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Siento mi móvil vibrar por quinta vez. No pienso contestar, quiero estar sola. Me siento sola sin él. Mi padre, mi mayor apoyo y pilar acaba de dejar este mundo acausa de esa maldita enfermedad, el cáncer.
Por lo menos ahora no sufrirá. Es la única familia que me quedaba, por lo menos el único que me quería. Mi madre nos abandonó y no quiso saber nada de nosotros.
Dejo que las lágrimas rueden y rueden por mis mejillas una vez más.
Oh, papá.
¿Por qué me has dejado sola?
Me encojo abrazada a mis rodillas y lloro, lloro sacando todo mi dolor.
Doy un respingo cuando al levantar la cabeza veo que a anochecido.
Suspiro.
Tengo que volver a casa.
Sonrío sin ganas.
Casa.
Si a eso se le puede llamar casa.
Desde que mi padre enfermó se vinieron a vivir con nosotros mi tía Carla y su hija Leila, me han hecho la vida imposible. No se porqué me tienen tanto odio. He intentado ser amable con ellas pero es imposible. Ahora que mi padre no está no se qué pasará con mi vida.
Miro por última vez la vista de Portland desde el mirador y me levanto para volver.

Miro la fachada de mi casa y entro.
Mi querida tía no se hace esperar.
Es una mujer rubia de unos cuarenta y pocos años, con unos ojos verdes fríos y penetrantes, esbelta y bien arreglada. Es atractiva.

—¿Dónde coño estabas, mocosa?—la ignoro.—.Si te crees que vas a salir cuando a ti te parezca estás muy equivocada, niñita.—me dice con desprecio.
Subo a mi habitación y me encuentro con Leila rebuscando en mis cosas.

—Sal de mi habitación ahora mismo.—contengo las ganas de gritarle.
Ella ríe.

—Pronto será mía y tú te irás a la calle a mendigar.—escupe con odio.

—Estupendo, cualquier sitio mejor que este. Ahora sal.—le señalo la puerta y ella tira intencionadamente una caja de música que me regaló mi padre.

—¡Sal de aquí!.—le grito llorando y ella ríe.
Me tiro al suelo y recojo los pedazos de un bonito recuerdo.

Oh, Dios mío ¿por qué?
¿Qué será de mí ahora?
Me dejarán en la calle, seguro. No, mi padre no ha podido hacerme eso.
Cierro la puerta con pestillo y me tumbo en la cama a llorar hasta quedarme dormida.

Unos golpes me despiertan y abro los ojos a la luz del día. He dormido fatal, bueno, si se le puede llamar dormir.

—Señorita.—es Marta, el ama de llaves.
—Señorita, la señora quiere que baje.

—Ya voy Marta, gracias.—me arrastro hasta el baño y me ducho.
Me visto con algo cómodo.

Me seco el pelo y me lo dejo liso y suelto y me maquillo un poco

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Me seco el pelo y me lo dejo liso y suelto y me maquillo un poco. Estoy muy pálida; tengo grandes ojeras y los ojos azules muy abiertos e hinchados de haber llorado.
Tengo que seguir adelante, como mi padre querría.
Bajo las escaleras y me encuentro a mis adorables tía y prima, pero están con alguien más.
¿Quién es?

Mi gran Amor, Grey.#PremiosObsesiónGrey2018Donde viven las historias. Descúbrelo ahora