Capitulo 24 Pablo

248 54 9
                                    

Tenía una sed asquerosa. Sentía pastosa la boca y un ardor en el estomago que me quemaba todo por dentro.
Me senté como pude en la cama y una arcada hizo que los ojos se me llenaran de lágrimas y me despertara del todo.
Reconocí en segundos que estaba en la casa de Laura, antes inclusive de abrir los ojos ya sabía que estaba en su cama, el olor a perfume para ropa que tenían sus sabanas era inconfundible.

Me puse de pie porque me ganaron las ganas de mear.

Antes de entrar al baño mire hacia la cama. Laura dormía abrazada a su almohada.
Busque con la mirada el reloj de pared y comprobé que eran pasadas las siete de la tarde.


Llegue totalmente borracho, tomar  whisky de morro no era buena idea más si recién eran las diez de la mañana. Pero no pude evitarlo. Fui al antiguo bar donde tenía junta cuando era un crio. Y justo allí vendían whisky del malo, del barato. Ese con el que con solo un trago te arriesgas a perder el hígado. Y yo soy tan <malo> que no me tome un trago si no dos botellas.
Dos botellas que bebí sin mucho protocolo, con pequeños tragos y tomando bocanas de aire para evitar ahogarme.
Hasta juro que temí por mi vida cuando encendí un cigarrillo, creí que me incineraría en cuestión de segundos, pero nada de eso paso, si no, no hubiera llegado a molestar a Laura.

Aun hecho una mierda no podía evitar pensarla, estando en ese bar mugroso eran sus ojos y su sonrisa lo que no hacía que no me hundiera en una depresión absoluta. Ella sin saberlo evitaba que callera en la tentación de fumarme un porro cada vez que me sentía frustrado.

Julián estuvo conmigo en ese bar y me acompaño bebiendo conmigo la primera botella de cerveza que pedí.
No sé porque acepte hablar con él en realidad. Poco tendría que importarme la mujer que me abandono, pero es que cuando escuche  que se estaba muriendo, la angustia se apodero de mi sistema. Y cuando Julián me pidió por favor que lo escuchara solo pude asentir con la cabeza.
Comencé a bajar por las escaleras sin importarme si él me seguía o no. Se dio cuenta de la indirecta que le mande y me siguió. Bajamos en completo silencio las escaleras  y nos subimos al primer taxi que paso por la puerta del edificio. No pregunte si quería ir a ese bar o no, porque si se negaba iba a ir igual solo a <desahogar penas>.
Pidió al taxista que le abriera el maletero para que pudiera meter sus cosas allí. Cuando lo hicieron le di la dirección y seguimos viaje.
Al llegar baje y lo mire de reojo. Saque plata y pague la tirada hasta el bar. Mientras que pagaba él bajaba las cosas del maletero, al mirarlo de forma distraída noté que tenía el labio partido con sangre seca en él y un pómulo bastante hinchado que ya se estaba tornando verde.
Yo en cambio tenía sangre seca en los nudillos y un dolor en la mano que hacía que me la tomara de vez en cuando para amortiguar la punzada.

Nos sentamos en la mesa más cercana a la ventana, no era uno de esos bares lindos donde pides un asiento junto a la ventana para ver hacia afuera, si no que pides ese lugar para ver si podías tomar un poco de aire puro ya que este lugar huele a mierda, alcohol y tabaco por igual.

Eran las diez y media pasadas y aún así había un grupito de chicos que jugaban al pool en la mesa del  fondo notablemente borrachos. También unos hombres ya mayores sentados en la barra, ellos seguramente pasaron la noche en este lugar.

Irónicamente el bar se llamaba <delirium>  y es que tenías que estar delirando para entrar.
En fin…, una mesera se nos acerco y nos tomo pedido.
Fue después de que acabamos la primera botella que hable

— ¿Viniste a beber o a contarme mierda?— me clavo la mirada por un instante, luego volvió a mirar el cenicero que estaba pegado a la mesa para evitar que alguien se lo llevara.

— Vine a verte porque creí que debías saber lo de tu madre. Esta grave, solo le dan un par de meses de vida— apretó con fuerza el vaso medio vacío que tenía entre las manos. Le dolía decirlo en voz alta

Mi vecino...Mi Cupido  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora