Capitulo 13 Laura

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La luz del sol no dejaba de darme en la cara. Eso evito que siguiera durmiendo.
Cuando me senté en la cama y vi durmiendo a Pablo a mi lado me pareció una situación totalmente normal. No me sentía incomoda, todo lo contrario.
Sonreí con total sinceridad después de varios días.
Me levante, cerré las persianas y volví a la cama.
Saque la computadora del medio de nosotros, era el único medio físico que nos separaba; la deje en el suelo y con sumo cuidado, para no despertarlo, volví a recostarme.
Cuando estaba a punto de cerrar los ojos siento las manos de Pablo rodeándome la cintura; acomodo la cabeza entre mi hombro y mi cuello y suspiro. Su aliento cálido provoco  escalofríos en mí. El corazón me latía desbocado   por su cercanía.
Me distraje tanto en las pequeñas sensaciones que recorrían mi cuerpo que me sobresalte cuando escuché como pequeños quejidos salían de él… estaba soñando. Se lo notaba inquieto. Trate de tranquilizarlo acariciando el brazo que me mantenía pegado junto a él de arriba hacia abajo con sumo mimo.
Soltó el aire que aparentemente estaba conteniendo y su sueño siguió como si nada.
Cerré los ojos y me dormí pensando en lo bien que me sentía entre sus brazos.




Me despertó las voces que venían de afuera…
Ya no sentía los brazos de Pablo y al girarme él ya no estaba.
Cuando me despabile un poco agudice el oído y escucho la conversación que mantenía mi vecino junto a su acompañante.


— ¿Dónde estuviste anoche? Vine cuando  salí del bar a verte y no atendías— definitivamente era la voz de una mujer.

Y si la memoria no me fallaba era la voz de la mujer que me cruce ese día en las escaleras. Sí, esa que gemía como si se le fuera la vida en ello

— Mmm, si me hubieras avisado que pasabas a verme me quedaba a esperarte preciosa— algo se removió en mí interior

Se hizo el silencio y se empezaron a escuchar pequeños gemidos de parte de la susodicha.
De repente se me subió la bilis, y una arcada hizo que  se me llenaran los ojos de lágrimas.

Corrí hasta el baño, me apoye en el lava manos y espere…pero nada salió. Levante la cabeza, mire le reflejo que me devolvía el espejo. Me veía realmente patética. Tenía los ojos llenos de lágrimas y no por causa de la arcada anterior.
Apoye la cabeza en el vidrio frio y me insulte muchas veces.

Era una ilusa, una idiota.

¿Por qué pensé que Pablo podría ser lo que tanto tiempo busque?


¿Cómo podía sentir cosas por él en tampoco tiempo?

Era realmente patética.
Aunque también él tenía la culpa…sus actitudes, sus palabras dulces…su… ¡mierda! Él no tenía la culpa de nada, seguramente  trataba así  a todo el mundo  y yo me creía especial.

Salí del cuarto del baño y busque rápido lo que quería ponerme para evitar escuchar como mi vecino cog… hacia el amor con su chica.
Me arregle lo mejor que pude.

Intente atarme el cabello pero no podía y en ese instante odie mi corte de pelo, a Beth, a Pablo, al universo y sobre todo  al estúpido de Cupido.

Se me volvieron a llenar los ojos de lágrima, pero esta vez de bronca, por haberme dejado llevar. Parecía una adolescente que por no quedar mal con su nuevo grupito de amigos hacia todo lo que ellos querían.
Tome mi bolso y salí dando un portazo en toda regla.
Baje por las escaleras, aunque el ascensor estuviera ahí con sus puertas abiertas esperándome para que entrara.

¡No! Ni loca subía a ese cacharro yo sola.

Antes de salir por el portal tome mi celular y le  mande un mensaje a mi mamá preguntándole si estaba en su casa. A lo que respondió <Lo siento cielo. Estamos en lo de tus tíos>

— MIERDA— maldije  en voz alta ¿Dónde iba?

Miriam  es mi única amiga y era domingo, el único día que tenía de descanso. Y la verdad no tenía ganas de molestarla.


Era una mujer adulta no necesitaba de compañía ¿no?


Caminaba mientras rebuscaba en mi cartera. Sonreí al ver el libro de Megan Maxwell que había empezado a leer antes de escuchar cantar a Pablo.

Seguía caminando con las manos metidas en la cartera sin mirar hacia adelante así que cuando choque de manera violenta contra alguien deje caer todas las cosas que contenía mi cartera

— Perdón no te vi— me justifique ante quien fuera

— Perdóname tu a mí, por no ver a semejante belleza caminar hacia a mí

Esa voz…, les aseguro que era la voz que todas imaginamos que tendría el hombre ideal. Ronca, sensual y segura.

Levante la mirada del suelo y me encontré con unos ojos negros, donde juro que podía ver el universo. Me sonrió y perdí la poca cordura que me quedaba

— Déjame que te ayude— juntamos mis cosas en silencio.

Yo porque creo que no me salía la voz y él…por qué no dejaba de mirarme, cada vez que lo miraba de reojo, lo encontraba con sus ojos posados en mí.

Me puse de todos los tonos cuando veo que su  mano estaba a punto de levantar un tampón. Lo tome antes que él lo hiciera y lo metí dentro del bolso. Me puse de pie y acomodé las tiras sobre mi hombro.

— Toma te falta esto— me extendió un preservativo

¡por el amor de Dios! Estaba frente a un hombre hermoso, y ya vio lo que había en la cartera y ahora eso…, va a pensar… ¡que piense lo que quiera!

— Gracias— y gracias mamá por tu consejo de < jamás salgas de tu casa sin DNI, tampón o toallita y preservativos…,uno nunca sabe>

— Por cierto me llamo León

— Laura, un gusto.

— El gusto es mío.

Lo observaba con fascinación. Vestía de manera  impecable. Zapatos negros bien lustrados, un jeans negro, una camisa blanca que llevaba perfectamente arremangada. Una barba de unos tres días cubría su rostro, el pelo peinado con mimo. Sin contar el cuerpo que lo acompañaba.
Era hermoso, una versión más madura de Mario Casas.

Quería cortar el hielo así que hable

— ¿vives acá?

— No, un amigo lo hace. Solo vine a visitarlo. Vive en el segundo piso

¡Bingo!

— ¿Pablo Humilde?— dije casi con asco

— El mismo— sonrió— ¿sos su vecina?

— Por desgracia…— mire hacia al ascensor— te conviene las escaleras aunque creo que vas a interrumpirlo— hice una mueca que le causo gracia por que se carcajeo

— ¿No me digas?— asentí— te invito a tomar un café ¿Puedes o tienes otro compromiso?

¿Por qué no? No tenía nada interesante que hacer pero aún así me hice la interesante

— Mmm ¿Ahora?

— Sí— se encogió de hombros

— Bueno acepto. Dejo para más tarde lo que tenía en mente.

Me ofreció su brazo y salimos del edificio.

Por fin el karma jugo un  vez a mi favor.


Mi vecino...Mi Cupido  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora