El destino de Portgas D Ace no era otro que el de convertirse en el mejor alero de la NBA, aquello era algo que el muchacho sabía muy bien. Sus habilidades, carisma y atractivo lo habían convertido en uno de los estudiantes más influyentes y deseado...
<< Pero todo lo que he aprendido del amor era como dispararle a alguien que te superó.>>
PENTATONIX
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El campus de la facultad estaba bastante animado aquella tarde: había varios universitarios congregados bajo los árboles que se distribuían a ambos lados del pasillo empedrado, amparándose de la nieve que caía con pereza del cielo plomizo y oscuro; otros reunidos en la entrada del pabellón de deportes, formando fila para entrar ordenadamente al recinto.
Ace chasqueó la lengua, molesto: no le gustaba hacer cola para nada, y menos si se trataba de un baile para críos. No obstante, el poco mal humor que había comenzado a manifestarse en su rostro fue radicalmente aplacado por una suave colleja que le propinó ____ en la cabeza.
— No pongas esa cara— replicó la chica con fingida tristeza—. ¿Acaso quieres que todos piensen que te he arrastrado hasta aquí en contra de tu voluntad?
Ace alzó las cejas y ladeó un poco la cabeza para lanzarle una mirada y sonrisa cómplices, jocoso.
— Puedo decirles también que me has drogado y encerrado en el maletero del coche— trató de provocarla—. Seguro que colaría.
Ella bufó en un vano intento de reprimir una sonrisa divertida y le colocó una mano en el hombro, encantada con su buen ánimo. Casi le había costado hacerse a la idea de que el pecoso hubiera accedido a su petición de empujar la silla de ruedas por él, teniendo en cuenta lo orgulloso que podía llegar a ser algunas veces.
Ace compuso una sonrisa jovial y colocó una mano sobre la de la chica, inclinando la cabeza para sentir el calor su tacto en el rostro, y ____ sintió que algo dentro de ella dejaba de funcionar, empezando por sus pulmones: adoraba lo tierno que podía llegar a ser Ace.
La joven siguió empujando la silla por el pasillo empedrado, ignorando las miradas indiscretas que algunos universitarios lanzaban en su dirección, escudriñando con curiosidad a la pareja y la mochila que había en la cesta de la silla, de la cual sobresalía un cable de plástico.
Ace procuró restarle importancia, al fin y al cabo, sabía de sobra que no conseguiría pasar desapercibido en aquellas circunstancias. Sin embargo, no podía evitar que una pequeña parte de él quisiera desaparecer en aquel momento: aquellos ojos eran los mismos que una vez lo habían observado con admiración y respeto antes de que se hubiera visto obligado a abandonar el equipo de baloncesto.
No tuvieron que esperar mucho para entrar en el interior del edificio, el cual los amparó inmediatamente del frío y la nieve. Una de las estudiantes que se habían ofrecido voluntarias para organizar el evento, se acercó a ellos para pedirles los abrigos y guardarlos en una de las taquillas que había distribuidas a lo largo de todo el pasillo.
Ace se puso en pie con ayuda de ____, que dejó que se sujetase a su hombro para que no perdiera el equilibrio. Se quitó el abrigo negro con cuidado de no tirar de las gafas nasales y se lo tendió a la muchacha, que se lo quedó mirando con notable sorpresa.