015 Visiones de Las Vegas

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Lunes 2 de octubre del 2017

Esa noche se presentaría Mamita en San Francisco, California. Ricardo había viajado hasta ahí solo porque se había enterado de que Fernanda cantaría en una sola pieza.

Se había hospedado en un hotel de cuatro estrellas y solo había pasado a darse una ducha antes de salir la presentación.

Al llegar al final de la fila para entrar al concierto observó a una chica que le pareció haber visto antes. Sin duda se trataba de alguien del equipo de Mamita.

Un par de minutos después de que Ricardo tomó su lugar, la chica se fue caminando disimuladamente hacia otro sitio de la fila más adelante, intercambió palabras con alguien y luego desapareció tras la puerta de entrada al local.

Después de treinta minutos, Ricardo se encontraba dentro del teatro disfrutando del concierto de Mamita. Eran aproximadamente las nueve de la noche cuando sonaron las primeras notas de la guitarra de la cantante.

Minutos después se había armado una gran fiesta.

A mitad del concierto, una imagen llegó hasta la mente de Ricardo, hacía algunos meses había asistido a un concierto en Las Vegas, y por alguna extraña razón, esa imagen no se iba.

La imagen de la multitud en las Vegas se hizo tan invasiva que Ricardo tuvo que levantarse de la butaca y se dirigió por un momento a uno de los pasillos, preguntándose que le pasaba.

Entró al baño y se encontró con el señor de mantenimiento.

—¿Le pasa algo, joven?

—No, estoy bien —contestó Ricardo—, quiero decir, me siento mal, pero no es algo grave.

En ese instante, el joven perdió el equilibrio y se estrelló contra la pared.

El encargado de los servicios lo tomó por la mano y lo ayudó a incorporarse.

—Joven, ¿se encuentra bien o desea que llame a una ambulancia?

—No, creo que me pondré bien, solo es un mareo.

—¿Ha bebido demasiado?

—No he probado una gota de alcohol.

—Entonces no ha comido bien.

—En realidad se trata de una migraña, no sé qué me pasa, nunca había experimentado antes algo así.

Las imágenes se apoderaron de la mente de Ricardo, gente gritando, cuerpos tirados en el suelo. Heridos por todos lados. Cientos de disparos, desesperación, impotencia, miedo. Sus ojos se pusieron en blanco y volvió a recostarse contra la pared totalmente fuera de sí mismo.

—Joven, ¿quiere que llamé a su familia? No me haga esto por favor, contésteme por favor.

Ricardo cayó al piso y comenzó a convulsionarse. Durante esos instantes sintió una lluvia de disparos estrellándose contra su cuerpo, se vio a sí mismo caer una y otra vez, sangrando, herido, adolorido, muerto.

Tuvieron que llevárselo a la enfermería. El médico le preguntó si había estado tomando o se había metido alguna sustancia. Ricardo le dijo la verdad, no había tomado absolutamente nada.

—¿Había presentado cuadros semejantes en el pasado?

—Jamás, ni siquiera mareos o dolor de cabeza.

—Algo que haya salido de lo normal durante sus últimas veinticuatro horas, quizá una comida extraña a la que pueda ser alérgico, exceso de azúcar, una posibilidad de envenenamiento.

—Lo único fuera de común ha sido el concierto de Mamita.

—Es usted fan de Mamita.

—En realidad no.

—Entonces no entiendo porque molestarse en venir hasta San Francisco a uno de sus conciertos.

—En realidad vine a ver a Fernanda.

—¿Quién es Fernanda?

—Nadie, olvídelo.

—¿Tiene familiares por acá?

—Ninguno.

—Parece que solo se ha tratado de un mareo. ¿Cree estar en condiciones de regresar a su casa?

—Tengo que hacerlo, no me queda alternativa.

—Vaya con mucho cuidado.
Mientras regresaba a su cuarto de hotel, Ricardo iba pensando en lo que había pasado y en que se había perdido de la oportunidad de ver a Fernanda en el escenario.

Cuando llegó a su habitación se fue a dormir sin prestar atención a nada.

Al día siguiente fue a checar su teléfono y se encontró con una noticia que le puso a pensar. La noche anterior, en un concierto en Las Vegas, había habido una masacre con sesenta muertos y más de quinientos heridos.

Ahora comprendía las visiones que había experimentado. Se trataba de eso. Era la primera vez que tenía ese tipo de manifestación sensorial. Tal vez fuera una coincidencia, trató de sacar de su mente la noticia, si no lo hacía era muy probable que terminara obsesionado con el suceso.

Un escalofrío atravesó su cuerpo al pensar de lo vulnerables que son los asistentes a cualquier evento público. Una sola persona armada puede herir y matar a una multitud sin que nadie pueda evitarlo.

Pensó en Fernanda, ella también se había presentado en esa locación en el pasado, al igual que otros muchos.

La presentación del día anterior no había sido la primera, y sin duda no sería la última, porque cada sitio es utilizado por cientos de artistas para presentarse y en más del noventainueve por ciento de los casos no pasan estas tragedias. No era posible detener los acontecimientos o los espectáculos porque en el pasado hubiese tenido lugar algo así.

El jardín de JazmínWhere stories live. Discover now