Capitulo 14 Pablo

262 55 11
                                    


Me despertó el ruido que hacia mi celular sobre la mesita junto a la cama de Laura.
Estire mi brazo para tomarlo antes de que la despertara a ella también.
Era un mensaje de whatsapp de Sofía < estoy yendo a tu casa. Espero que me atiendas. Te necesito…>

Maldije en voz baja y conteste un simple <ok>.

Me gire y vi a Laura en posición fetal  buscando calor; la tape para que no tomara frio.

Salí de su departamento sin hacer mucho ruido, no quería despertarla.
No sabía que decirle, entre sueños la tome de la cintura y la atraje contra mí, y ella se dejo. Lo supe porque me desperté al sentir como acariciaba mi brazo que la mantenía rodeada.
Me sentí incomodo pero a la vez esa sensación me reconforto. Me sentí querido, importante para alguien.
Me perdí tanto en su caricia, en la manera que su mano pequeña recorría mi brazo que volví a cerrar los ojos y me quede profundamente dormido.
Tenía que terminar con todo esto, Laura no era una mujer de una noche. Ella necesitaba compromiso y yo, no podía dárselo. Sabía perfectamente que si lo intentaba iba a durar unos meses y después terminaría odiándome.
Prefería ser su amigo.

Cuando entre a mi casa, por primera vez la sentía extraña…, más grande, más limpia…más parecida al departamento de Laura.

Olí mi remera porque podía sentir su aroma. Ese olor a perfume para ropa, shampoo y rosas.
Decidí cambiarme. No quería que ese olor desapareciera a causa del perfume invasivo de Sofí.
Camine hasta el balcón y salí. Me senté en el suelo mirando hacia la ventana de Laura, mientras me fumaba un cigarrillo. Me puse a imaginar cómo sería compartir mí día a día con alguien como ella.
Seguramente terminaríamos matándonos.

Yo era el desorden y ella el orden en persona. Yo era impulsivo y ella tomaba decisiones solo si evaluaba la causa y el efecto. En pocas palabras… el agua y el aceite.

Sofía toco la puerta tres veces seguidas. Era una especie de código que teníamos desde la época de la banda.
Camine hasta la puerta y toque una vez como respuesta indicando que estaba

—Dale Pablo abrí, ya sé que estas. No necesitas  responderme

—Contraseña— pregunte divertido

—¡Idiota!

—No. Te quedan dos intentos más— apoye la frente en la puerta

—Pablo Humilde— podía imaginarla inquieta poniendo los ojos en blanco.

—Mmmm casi

—Pablo Humilde, el más inteligente  hombre sobre la faz de la tierra

—No era esa la contraseña pero me convenciste. Se nota que me conoces a la perfección.

Abrí y la invite a pasar con un gesto.

Sofía  era bajita, rubia, tetona, con ojos miel que reflejaban inocencia (que no tenía).
Lleva un pircing en la nariz y un tatuaje de un sol en el hombro. Era linda, llamativa y no dejaba mucho a la imaginación…, llevaba ropa ajustada, corta y escotada.

Esta vez tenía puesta una minifalda junto a unas medias de red. Unos tacos que la hacían estar casi a mi altura, una musculosa con el logo de “viejas locas” y una campera de cuero roja

—Hace frio para que estés así vestida— cerré la puerta y entre detrás de ella.

—Solíamos salir semidesnudos cuando éramos unos críos y no, nos quejábamos del frio.

—Tenes razón, pero— me interrumpió. Miraba todo a su alrededor. Creo que se sorprendió de que estuviera todo tan ordenado

—¿Dónde estuviste anoche?  Vine cuando salí del bar a verte y no atendías— dijo seria

—Mmmm, si me hubieras avisado que pasabas me quedaba a esperarte preciosa— le guiñe un ojo, sabía que era en tono de broma. Pero creo que no comprendió que era una broma.

Se removió sobre sus pies, se bajo de los tacos que llevaba puestos y camino provocativa hacia mí.
En menos de dos segundos la tenía frente a mí invadiendo mi boca con su lengua.
Le seguí la corriente solo porque ya estaba realmente excitado. Y no era por ella que tuve una erección… apenas me beso y cerré los ojos, al imagine a Laura.
Imagine que era ella la que me besaba con pasión y me manoseaba sobre los pantalones.

Sofía era una muy buena amante, después de ese polvo mañanero estábamos recostados en la cama.

—Lo siento Pablo. Sé que dijimos no volver a hacerlo— comenzó a temblar entre mis brazos y yo hice lo que me salió

La abrace e hice que se recostara sobre mi pecho. Sofía era mi amiga sobre todas las cosas y sabia que la que hacíamos lo hacíamos porque somos los únicos que entendíamos la opresión que sentíamos en el pecho al recordar lo que fuimos y lo que tuvimos. Ese peso de estar vivos nos consumía a ambos, y nos revolcábamos en la mierda como castigo.

Sollozaba en silencio, sentía sus lágrimas mojar mi pecho.

—No llores Sofí— toque su cabello rubio para tratar de que se calmara

—No puedo Pablo— levanto la cara y me clavo la mirada— lo extraño tanto que duele. No puedo estar con alguien sin pensar en él. Creo que jamás voy a ser feliz…creo que debería a ver muerto con ellos esa noche.

Sabia de lo que hablaba. A mí me dolía mucho también. Pero la vida es así. Un día estas en el cielo y al otro caes al infierno en picada sin ningún tipo de parada.

La ayude a vestirse y le di uno de mis buzos para que se lo pusiera por encima, tranquilamente podía usarlo de vestido ya que le quedaba más largo que la pollera que llevaba.

Se despido con un tierno beso y agradeciéndome por comprenderla y apoyarla.

Me confesó que soñó con él la noche anterior. Que el sueño fue tan real que no pudo evitar ir al bar donde parábamos a tomarse unas copas en su honor. Pero descubrió luego de varios tragos que nada era igual y eso la deprimió aun más y por eso vino a buscarme.

En algún momento teníamos que parar esta locura. El ahogar las penas con sexo sin sentimiento no nos hacía nada bien a ninguno de los dos. Creo que buscábamos consuelo de la manera más estúpida y fácil que encontrábamos.

Cuando cerré la puerta al despedirla me deje caer hasta el suelo. Cerré los ojos y maldije al adolescente descontrolado que no pudo ayudar a su amigo a salvarse la vida por ir tan drogado.

Me vibro el teléfono en el bolsillo y al sacarlo veo un mensaje de León.

<Llego tarde colega. Estoy con tu hermosa vecinita>

Abrí grandes los ojos y me puse de pie en un salto.

¡Que no sea Laura! ¡Que no sea Laura! Rogaba en voz alta

< ¿Con quién?> conteste

< Con Laura, dijo que era tu vecina. Creo que ya sé a quién quiero en mi cama esta noche. Ya me la imagine durmiendo tapada solo con las sabanas>

Tire el teléfono contra la pared

—¡Mierda Laura, con León no! Es el hombre más mujeriego que conozco— dije en voz alta mirando hacia la pared que nos separaba

Mi vecino...Mi Cupido  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora