James
Mis manos sudaban, sin tener idea de lo que estaba haciendo. Debía prepararme para la reacción de Chloe, ya que sabía que lo que estaba por decirle le afectaría. En cierta forma, también me afectaba a mí, más de lo que quería admitir. No solo debía enfrentar el hecho de contarle todo lo que ocurrió entre su primo y yo, sino también expresarle lo que sentía por ella. Esa atracción que cada día me atormentaba más y más, y que, por más que intentaba, no podía detener. Pero ya estaba hecho, estaba enamorado de Chloe.
Me movía de un lado a otro en mi oficina, buscándola, consciente de que estaba evitándome. Quería darle su espacio, pero no podía soportarlo más. Tenía miedo de que no fuera a comer conmigo, así que salí en su búsqueda. No fue difícil encontrarla, y le conté todo. Recuerdo su rostro asombrado; sabía que las cosas se volverían complicadas después de eso, pero no me importaba. Solo quería decirle todo de una vez por todas.
Su rostro rompió mi alma, y la dejé irse. Algo en mí decía que las cosas se complicarían más, pero después de que se fue, me sentí mal. Experimenté un vacío inexplicable y un mal sabor en la boca.
Así transcurrió todo el día hasta que me llamó. Sonreí, esperando que me dijera que todo estaría bien a partir de ahora, que compartiera sus sentimientos por mí. Pero no fue así. Me dijo que no podíamos avanzar más, que continuáramos como acordamos desde el principio. Me dolió mucho. Quería decirle que no se rindiera, que podíamos hacer más, que deseaba hacer más, que la quería y que lucharía por ella, pero no me dejó responder.
Toda la noche estuve dándole vueltas al asunto. Sabía que debía darle su espacio, sin presionarla. Las cosas se habían complicado demasiado rápido, y ni yo mismo comprendía cómo habían llegado a ese punto. Chloe me atrajo desde el principio, a pesar de su mal carácter, pero con el tiempo, sus rasgos irritantes se volvieron graciosos. Me encantaba hacerla enojar, pero aún más, me gustaba hacerla sonreír. Haría cualquier cosa por esa preciosa sonrisa, incluso al principio, cuando todo era fingido. Solo quería verla feliz, y me di cuenta de que sería diferente con ella desde el principio.
A pesar de todo, ahí estaba yo, recostado en mi cama, pensando en cómo recuperarla. La esperanza se desvanecía un poco más con cada segundo que pasaba, pero una idea me despertó de mi letargo. Me levanté, miré el reloj en mi mesita de noche (2:30 a.m.), y no me importó la hora. Estaba dispuesto a hacer algo, así que llamé a todas las personas que pude y preparé mi plan.
Al día siguiente, me comporté de la peor manera posible, volviendo a ser el de antes. Disfruté viendo cómo Chloe trataba de ocultar su incomodidad, cómo se escondía tras su orgullo. Tenía muchas ganas de besarla cuando la veía con su rostro de aburrimiento, conteniendo lo que quería decirme.
Luego tuve que actuar como el típico jefe controlador que siempre debí haber sido. Y lo disfruté demasiado, viendo las ganas que tenía Chloe de darme una bofetada, de gritarme, de lanzarme improperios, pero no podía hacer nada.
Debo ser sincero. A lo largo de mi vida, he tenido muchas experiencias, incluyendo aprender de los pasos de mi padre en la empresa. Aclarando esto y considerando mis reuniones con grandes empresarios, debo admitir que pedirle ayuda a Chloe para la presentación del nuevo proyecto fue solo una artimaña para pasar tiempo a solas con ella. Fue divertido, me sentí realmente bien, y definitivamente es algo que no olvidaré.
Después de todas esas experiencias, finalmente llegó el día de mi cumpleaños...
Este día no me gusta para nada. Todo parece aliarse en mi contra desde que pongo un pie fuera de la cama. No solo porque caigo en cuenta de que tengo un año más y me estoy volviendo más viejo, sino porque cada año, en este día, no puedo evitar recordar lo que pasó.
Froto mis ojos con los puños, me estiro un poco para ahuyentar la flojera. Gracias a Dios es viernes; podré inventar cualquier excusa para no tener que ver a mi padre mañana. Solo es soportar el día de hoy y todo estará bien.
Con esa actitud, realizo toda mi rutina matutina. Nada parece realmente interesante, pero eso no me sorprende. Me subo al auto y suspiro. No quisiera tener que hacer esto; preferiría quedarme en casa, dormir todo el día. Al menos los sueños son mejores que esto. Ya ni siquiera puedo molestar a Chloe. Eso al menos levantaba un poco mi ánimo, pero ella no me quiere, y dudo que algún día lo haga.
Conduzco hasta mi oficina. Me gustaría decir que algo más sucedió, que mi día dio un giro radical que me hizo sentir bien, pero no fue así. Solo se volvió más aburrido. Ni siquiera había trabajo por hacer; al menos así podría distraerme un poco.
Me recuesto sobre mi escritorio. Solo debo permanecer aquí unos minutos más y terminará esta tortura. Reviso mi reloj por milésima vez cuando escucho unos golpecitos en la puerta. Me incorporo rápidamente en el asiento y doy la autorización para entrar. La puerta se abre, y veo a cierta rubia amargada, a quien no esperaba, con una gran sonrisa entusiasta.
—Williams, ¿viene a despedirse? —pregunto tratando de sonar casual, aunque estoy realmente sorprendido, lo que no consigo.
—En realidad, no. Mi turno terminó, así que basta de formalidades. Oficialmente es fin de semana —dice entre fastidiada y ansiosa.
La observo durante unos segundos, tratando de incomodarla un poco, lo que claramente consigo. Y sonrío.
—¿Realmente eres Chloe?
Termina por impacientarse, rueda los ojos en gesto de aburrimiento. Incluso puedo ver un gesto de niña pequeña asomarse por su rostro, pero no me importa.
—Sí, pero si continúas así, mi buen humor se irá —anuncia.
—Está bien —me río, relajando un poco mi postura—. ¿Qué necesitas?
—Quiero que me acompañes a un lugar —dice apresuradamente.
La observo cerrar los ojos con claro temor de lo que voy a responderle. Me gusta verla sufrir, así que espero durante unos segundos hasta que vuelve a abrir los ojos y me observa fijamente. Trato de molestarla un poco.
—Jamás pensé que tú fueras de las que pedían eso —digo con exagerado asombro.
Estoy seguro de que, si no hubiera un escritorio entre nosotros, Chloe hubiera saltado para darme un buen golpe. Al menos eso deduje por la forma en que su rostro se contrajo. Pero al parecer, está de muy buen humor el día de hoy, porque solo se limita a respirar profundo y pregunta:
—¿Vendrás o no?
No perderé esta oportunidad por nada. Quiero ver qué se trae entre manos la rubia.
—Claro —acepto sonriendo con satisfacción.
No me separé ni un segundo de ella. No quería desaprovechar la oportunidad de estar con ella mientras me lo permitiera. Incluso la besé, y se sintió tan bien, algo único y especial.
Después llegó el momento de confesarle toda la verdad, y ni por un segundo se me pasó por la cabeza la idea de que ella también fuera a decirme lo que le había sucedido anteriormente. Pero así fue, y me sentí realmente especial en ese momento. Sabía que le costaba mucho trabajo hablar, no quería obligarla, pero tampoco quería detenerla. Quería saber qué era eso que la atormentaba, de verdad que sí, por lo que dejé que continuara.
Así pasamos un rato, hablando sobre nuestro pasado, abriendo nuestros corazones, compartiendo experiencias, brindándonos el apoyo que necesitábamos. Todo eso en conjunto creó un lazo muy fuerte entre nosotros.
Y ahora estoy aquí, viéndola respirar tranquilamente. Su cabello regado alrededor de su rostro, sus labios rojizos, sus largas pestañas, el rastro de pecas en sus mejillas. Toda ella es perfecta, al menos para mí. No desearía estar en ningún otro lugar. Estoy seguro de que haría cualquier cosa por ella, porque sería un privilegio estar a sus pies. Ella me controla, y no me da pena admitirlo. Ella tiene todo mi corazón. Fue ella quien recogió los pedazos y los unió, y solo ella es quien podrá volverlo a romper. Pero hasta eso sería un privilegio.
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Planeando Al Amor
RomanceChloe es una chica con muchos problemas: es torpe a más no poder, tiene una madre que la obliga a hacer cosas que no quiere, un padre sobreprotector y una vida social demasiado escasa para tener 26 años, y no se diga de las experiencias que ha tenid...