Damian.

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Sí, lo admito. Actúe mal.

No era la mejor manera para ponerle fin al asunto de Victoria.

Pero fue divertido. Hace mucho que no me reía así. Ver como Victoria le vomitaba la chaqueta al estúpido con el que estaba fue muy gracioso. Lo no tan gracioso fue cuando, después de partirle la nariz al hombre, tuve que cagarla en brazos hasta su casa.

La tentación era demasiado fuerte.

No se movía, apenas se podía ver si respiraba. Al contrario de su cuerpo, su rostro luce sereno. Como si estuviera en paz y a salvo en el mundo de los sueños.

Las comisuras de sus labios se encuentran ligeramente hacia arriba. Es tierno. Lástima que esté tan pálida. Un poco de rubor le vendría bien a esas mejillas.

Un poco de vida le vendría bien a su cuerpo.

Llego a la puerta de su casa. No sé ilusionen, use el ascensor.

Consigo alcanzar el picaporte con una de mis manos. Victoria se remueve cuando pongo un pie dentro de su casa pero no abre los ojos.

Bien.

Entro en su apartamento y voy directo al baño. La siento en el inodoro (después de haber bajado la tapa con el pie) y trato de acomodarla para que no se caiga para el costado.

Busco por todos lados una crema y algodón. Doy con ellos tras haber revuelto medio armario. Humedezco el algodón en la crema y le limpio el ridículo maquillaje que lleva. Es demasiado y oculta su verdadera belleza.

No lo necesitas, Victoria.

Termino y le deshago la coleta del pelo. Le paso los dedos entre el cabello para que no le duela el cuero cabelludo.

Tiene un pelo muy suave.

Pestañeo ligeramente y vuelvo tomarla en brazos para llevarla a su cuarto. Donde la desnudo, le pongo una camiseta que parece ser de Frank Evans y la acomodo debajo de las sábanas.

Ella se hace un ovillo y sonríe.

Esta tranquila.

Y me complace saber que soy responsable de esa tranquilidad. Al menos ahora. Es una sensación agradable, saber que puedo cuidar de alguien. Que no solo soy el monstruo que les arranca la vida.

No cuidaba de alguien desde…

No, no vayas por ahí.

Llevo mi mano hasta cerca de su mejilla, como si pudiera permiso (aún cuando se que no me va a contestar) y la poso delicadamente sobre su piel.

Es preciosa.

— ¿Por qué me lo haces más difícil? — susurro.

La bella durmiente no contesta. Y eso me duele más que una respuesta, porque ni ella sabe la respuesta. Es más, ni siquiera sabe la pregunta.

Tampoco tiene la culpa.

Suelta un suspiro y se da vuelta en la cama, alejándose de mí.

Suelto el aire y salgo de la habitación.

— Dulces sueños. —






N/A: Damian quiere a Victoria...

Vieron cuando uno es chico y le cantan esas pelotudeces los compañeritos.

Creo que no se lee como lo pienso pero bueno.

Dejo este capítulo por aquí, los arropo, les doy un beso en la frente y les digo lo mismo que Damian, dulces sueños.

Los leo en los comentarios.

Muerta en vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora