26 de diciembre de 2017.
Suspiro y me doy vuelta en la cama.
No quiero levantarme, es muy temprano.
Me cubro más con mis sábanas amarillas que recuerdo tenerlas en mi adolescencia. Es más, estás sábanas fueron testigos de cuando perdí mi virginidad, con un compañero de clase de mi último año.
Acaricio la almohada con mi mano derecha.
Fue una pésima primera vez.
No volví a traer a nadie a casa. Todos mis encuentros eran en la casa de ellos o en cualquier otro sitio que no sea mi casa.
Suelto un suspiro y sonrío cuando el recuerdo de cuando Frank Evans entró en mi vida.
Cierro los ojos para hacerme la imagen de un chico rubio, ojos claros, flaco pero tonificado. Pidiéndome un bolígrafo en clase.
Siento como el colchón se hunde a mi lado y luego un beso en mi mejilla.
— Buenos días.
Es Frank.
Me doy vuelta y presiono mis labios sobre los de él.
— ¿Sólo un beso? — me pregunta haciéndose el ofendido.
— Oh, ¿Debería ser de otro modo?
Frank se encoje de hombros, sonriente, dejando en claro sus intenciones cuando se cierne sobre mí. Me río cuando hunde la cabeza en el hueco entre mi cuello y hombro porque me hace cosquillas.
— Shh…
— ¿Qué haces? — susurro divertida.
— ¿Qué no es obvio?
— ¿En una casa de familia? Frank Evans eres un descarado.
Se ríe, como un niño orgulloso de su travesura.
— Con más razón nos daremos prisa. — dice antes de besar mis labios y perderme en él.
****
Después de un desayuno familiar en donde la conversación, la risa y el cariño estuvo presente, Frank acompañó a papá a hacer unas compras y otras cosas de las cuales me desentiendo.
Bajó las escaleras tras una ducha reparadora para ayudar a mamá con los preparativos del almuerzo y pensar en el menú de la cena de año nuevo.
Vendrá toda la familia para ese entonces y ya puedo imaginar la cabeza de mamá. Incontrolable.
La mejor parte para mí, es que Frank estará con nosotros.
Escucho las risas de Mary y Dean desde donde estoy.
Oh, cierto. Mary también pasará año nuevo con la familia Williams.
Ese día será muy interesante.
Como dejé mi teléfono cargando en la sala, voy hasta allí y trato de pasar inadvertida frente a mi hermano y su novia.
Los veo por el rabillo del ojo y Dean le está susurrando algo en el oído a Mary, lo que sea que le esté diciendo, hace que la pobre se ponga colorada.
Sonrío.
Tomo el teléfono que estaba enchufado en un rincón y salgo.
— ¡Dean Kevin Williams! — escucho escandalizarse a Mary — Estamos en una casa de familia, no tienes vergüenza.
Detengo mi marcha por el pasillo.
Las palabras de Mary me identifican. Es más, dije las mismas está mañana antes de tener una ronda rápida y silenciosa de sexo con mi prometido.
Vuelvo sobre mis pasos y me escondo a un costado de la puerta.
Se están besando. En el sofá.
Que originales.
De pronto, él se mueve, inclinándose hacia adelante, sin romper el beso. Incitando a Mary a hacer lo mismo. La joven se da cuenta de las intenciones de Dean y se separa como si él fuera la peste.
— Nos escucharán. — se justifica.
— De acuerdo. — dice Dean — Pero no voy a mentirte, me muero por besarte.
Ella se tensa, no le puedo ver el rostro desde aquí pero de seguro se sonrojó de nuevo.
Los dejo para ir con mamá.
En el corto trayecto de la sala a la cocina, pienso en como será la vida de Mary junto a mi hermano.
No estaré para verla.
Tampoco significa que Mary vaya a ser el amor de su vida y se casen. Todavía son jóvenes, están en la etapa hormonal de la relación.
Espero que duren, y si se termina, que sea en buenos términos.
Aún me queda algo de fe en la humanidad.
Mis pensamientos viajan al pasado cuando llego a la cocina y veo a mamá revisando su desgastado libro de recetas. Y abrir uno nuevo.
— Georgia Williams. — digo para llamar su atención — Veo que al fin llegó el día en el que decidiste modernizarte. Al menos tus recetas.
— Muy graciosa, Elizabeth.
Bien jugado, Georgia, bien jugado.
— Sabes que hay algo llamado Internet, ¿Verdad?
Mamá me da una breve explicación del por qué no usa internet y de cómo esta estropea la mente de la gente. Un discurso que viene repitiendo los últimos diez años, creo.
Me uno a ella para ayudarla a elegir pero dice que ya está todo organizado. Que le haga el favor de revisar si tenemos los ingredientes en la alacena y de no ser así, le envíe un mensaje a papá para que los compre.
La tarea me lleva unos treinta minutos y armar la lista otros diez. Por suerte no le faltan muchas cosas.
— ¿Ya viste a tu hijo? — le pregunto mientras termino ponerme un delantal para ayudarla a hacer el almuerzo.
— ¿Hablas del joven hormonal que tengo en mi sofá? Si, ya lo vi.
Las palabras de mi madre logran hacerme reír.
>>Tu no te rías mucho, eras igual. Por suerte, Frank es un chico decente. — agrega. Paro de reír y siento el calor acumularse en mis mejillas.
Eso me hace pensar en las veces que mamá debió verme en el sofá como yo vi a Dean hace unos minutos.
¡Dios! Que vergüenza.
— ¿Recuerdas cuando te mando tu primer mensaje de texto y tu primera llamada?
Sonrío ante la pregunta de mamá. Obvio que recuerdo ambos momentos con total exactitud.
— En la primera salté de alegría en pleno almuerzo familiar y en la segunda taclee a Dean cuando lo escuché decir “No, no conocemos a ningún Frank”. — respondo viendo la imagen en mi mente de cuando me avance sobre el pequeño cuerpo de Dean y le arranqué el teléfono de las manos. Para luego contestar un “Hola” como toda un dama de la corte.
— Y ahora están a punto de dar el si. — continúa mamá, con los ojos cristalinos — Estoy tan orgullosa hija, estás tan madura. Toda una mujer.
Tuerzo la boca algo contrariada.
Mamá identifica mi reacción y se disculpa.
— Si no te casaras también estaríamos orgullosos de ti, hija. — se explica — Tienes un buen empleo, un título, eres inteligente, tienes amigas, trabajas duro y te diviertes de la misma forma.
>>Eso es más que suficiente para sentirme orgullosa de ser tu madre.
— Gracias. — digo toda sonrojada.
Mientras corto los vegetales para la salsa, pienso en cuan efímeras son todas esas cosas que mamá mencionó. Tanto estudio, sacarme buenas calificaciones, obtener el título de la carrera que quería, trabajar de ello, amigos, diversión, todo.
¿Para qué?
Para que al final no sirva de nada.
Que lo único que te llevas, es lo que traes puesto ese día.
Termino de picar y prendo el fuego mientras mamá se lava las manos.
— Cariño, ya llegué.
No sé en qué momento llegó Frank, no me di cuenta de él hasta que dijo eso.
Sonrío, nostálgica.
Y pienso en esta escena.
Yo de delantal, cocinando. Él diciendo eso tras volver del trabajo.
Frank se acerca y deja un casto beso en mis labios.
— Huele bien. — comenta cerrando los ojos y volviéndolos a abrir — ¿Con qué me deleitará futura señora Evans?
Oh, Frank…
Las lágrimas dicen presente sin haber sido invitadas.
— ¿Estas bien? — me pregunta Frank tomándome por las mejillas, preocupado.
Observo a mí alrededor.
— ¿Y mamá? — pregunto al ver que no está.
¿Cuánto tiempo me perdí en mis pensamientos?
— Fue a ayuda a Harrison con las bolsas de las compras. — responde mirándome a los ojos — ¿Tú estás bien?
Asiento.
— Es solo que me emocioné. — le explico — Pienso en… nuestro futuro juntos. Miranos ahora, es como un pantallazo. — digo señalando a nuestro alrededor, haciéndolo reír — Y luego me llamaste “cariño” y “Señora Evans” y fue como… como vivir un sueño, pero mejor, un sueño hecho realidad.
Sorbo por la nariz tras decir eso ultimo.
Un sueño…
— También creo lo mismo. — dice él antes de acercar mi rostro al suyo y besarme.
Me sostengo de sus muñecas y ladeo la cabeza para profundizar más el beso. No es uno desesperado o salvaje, hambriento, no. Es tierno, tranquilo, que encierra un millón de promesas.
Promesas que estoy segura que va a cumplir pero no conmigo.
— Consíganse una habitación.
Interrumpidos el que es tal vez mi mejor beso hasta ahora por las palabras de Dean. Quien está a del otro lado de la isla de la cocina, abrazado a Mary. La pobre está avergonzada.
De repente siento lástima de la chica por tener un novio tan… mata momentos.
— Lo mismo pensé cuando llegué, Dean. — le dice Frank — ¿O habías perdido tu biberón bajo la falda de Mary?
Dean se pone pálido al igual que Mary y ambos salen corriendo de la cocina.
Reímos.
— A mí también se me perdió mi biberón bajo tu falda hace como siete años, o más bien todos los días. — dice Frank guiñándome un ojo.
Pongo los ojos en blanco y vuelvo a mi tarea antes de que mamá tenga más material de humillación.N/A: En una noche lluviosa de Buenos Aires, una chica, acostada en su cama, quiso complacer a sus lectores.
Así que sin nada más que decir, les mando un sonoro beso pintado de rojo y los leo en los comentarios.
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Muerta en vida
Science FictionVictoria Elizabeth Williams tiene una vida comoda y de la que no se queja. Familia amorosa, un prometido al que ama y él a ella, amigos y un trabajo fijo son algunas de las cosas que conforman esa vida feliz. Damian Black viene a buscar a Victoria...