Capítulo 32: Como debió ser desde el principio

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Los siguientes días fueron realmente lindos, James y yo no nos separamos ni un sólo segundo. Me di cuenta de que en realidad lo que más me molestaba de James, también era lo que más me gustaba, como su egocentrismo, aunque claro, no podía admitirlo, no quiero alimentar su ego, o que sólo por hacerme enojar deje de ser como es.

Últimamente era muy fácil hacerme sonreír, y también pude darme cuenta de porqué a las antiguas empleadas les gustaba tanto ir a la oficina de James, aunque de sólo pensar qué habrán hecho ahí me hace retorcerme de celos, sí, ya que aquí puedo expresarme como yo quiera, pero me queda el consuelo de que, a pesar de que no es tan reconfortante ya que los malditos celos no me dejan de carcomer la cabeza, a James ninguna de ellas le importó tanto como le importo yo.

Y ahora, en otro lunes más de mi vida, me encuentro sentada en la sala de espera de un hospital. ¿La razón? Ayudar a mi mejor amiga a confirmar si está embarazada o sólo fue una falsa alarma. Ambas nos tomamos el día libre en el trabajo, claro, con ayuda de James, que fue quien lo autorizó después de rogarle un poco ya que el idiota no quería darme el día porque existía la posibilidad de que tuviera que quedarme con Leslie todo el día de hoy, e incluso, mañana, si algo salía mal.

Pero, finalmente, aquí nos encontramos, esperando a que finalmente nos atiendan, Leslie no paró de caminar de un lado a otro durante la primera media hora de espera, el color abandonó su rostro desde que entramos al lugar, no la culpaba, entiendo perfectamente por todo lo que debe estar pasando, después de todo lo que le ocurrió de pequeña, no la culpo. Tuve que obligarla a sentarse, no quería que fuese a desmayarse antes de entrar a la oficina del doctor.

El aspecto de mi amiga es realmente deplorable, tiene dos grandes ojeras bajo sus ojos, el color prácticamente ha abandonado su piel, su cabello es un desastre, incluso su atuendo refleja el cuanto le afecta todo esto. Le sujeto la mano, de vez en cuando le doy ligeros apretones para darle mi apoyo, para decirle, sin necesidad de palabras, que estaré ahí para ella pase lo que pase. Puedo sentir cómo tiembla, me siento mal por ella, pero no puedo hacer nada hasta saber en realidad lo que va a pasar.

Una enfermera se acerca hasta donde estamos, con una lista, donde al parecer están registradas las citas, en su manos.

—El doctor Gaynor está un poco retrasado, al parecer le surgió un problema, pero me pidió que las llevara a su oficina, un colega suyo las atenderá, síganme por favor.

Mi amiga se levantó con un resorte de su asiento, la conocía, sabía que quería terminar con esto de una vez por todas y admiraba la actitud con la que se estaba tomando todo, la fortaleza que tiene.

Seguimos a la enfermera por el largo pasillo lleno de habitaciones, hasta que nos detenemos frente a una puerta con una placa en el con el nombre del doctor Gaynor. La enfermera abre la puerta y nos indica con una seña que entremos y nos sentemos.

—El doctor estará aquí en unos minutos —dicho eso cierra la puerta de la oficina, dejándonos solas.

Volteo a ver a mi amiga, y esta me da una sonrisa triste, sé perfectamente lo que está pasando por su cabeza en este momento. Aclaro mi garganta para llamar su atención, pero ella ni siquiera voltea a verme, juega con sus manos en su regazo, abro mi boca para hablar pero antes de que pueda decir algo me interrumpe.

—No digas nada, por lo menos no hasta que tengamos el resultado —su voz suena distante, no parece la misma.

Prefiero hacerle caso, la verdad es que sé que nada de lo que le diga podrá reconfortarla, por lo menos no hasta que tengamos el resultado, como ella misma dijo. Suspiro y me limito a observar toda la habitación, el silencio se volvió realmente incómodo, parece como si hubieran pasado horas cuando escuchamos la puerta abrirse.

Planeando Al AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora