

—Jazmín, he traído unos platanitos y unas mandarinas.

—Hasta que se te prende el foco.

—¿Y este señor qué busca?

—Joven, he traído un mensaje del señor.

—¿De qué señor?

—Otro idiota.

—Oiga, no le permito...

—Elio, el señor ya se iba.

—Todos ustedes se irán al infierno. Ese es el mensaje.

—Gracias por recordarlo —respondió Elio.

El hombre cerró su biblia, tomó su camino a paso lento y se perdió al final de la calle. Mientras tanto, Jazmín revisaba las bolsas del mandado.

Al abrir la bolsa de naranjas se encontró una nota que decía: "Si no buscas a la mujer que te mencionó la mulata para castigarla, caerás en un infierno creado por ella".

—¿Qué es esto?

Se preguntó, no comprendía que era lo qué estaba pasando, comenzó a dudar si la nota era real. Tal vez solo se trataba de una broma de Elio.

—¿Qué estás haciendo, Jazmín?

—Estoy leyendo la nota que te pusieron en el mandado.

—Ah, eso, es el teléfono de una chica. Me lo ha dado cuando pasé a la fila para pagar.

—No se trata de un teléfono.

Cuando Jazmín miró de nuevo el papel, la nota había desaparecido y en su lugar había un número.

—Me estoy poniendo loca.

—No, siempre lo has estado. Solo estás tomando conciencia de ello.

—Quieres callarte, por favor, Elio.

—Solo digo, lo que veo. Deberías ir a ver a un siquiatra, tal vez te de algún medicamento y se te quiten esas alucinaciones.

—Estoy bien, solo déjame en paz.

Elio se tiró sobre el sofá y Jazmín continuó con la poda del jardín.

El jardín de JazmínWhere stories live. Discover now