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—¡Ari! ¡Ariadna!—la voz de mi madre suena ansiosa.

—Aquí estoy mamá.—le grito desde la cocina. El dolor se vuelve a expandir por mi cabeza. Me froto suavemente la sien.

—¿Sigues teniendo dolores de cabeza, cielo?—me pregunta mi madre con ternura desde la puerta de la cocina. Asiento. Rebusca en un cajón y saca un frasco de pastillas. Me tiende una y llena un vaso le zumo.—¿Has recordado algo?—me pregunta con cautela y yo niego.
—Mañana tienes revisión con el médico. Le hablaremos que sigues teniendo dolores de cabeza.—asiento.
—Duerme un poco, cariño. Te avisaré dentro de un rato.—besa mi frente y sonríe.
Subo mecánicamente las escaleras hasta mi habitación. Me tiro en la cama, cansada. Otra vez estos dolores de cabeza. Bueno, llevamos dos días caóticos de trabajo. Yo desde casa, claro. Mamá se estresa mucho con los nuevos inversionistas. Es una mujer muy competente. Quiere siempre estar un paso por delante de todo. Trabaja mucho y hasta muy tarde, en la empresa es una mujer fría y calculadora. Bueno, no ha llegado a ser quien es por ser simpática. Ha tenido una vida muy difícil y cuando mi padre murió tuvo que abrirse camino ella sola conmigo. Es una gran luchadora y una madre extraordinaria. Siempre se desvive por mi y por colmarme de atenciones. Últimamente no se despega, es mi sombra. Hace cinco meses tuve un accidente de tráfico y perdí la memoria. Ella me está ayudando a recuperarla pero es muy difícil. Los médicos no me dan muy buen pronóstico de que la vaya a recuperar cien por cien. No he tenido ningún recuerdo. Solo un sentimiento de vacío que me acompaña día y noche. Cómo si me faltara alguien. Me siento...incompleta.
El psicólogo dice que eso es normal dado que tengo un gran vacío al no recordar nada. Que poco a poco tengo que ir creando nuevos recuerdos y nuevas vivencias. Pero tengo la sensación de que me estoy dejando algo atrás.
Mamá dice que llevo años estudiando y apenas he tenido amigos porque debido a su trabajo viajábamos mucho. Que también me he dedicado a viajar por todo el mundo.
Me tapo con las sabanas y cierro los ojos para intentar dormir.

• • • •
Voy corriendo por la playa. Me río con alguien. Alguien a quien no logro verle la cara. Me rodea la cintura con un brazo y me besa debajo de la oreja haciendo que mi cuerpo se estremezca.
—Te amo, nena.—cierro los ojos y sonrío. Me ama, él me ama. Mi corazón estalla de alegría y experimento la sensación plena de sentirme amada, de sentirme completa...de sentirme feliz. Me giro entre sus brazos y desaparece. Miro frenéticamente a todos lados pero no hay nadie. Estoy sola. Sola otra vez. El vacio se instala en mi pecho amenazando con ahogarme.
• • • •

Despierto de golpe sudando y boqueando.
Mamá entra corriendo en mi busca.

—Ariadna, cielo ¿estás bien?—asiento aturdida y asustada. ¿Que ha sido ese sueño?—Cariño, solo ha sido un mal sueño.—me envuelve en sus brazos y besa mi pelo.—¿Te apetece que vayamos esta noche al ballet y a cenar?—asiento.

—Claro, mami. Me vendrá bien airearme.—intento sonar tranquila para que mi madre no me agobie con preguntas. Se pone muy nerviosa con la idea de que recuerde algo. Sonrío con ternura y ella parece quedarse conforme.

Sale de mi habitación dejándome sola y totalmente desconcertada por el sueño. Me levanto de la cama y voy hacia el ventanal para salir a la terraza. El frío del invierno recia las calles de París en vísperas de Navidad. Me maravillo con la vista de la Torre Eiffel desde mi terraza.

 Me maravillo con la vista de la Torre Eiffel desde mi terraza

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Mi gran Amor, Grey.#PremiosObsesiónGrey2018Donde viven las historias. Descúbrelo ahora