Damian

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A las 15:00 horas estoy de pie frente a la puerta de la casa de Victoria Elizabeth William.

Pienso en la charla de hoy al medio día y no puedo evitar sonreír.

Me tomo por sorpresa el hecho que me llamara. De hecho me costó un huevo atender esa cosa que usan para comunicarse esta gente. Quiero decir, lo he usado ya pero como siempre están evolucionando esas cosas en vez de sus cerebros siempre me cuesta un poco volver a empezar.

Dejo de darles tantas vueltas al asunto y entro en el edificio.

Carlos Cortez me saluda en la entrada y me pregunta a quien vengo a ver. Menciono a Victoria y con cara desconfiado me ve apretar los botones del ascensor. Una vez dentro presiono el número cuatro en el tablero y subo.

A medida que el ascensor avanza me río por el hecho de que se donde vive pero deje que me lo dijera porque, bueno, no quiero parecer un acosador. Irónico...

Después de un pitido el ascensor se detiene y abre sus puertas. Salgo y camino hasta la puerta B.

Sin rodeo alguno golpeo suavemente la puerta. Como no contesta golpeo un poco más fuerte esta vez y escucho que grita "¡Ya va!".

Asiento a la nada y continuo esperando hasta que escucho el pestillo de la puerta y luego esta se abre.

Sonrío ante la imagen que tengo frente a mí.

Victoria está con una remera muy holgada color gris oscura que tiene el estampado de un corazón rojo como si lo hubiera dibujado un niño, debajo lleva un short que es tan corto que tuve que adivinar porque se veían el ruedo. Va descalza y el pelo lo lleva atado en un moño desprolijo. Sus ojos verdes brillan ante mi presencia y una sonrisa se dibuja en su boca con sus labios sonrosados.

Yo llevo una remera negra con las mangas cortas y un pantalón deportivo del mismo color. Mis zapatillas son de color gris con los cordones negros.

— Hola. — dice al fin.

— Hola. — digo.

Ella me da un rápido vistazo antes de dejarme pasar y ofrecerme algo de tomar. Es muy educada.

Niego su propuesta de la bebida.

— Tengo cerveza. — dice con sorna.

Eso me hace carcajearme y termino aceptando porque ¡Vamos! Una cerveza no se le niega a nadie. Y lo mejor es que, siendo quien soy, no puedo alcoholizarme así que, puedo beber todo lo que yo quiera que me verán tan cuerdo como si hubiera tomado té.

Ella va hasta la cocina y me deja solo en medio de la sala.

Puedo ver que ha juntado unos muebles contra un rincón y ha quitado las cortinas de las ventanas. Hay periódico en el suelo desde una pared anaranjada hasta la mitad de la sala y hay dos barriles de pintura blanca, varios pinceles y un rodillo.

— ¿Estás remodelando? — pregunto lo suficientemente alto para que me escuche desde la cocina.

— Debo pintar la pared antes de mudarme. — responde de ella mientras se acerca y me tiende una de las botellas de cerveza. La otra se la queda ella.

Ambos miramos hacia la pared color naranja chillón y yo le doy un trago a mi botella que está bien fría.

Vuelvo mi vista hacia Victoria y ella no se da cuenta de que la estoy observando. Está concentrada en la pared.

— No quieres pintarla. — concluyo.

— No. — me dice con una risa amarga. — Me mudaré con Frank, y tengo que pintarla para entonces. —

Muerta en vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora