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Miro petrificada la mansión que se alza a mis pies. Mi casa. Hace unos días el doctor Martin y Flynn me recomendamos venir a la que era mi casa. Donde vivía con mi padre.

Flynn está convencido de que los recuerdos florecerán con mis rutinas de antes. Cierro  los ojos y me dejo llevar por la infinidad de sentimientos que atenazan  mi garganta. Una mujer de unos cuarenta años nos espera en la puerta.

—Vamos, nena.—Christian tira de mi mano hacía la puerta. Y obligo a mis pies a moverse. Los recuerdo de mi niñez  acarician el borde de mi mente, me emociono al recordarme tan feliz. Mi  padre fue una gran hombre y un gran padre. No puedo evitar engarrotarme al recordar los buenos momentos con él. Christian se mantiene a mi lado pero no dice nada cosa que agradezco.

Entro en su habitación. Carmella me comenta que la ha  mantenido tal y como él la tenía. Acaricio la cama alta. Sonrío al  recordar lo que me costaba subirme en ella cuando venia a despertarle  por las mañanas para ir al colegio. Abro el cajón de su mesita de noche y  saco su libro favorito: La tabla de Flandes de Arturo Reverte. Lo meto  en mi bolso para llevármelo.

Me siento en su butaca favorita. Donde el se sentaba a leer o simplemente para admirar el día por el gran ventanal.
Respiro hondo.
Un  pellizco se instala en mi vientre, un pellizco tan inquietante que  remueve algo en mi interior. Trago saliva para aliviar el ardor que sube  por mi garganta.

—¿Estás bien nena?—Christian pone su mano sobre la mía en mi vientre y acaricia mis nudillos con el pulgar. Me levanto rápidamente haciendo que casi me caiga. El estómago se me revuelve y corro hacia el baño a vomitar.
Joder que mal.
Christian me sostiene el pelo y acaricia mi espalda con suavidad.
—Ana...—levanto la mano para que se calle. Me sujeta con ambas manos y me besa la cabeza.
—Anastasia, vamos a comer algo y luego descansas un rato.—su voz firme me hace asentir obediente. No he comido nada en todo el día, debe ser eso.

Carmella  nos prepara un delicioso pastel de carne. Está delicioso. Y no paso por  alto que mi marido rechaza con sutileza el vino de ambos.
Me bebo el zumo con desgana pero no comento nada. No estoy preparada para hablar de eso.
Me  remuevo en el asiento incómoda cuando lo veo mirarme pensativo cierta  parte de mi cuerpo. Miro hacia otro lado simulando que no me doy cuenta.
Como hace muy buen día estamos comiendo en la terraza, el prado extenso y muy bien cuidado me relaja.

—Algún día me encantaría tener una casa así. Pasaba horas jugando en mi casita del árbol. Mientras mi padre se sentaba aquí a leer o trabajar.—Christian  sonríe con cariño.—Los domingos si hacia buen día comíamos aquí fuera.  Luego pasaba la tarde jugando.—sonrío y vuelvo a mirar el gran roble.—Me  encantaba mi casita. Papá nunca quiso echarla abajo. Dijo que la dejaría para cuando yo tuvi...—me callo de golpe y frunzo el ceño, la vista de mi casita ya no me parece tan nostálgica.
Eres una cobarde.
Me reprendo mentalmente.
—Me...Me gustaría ir al cementerio.—cambio de tema aunque mi voz suena temblorosa.
Carraspeo.—Para llevarle flores.—Christian  estira su mano para coger la mía. Miro nuestras manos para no  encontrarme con su mirada. No sé lo que veré y cualquier reacción me da  miedo.

—Cuando tú quieras, nena.—sé que quiere decirme algo más pero sabiamente se calla. Se lo agradezco.

Compro  una gran ramo de peonias blancas y lo dejo a los pies de su bonita  lapida de mármol negro. Al leer su nombre mis lágrimas salen sin parar de  mis ojos. Christian  me abraza y me besa en pelo. Recuerdo los momentos amargos de su  entierro. Las lágrimas falsas de mi tía Carla y mi prima Leila. Lo  desgarrada y sola que me sentía y el miedo que me daba tener que seguir  adelante sin él.
No sé cuanto rato llevo aquí. Pero siento el peso de mi espalda más ligero y mi mente más clara. Flynn  tenía razón, tenía que volver a despedirme de él. Mi memoria vuelve a  asimilar que él ya no está y aunque el dolor y el anhelo estarán conmigo  mientras viva, puedo suspirar tranquila al saber que le he recordado y que pude disfrutar de él hasta su último aliento.
Me seco las lágrimas y miro su lápida.
Te quiero mucho, papá.

Mi gran Amor, Grey.#PremiosObsesiónGrey2018Donde viven las historias. Descúbrelo ahora