Capitulo 21 Laura

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Abrase a ese adolescente que se echaba la culpa de una tragedia que le toco vivir como a los demás.
Sabia de lo que quería hablarme, León me hablo de ello…, pero escucharlo de la boca de Pablo fue totalmente distinto. Sentí ese dolor, esa angustia que llevaba dentro.
Lo sentí temblar para no llorar. Y aun así no pudo contener las lágrimas cuando intento secar las mías. Porque llore. Llore junto a él su perdida y sobre todo al antiguo Pablo, que quizá me hubiera dado miedo conocer pero que estoy segura que formaría parte de mi vida.

El frio comenzó a calarnos los huesos.
Eso es lo que tiene Buenos Aires, quizá haga calor durante el día pero la noche siempre te obliga a ponerte encima una camperita o saco, más en primavera.

La frazada que nos cubría ya no hacia  el mismo efecto. Así que sin hablarlo demasiado decidimos irnos.

Eran las 4:45 am. Las horas junto a Pablo pasaban rápido.

En sumo silencio juntamos nuestras pertenencias y tomados de las manos llegamos al puente donde aun había algunos patos nadando.
Rebusque en la mochila de Pablo el resto de comida. Cuando tuve en mis manos lo que buscaba volví a posarme sobre la baranda del puente. Él se acomodo a mi lado, mirando hacia el agua

— Creo que no podemos alimentarlos— me encogí de hombros— ¿Vas a ir en contra de las reglas?— asentí—  con una noche bajo mi influencias ya eres toda una rebelde.

— No siempre fui así, tan estructurada señor Humilde  y aparte es solo pan no creo que les cause algún daño irreparable— le enseñe el sándwich que tenía entre las manos

— Pero tiene jamón y queso— acuso— van a morir por tu culpa

Le puse los ojos en blanco aunque no estuviera observándome directamente. Me empujo sutilmente y me sonrió

— ¡es un chiste! Vamos a sobrealimentar a estos patos.

Sacudí la cabeza con diversión y me di a la tarea de alimentar a esos patitos.
En cuestión de segundos aparecieron unos 10 patos más para también ser alimentados y nosotros ya no teníamos nada para darles

— Tenían hambre— dije con tristeza

— Voy a decirle a Tadashi que les den de comer si no quiere que vengamos cada noche a alimentarlos nosotros mismo.

— Tendríamos que venir de día también— le solté sin pensarlo.

El jardín japonés era lindo de noche pero de día también lo era y podríamos disfrutar de los paisajes que nos regalaba sin tener que estar esquivando cámaras.

— Vamos a volver—. Sentencio

Llamo con su teléfono al cuidador y minutos después ya estaba guiándonos hacia la salida.
Caminaba lento, pausado, para estirar un poco la noche como si eso fuera posible. Ya estaba casi amaneciendo y algo me decía que esa promesa hecha por Pablo no iba a ser cumplida. Pablo y yo ya no éramos los mismos. El no beso me abrió los ojos, debía apartarme para evitar más confusiones.
Si era necesario  comenzaría a aceptar las invitaciones por parte de Emiliano, mi jefe en la editorial o tal vez le diría a Pablo que quería que comenzara a actuar como mi Cupido y me buscara con quien salir.

Volvimos al edificio en un taxi. Solo porque le gane por cansancio y jure pagar yo la tirada.
Si fuera por él volveríamos caminando. Y esta vez me negaba en rotundo, las calles eran cuesta arriba.

El taxista era un hombre mayor, con cara de cansado. Venia escuchando la radio sin muchos ánimos para hablar.
Cuando paro y subimos ni siquiera nos miro. Su única respuesta a que entendió hacia dónde íbamos fue un asentimiento de cabeza.
Me quede mirando por la ventana, tratando de no interrumpir el silencio del taxi por nada en el mundo. Pablo sin embargo se canso del silencio. Lo vi removerse inquieto y resoplar de manera sonora, y supe que algo iba a hacer para terminar con la armonía del pobre hombre.

Mi vecino...Mi Cupido  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora