CAPÍTULO 5

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<< El amor nos da la vida y su ausencia nos mata un poco cada día. >>

BEBE

Hizo una mueca cuando sintió cómo se le desgarraba el pecho por dentro y aminoró la velocidad, maldiciéndose una vez más por haber pasado de las advertencias de los médicos

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Hizo una mueca cuando sintió cómo se le desgarraba el pecho por dentro y aminoró la velocidad, maldiciéndose una vez más por haber pasado de las advertencias de los médicos. 

Apretó la mandíbula y se limitó a seguir respirando mientras se hacía a un lado de la calle para que los coches pudieran adelantarle. Había calculado que desde su casa hasta la de la chica debían de haber unos diez minutos, pero estaba claro que a aquel ritmo les llevaría algo más de tiempo. 

Espió a la joven por el espejo del retrovisor y comprobó que a ella no parecía importarle. Se abrazaba a él en busca de su calor corporal y tenía los ojos cerrados, como si estuviera a punto de quedarse dormida. 

A él le pareció irónico que hacía apenas unos minutos la chica no quisiera tocarlo y que ahora estuviera pegada a él como una lapa. Volvió a recordar la forma tan atropellada en la que la muchacha se había disculpado, y una sonrisa se dibujó lentamente en sus labios.

<< Qué tonta... >> pensó. 

Detuvo la moto frente a un semáforo en rojo, apoyó un pie en el suelo y se sorprendió contemplándola de nuevo en el cristal del espejo. Se obligó a no soltar una carcajada cuando la chica dio una cabezada. 

— Ey, no te estarás durmiendo, ¿verdad...?— sonrió de lado, divertido.

____ negó con la cabeza y gruñó a modo de respuesta, aunque no se molestó en abrir los ojos ni en separarse un poco de él. A Ace no le molestó, de hecho, estaba disfrutando bastante con su escena. 

Entendía mejor que nadie que una tarde con Luffy podía llegar a ser mortal, pero aún no concebía cómo podía tomarse la libertad de quedarse durmiendo abrazada a la espalda de alguien a quien acababa de conocer. 

Bajó la mirada para clavar los ojos en las manos de la chica, las cuales estaban entrelazadas prácticamente a la altura de su regazo. Distinguió unas manchas moradas que le salpicaban la piel debido al frío, y aunque sintió la responsabilidad de cubrir las manos de la joven con las suyas para transmitirle calor, decidió no hacerlo.

Se limitó a mirar hacia otro lado y a esperar a que el semáforo se pusiera en verde mientras intentaba asimilar por enésima vez la realidad que cada día lo golpeaba con más crueldad. 

Hizo girar las manivelas de la moto y se mantuvo a la izquierda del carril al tiempo que hacía un recuento de las pastillas que debía tomarse antes de acostarse. Tres medicamentos diferentes tres veces al día. Le parecía todo tan absurdo...

A finales de su primer año de tratamiento en Estados Unidos, los médicos llegaron a la conclusión de que estaba deprimido. Ace ya había comprobado que los folletos y las páginas webs siempre incluían la depresión entre los efectos colaterales del cáncer. 

𝐄𝐥 𝐡𝐞𝐫𝐦𝐚𝐧𝐨 𝐝𝐞 𝐦𝐢 𝐦𝐞𝐣𝐨𝐫 𝐚𝐦𝐢𝐠𝐨 [Ace x Lectora]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora