CAPÍTULO 38

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<<El destino tiene por costumbre no dejarnos elegir nuestro final.>>

HANNIBAL LECTER

— Mi padre se encargó de todo en Maryland— concluyó Law al tiempo que se recostaba en el respaldo de la butaca—

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— Mi padre se encargó de todo en Maryland— concluyó Law al tiempo que se recostaba en el respaldo de la butaca—. Sabo tuvo que dejar la universidad para encontrar un trabajo a tiempo completo con el que pagarle la medicación a Portgas-ya. Bueno, ya sabes cómo funciona la sanidad en Estados Unidos...

El médico hizo una pausa mientras se permitía perderse en los recuerdos de aquel año en los que casi llegó a pensar que Ace no viviría más de dos meses. Recordó cómo el pecoso había llegado a perder quince kilos en dos semanas, el cansancio que acabó asediando a Sabo y el miedo de Luffy al pensar que podría perder a sus dos hermanos.

— Mi padre fue esa segunda opinión facultativa que Portgas-ya necesitó para entender que aquel cáncer podría matarlo. Sin embargo, visto que habían vuelto a aparecer un par de nódulos, se le volvió a realizar una lobectomía para extirparle otra parte del pulmón. 

— Qué lástima...— pensó la chica en voz alta, la mirada fija en sus manos entrelazadas.

Law, por su parte, frunció los labios y se encogió de hombros.

— Unas semanas después le diagnosticaron metástasis en los huesos y mi padre decidió permitirle volver a casa. Un cáncer terminal es más llevadero en compañía de tu familia.

____ apretó los labios mientras asentía con la cabeza, tratando de controlar las lágrimas que habían comenzado a humedecerle los ojos. Era consciente de que Ace debía de sentirse en deuda con Sabo y que, conociéndolo, quizás no supiera cómo agradecérselo. También sabía que lo más probable es que se sintiera lo suficientemente solo como para no haberle hablado de su enfermedad por miedo a perderla.

— Me va a odiar...

Law arqueó las cejas, casi divertido por aquella absurda declaración.

— ¿De qué demonios hablas?

— Lo dejé allí plantado cuando más me necesitaba a su lado— explicó ella, escondiendo el rostro en las palmas de sus manos.

— ¿No eras tú la que tenía que tomar la decisión?— gruñó Law, cruzándose de brazos—. ¿Por qué estás dudando ahora?

— Porque me siento fatal— lloró ella finalmente—. Seguro que está asustado y se siente culpable de todo.

El ojeroso se la quedó mirando durante un rato, asombrado por el súbito cambio que sus palabras habían tenido sobre el comportamiento de la muchacha, y por un instante, casi pareció que estuviera viendo a su yo de hace dos años. Extendió su mano para posarla sobre las de la joven en un intento de transmitirle ánimos, un gesto que él hubiera agradecido de estar en su situación.

𝐄𝐥 𝐡𝐞𝐫𝐦𝐚𝐧𝐨 𝐝𝐞 𝐦𝐢 𝐦𝐞𝐣𝐨𝐫 𝐚𝐦𝐢𝐠𝐨 [Ace x Lectora]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora