Narra Vanesa
Cuando aquella puerta totalmente fría descubrió detrás suyo una habitación solitaria y vacía, mi corazón no hacía más que aumentar su velocidad e imaginar lo peor. La conocía, y sabía a que punto podría llegar esos ataques.
Mis ojos no hacían más que rebuscar entre las cenizas desprendidas de las lágrimas y los nervios, algo que me hiciera reaccionar y pensar que aún a pesar de lo malo, estaría ella ahí.
Me detuve. Sin más.
Y la encontré, entre un mar de soledades, en el final de todo.
Siendo más débil que nunca, pero a la vez, más ella que siempre.
No pude gesticular palabra alguna. Sin embargo, mi cuerpo sólo quería arroparla y hacerla completamente mía.
Deje que mi cuerpo y mis manos se calmaran primeramente. Aún sus ojos no habían hecho contacto con los míos. Quizás, estaba tan escondida en su burbuja que no había notado mi presencia. Como muchas otras veces.
Suspiré, y recorrí el espacio que nos separaba. No se como llegue a ella, ni como mis manos, sin más, acariciaron sus hombros al descubierto, llenos de frío y tentación.
Mientras que, sus ojos llorosos y rojos hicieron interferencia a los esquemas que me había montado, y los destruyeron. No pude soportar observarlos, porque simplemente me desvanecia completa a su lado, me volvía nada ante tanta timidez y represión. Me hacía pequeña ante su potencial.
Mis manos ahora recorrían sus mejillas, y trataban de sonreír por el tacto de su piel. Sin pensarlo, me mordí el labio interior, por no ser capaz de haber estado ahí para ella.
Malú aún tenía su boca cerrada, y sus manos envueltas entre sus piernas, a la vez que su pecho subía y bajaba, con continuidad y rapidez. Podía notar como su mandíbula temblaba.
-No me salves.. - dejó escapar entre el aire, como lo más sencillo de la vida. Pero conocía de sobra lo que esas palabras significaban entre ambas. Nunca nos deshicimos lo suficiente, porque algo siempre quedaba ahí que nos atraía, que me hacía salvarla una y otra vez. Pero también conocíamos que deberíamos soltarnos, o nos volveríamos unas adictas sin fin. - Por favor hoy no... - dijo cuando mis manos acariciaban su cinturita.
- Calla... - las yemas de mis dedos apresaron sus labios.
- No podría volver a soportar que no estuvieras. - suspiró, y se hizo un silencio enorme entre nosotras. - por favor, vete.
-No, - dije rápidamente. - eso nunca, me entiendes. - mis manos la seguían agarrando, mientras Malú intentaba salir de aquel pequeño espacio, pero sus pies no Le respondían lo suficiente.
- Por favor. - fue lo último que escuche de ella.
Y es que, en ese momento no me importaban sus palabras. Solo quería salvarla, como siempre, sin importar si mañana volvía a sentirme una mierda si no estaba ahí, o si mi vida no dejaba que yo lo estuviera para ella.
Por lo que la abracé y la sostuve en mis brazos por unos segundos, mientras que los suyos acariciaban mi cuello, y su respiración se depositaba en cada parte de mi. Me podía tanto...
La acomodé en la cama, apoyada en mi regazo y con mi mano sujetando su pecho. Como siempre. Como estaba siempre para ella, siendo más mía que nunca.
- Céntrate en la respiración. Recuerdas? - solo hizo un movimiento de cabeza para aceptar. - poco a poco. Sé que puedes. - atrajo mi otra mano a la suya, y la apretó a sí con toda su fuerza. - Piensa... En Algeciras, en tu playita, en tus perros corriendo por la arena. - sus ojos iban cerrándose poco a poco. - en como eso te hace sentir. En la paz que te brinda el mar y la adrenalina de correr junto a ellos.
- En nosotras a su lado. - dijo y me hizo remover todo en mi.
- Claro, en nosotras. - Suspiré. - En cómo solíamos escondernos de ellos, con Pongo y Carmela a su lado, lameandote. - sonreí. Y, al ver como su pecho bajaba el ritmo, me dedique ahora a acariciar sus mejillas, aún mojadas de las sudoraciones. - En cómo adorabas eso, y sobre todo que te cogiera la mano entre las multitudes. En como te volvía como niña pequeña ante las situaciones.
No pude evitar recordar todo lo vivido juntas. Nos seguimos sabiendo demasiado, a veces que duele, y otras, como esta, que cura. Tenemos el poder de curarnos como nadie. Ojalá, y fuera así siempre.
Me disponía a cambiar de sitio, cuando su mano, que aún sujetaba la mía, me atrapó a su lado.
- No te vayas, por favor. - sus ojos ahora se chocaron los míos y crearon bombas entre ellos.
- Eres una bipolar, que lo sepas. - sonreí junto a ella por mi comentario, mientras ponía cara de perrito bueno. - Pero, no me iba a ningún sitio.
Me acomodé a su lado, mientras que mis manos hacían un recorrido por su cintura, como antes, atrayendolas a mi cuerpo y dejándolas adaptarse a él. Acariciando cada parte de sí. Su piel se erizaba y me hacía morirme en el intento.
- Gracias por siempre...
Y con aquellas palabras sus ojos se cerraron sin más, con todo el agotamiento y la desesperación en ellos. Era tan simple a veces que me desprendía cada cosa mala vivida. Éramos tan nosotras a veces, que removía por dentro y te hacía olvidar.
Que bonito hubiera sido si...
De pronto, la puerta se abrió y Alejandro apareció entre ella. Una sonrisa se depositó en su cara, pero al instante siguiente se esfumó.
- Inma te estuvo llamando. - expresa con mi móvil entre sus manos, y mi vida, la real, la que ahora, entre ellas. - Dice que habías quedado o algo juntas y que tu no Le pillabas el móvil.

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Aprender a (sobre)vivir
FanfictionUna vez más, aquí estoy, tratando de vivir, de ser feliz sin ella, sin sus besos y sus manos agarrandome tan fuerte, que me podían retener incluso con una multitud de cuerpos a nuestro lado. Se que no será fácil, porque nos conocemos demasiado y sie...