Termino de ducharme y cierro las llaves. Me siento mejor.
Al salir, tomo la toalla y seco el pelo para luego envolverme en ella.
Cuando salgo me encuentro a Damian, muy concentrado, dándole las últimas pinceladas a la pared. ¡Ya la terminó! ¡Y sin mí!
Abro la boca para decir algo pero me doy cuenta de que voy solo con la toalla y que técnicamente estoy desnuda. Ignorando el comentario sigo mi camino hasta mi cuarto (no hay mucha distancia) y cierro la puerta.
Voy hasta mi armario y abro el cajón de la ropa interior y tomo unas aburridas bragas de algodón blanco, luego tomo un vestido blanco floreado con flores pequeñas color rojas y me lo pongo. En cuanto a mis pies, decido que andaré descalza.
Me cepillo y ya estoy.
Salgo del cuarto y camino hasta la pared. Damian ya la ha terminado, y ahora que voy vestida puedo comentar.
— ¿Cuánto le debo? —
Damian levanta la cabeza y me sonríe de lado.
— Me debes una merienda. — dice inclinándose para tomar los diarios y juntarlos en la bolsa que tiene en la mano. No me había dado cuenta de que la tenía.
— Déjalo, ya limpiaré más tarde. — digo acercándome para quitarle la bolsa.
Él niega con la cabeza y aparta la bolsa y se apresura a ordenar todo. La única tarea de la que me pude encargar fue de tapar los barriles de pintura, quedó un poco de uno pero no me sirve de nada así que supongo que lo tirare o le preguntaré al portero, ya veré.
Terminamos de limpiar y abro las ventanas para que no nos intoxiquemos.
El viento de Londres invade mi departamento y siento que me cala hasta los huesos. Decido que la dejaré abierta unos minutos.
Camino hasta la cocina seguida por Damian. Y de la nada tengo un ataque de risa. ¿A caso perdí la cabeza?
Escucho que él también se ríe a mis espaldas y todo explota cuando se le escapa el aire por nariz.
— Y yo era la cerda. — digo entre risas.
— Uno tiende a ver sus propios defectos en otros. — dice encogiéndose de hombros.
Nos calmamos y tomo la pava de encima de la hornalla y la lleno con agua. La pongo a que hierva y preparo un plato con dos rebanadas grandes de pastel que me dio mamá el otro día en la cena. Había sobrado del postre.
— Eso es mucho pastel. — comenta Damian, está apoyado en la encimera de la cocina con los brazos cruzados demostrando cuanto tiempo pasa en el gimnasio y todos sus tatuajes.
— ¿Por qué tantos tatuajes? — pregunto sin pensar. Y al segundo me arrepiento, cuando me pongo modo babosa es como que pierdo mi capacidad de filtro. Me ha pasado con Frank. En la segunda cita le pregunte si iba a besarme o tenía que esperar al matrimonio o traer conmigo un permiso de mi padre.
Al final obtuve mi beso.
— Trabajo. — responde Damian frunciendo los labios.
— ¿De qué trabajabas? — vuelvo a preguntar.
— Hacía... encargos. — murmura.
Frunzo el ceño ante su respuesta. Nunca escuche de un trabajo donde los tatuajes sea un requisito. Gill se ha encargado de explicarme el por qué las personas contratan gente no tatuada, aun que lo considero una estupidez.
Y digamos que la palabra "encargos" sino la explicas no tiene un buen sentido.
— ¿Qué clase de encargos? —
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Muerta en vida
Ficção CientíficaVictoria Elizabeth Williams tiene una vida comoda y de la que no se queja. Familia amorosa, un prometido al que ama y él a ella, amigos y un trabajo fijo son algunas de las cosas que conforman esa vida feliz. Damian Black viene a buscar a Victoria...