capitulo 32 Pablo

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Una nueva semana pasaba lentamente y yo me dejaba arrastrar por ella.

Pero es que desde que Laura se fue yo solo podía pensar en que estaría haciendo. Si se sentiría perdida sola en un país desconocido. Si se había llevado el libro que sabía que estaba leyendo, ya que cada vez que entraba a su casa este estaba en la mesita de noche con unos cuantos papelitos de colores saliendo de él.

Tenía trabajo para hacer, para distraerme pero no podía concentrarme. Cada vez que tomaba la guitarra para tratar de componer siempre la protagonista de esa historia que trataba de contar tenía su cara, sus ojos, sus labios, todo de ella..., y frustrado terminaba tirando el cuaderno de anotaciones y me encendía un cigarrillo para calmar la ansiedad.

Retrase todas las entregas para un mes más. Perdí a varios clientes por ello pero la verdad me tenía sin cuidado.

Era una fiera enjaulada, caminaba de un lado a otro, tanto en la oficina como en el departamento pensando una y otra vez que hubiera sido de nosotros si yo hubiera actuado de otra manera, si yo  no hubiera sido tan infantil, tan miedoso.

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Todos los días estuve yendo al hospital a ver mi madre. Comencé a admirar su entereza, la forma en la que luchaba para que la enfermedad no la venciera.

Entendí también el amor que se profesaban con Julián, ni en las mejores películas románticas vi que un hombre se desviviera tanto por una mujer.

Todos los días la animaba de maneras diferente, siempre tenía entre manos una nueva ocurrencia para hacerle más amena la estadía en el hospital. Como la mañana en la que llegue de sorpresa y él había armado una mesa junto a unas sillas para tomar café.

Había colocado en una de las paredes una gigantografía de La Torre Eiffel, y ambos imaginaban que estaban allí en Paris, como prometieron hacer para su aniversario.

Me reí mucho cuando intentaban hablar francés.
Me prendí en su juego y tome el papel de mesero.

Fui muy malo, volqué dos veces el contenido de la taza y moje toda la mesa.

No recordaba la risa sincera de mi madre hasta esa mañana que rio con muchas ganas al verme tropezar con su suero y casi arruinar la foto de La Torre Eiffel.

Esa noche me ofrecí para cuidarla, y es que pretendía que Julián durmiese aunque sea una sola noche en la cama como era debido.

¡Como me costó convencerlo!

Tenía miedo de que en su ausencia le sucediera algo, pero Brida lo convenció dejándole en claro de que si no se iba a descansar ella misma firmaría un papel en la recepción del hospital para que no lo dejaran ingresar.


Estaba preparándome para salir hacia el hospital cuando recibo la llamada de Julián.

Se me acelero el corazón de golpe, comenzaron a sudarme las manos temía que fuera una mala noticia ya que no estoy preparado para perderla. No después de haberme reencontrado con ella después de tanto tiempo.

Con manos temblorosas deslice la pantalla de mi teléfono para atender la llamada

— ¿sí?— apenas logre que saliera mi voz

— Pablo ¿seguro que podrás arreglarte?— largue el aire que estaba conteniendo y suspire. Casi muero de un infarto.

— Sí Julián no creo que sea muy difícil hacerle compañía a mi madre, tampoco actúes como si fuera que tengo que operarla— escuche como se reía por lo bajo

Mi vecino...Mi Cupido  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora