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Narra Vanesa

Durante aquel recorrido por las escaleras, mi cuerpo y mente volvían a ser míos, me prometía por fin ser libre y olvidarme del pasado, otra y otra vez. Ya ni recordaba cuantas veces había realizado aquel ritual antes de volver a tenerla delante de mis ojos.

Suspiré en la 5 planta. Recé y juré.

No sabía que iba a hacer, pero estaba segura de que quería que siguiera en mi vida por mucho más tiempo.

- Hola... - dijo, al abrir, mientras sus ojos miraban al suelo.

- ¿Puedo pasar? - pregunté cuando mis manos se unieron a las suyas.

- Si. - se separó de mi cuerpo, y dejó paso a la distancia.

No volví a pronunciar palabra alguna. Conocía sus emociones y pensamientos en aquel momento. Y Sabía que era mi culpa, que tenía razón en estar así.

- Ya me dirás... -rompió aquella incomodidad, pero aún sus ojos estaban perdidos, jugando con Rumba.

- Lo siento mucho... - dije, con toda la sinceridad del mundo.

- Vale. - cuando quería podía ser la más borde del mundo.

- Inma, por favor mírame. - sujeté su mandíbula. - de verdad, lo siento mucho. Yo también tenía muchas ganas de pasar la noche juntas. - acaricié su mejilla.

- ¿Qué hacías con Alejandro? - sé por donde iba esa pregunta, nos conocíamos demasiado.

- Me pidió ayuda para una canción. - mentí, no podía permitir que Malú ensombreciera mi vida.

- bufó - Ya claro... - y su cuerpo se separó un poco más de mi. - Dime la verdad Vanesa. - sus ojos por fin se miraron con los míos, y después de todo maldecí por ello.

- suspiré. - No quiero lastimarte... - ahora fui yo la que no pude sostenerle la mirada.

- Me lo haces si no me dices la verdad. - se levantó y caminó por el salón.

- Malú...

- No me dejó terminar. - Claro que sí, Malú tenía que ser. - dijo con total ironía. - Las cosas no cambiarán nunca, ¿no?

- Déjame continuar por favor... - No tenía fuerzas para hablarle, porque sabía que sus palabras eran verdad. Siempre poniéndola por encima de todo. Inma asintió. - Alejandro me llamo porque le había dado un ataque de ansiedad de nuevo...

- Y eres la única persona en el mundo que puede ayudarla, ¿no? - rió.

- No se si la única, pero tenía que hacerlo. - mis manos cubrieron mi cara.

- Si claro, tú siempre tienes que hacerlo. - rodeó los ojos.

- Entiéndeme. - la miré, y fue cuando comprendí que lo que menos quería hacer en la vida, que era dañarla, lo había conseguido por tonta.

- ¿Y quién me entiende a mi Vanesa? - gritó. - Siempre estoy aquí entendiéndote, apoyándote...y ¿quién lo hace conmigo, eh? - las lágrimas comenzaron a apropiarse de sus mejillas.

- me acerqué a ella y la abracé. - Lo sé, y lo siento mucho...sabes que te quiero muchísimo. - besé su cabeza.

- De eso no tengo duda, pero ¿es suficiente para las dos...? - sus ojos me derritieron.

- Si, yo quiero luchar por esto, de verdad. - acaricié su cara, y fui quitando las lágrimas que quedaban.

- Y yo, pero a veces no se si lo merecemos...a lo mejor...

- La callé. - A lo mejor nada, intentémoslo las veces que sean necesarias.

- Te quiero. - me besó.

- Gracias. - junté mi frente con la suya, y suspiré de su tranquilidad y estabilidad.

La abracé y nos dedicamos a mimarlos y consentirnos toda la tarde. Merecíamos eso. Necesitábamos hacerlo. Yo lo necesitaba. Y ella, siempre ha estado ahí para mi.

Necesitaba volver a ser yo, la que se preocupada por ella misma, por la gente que la rodeaba y la quería bien, y que dejaba que Malú no atormentara su vida y mi mente. Necesitaba dedicarme a cuidar el alma de la
Mujer que ahora tenía a mi lado.

- Espera, que te tengo una sorpresa. - expresé. - Quería dártelo anoche, pero después de todo... - me senté en su regazo. - espero que te guste.

- Abrió el sobre, y observó los billetes de avión. En sus ojos volvía haber luz. - Gracias gracias Gracias... - me abrazó fuertemente, y río en mi oreja.

- Te lo mereces; todo. - me hacía muy feliz verla así.

- Pues nos vamos a Buenos Aires... - se mordió el labio, y saboreó el mío.

Aprender a (sobre)vivir Donde viven las historias. Descúbrelo ahora