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Narra Malú

Me desperté con el cuerpo de Vanesa aún junto al mío, y juro que ha sido el mejor despertar que he tenido en mucho tiempo. Después de aquel momento en casa de Alejandro, solo podía recordar cómo era sentirse protegida a su lado; como era todo antes.

Y entonces, las palabras de ella anoche me vieron a la mente, y sí; lo de nosotras era especial, no necesitábamos pasar la noche haciendo el amor para confesarnos lo que sentíamos; con solo mirarnos lo hacíamos. Era algo sobrenatural; algo que entendíamos y adorábamos solo ella y yo, a pesar de toda la locura que tuviéramos alrededor.

Me acomodé con cuidado para no despertarla, y dediqué los próximos minutos en acariciar su pelo, masajeandolo. Me daba una paz increíble, mientras solo sentía su respiración y nuestros cuerpos. Jugué con él a mi antojo, mientras observaba su rostro angelical. Quiero luchar por más despertares así, aunque sea difícil. Quiero hacerlo; quiero vivir, decido vivir.

Después, empecé a besar su cuerpo, poco a poco, con cuidado, comenzando por sus hombros y subiendo hasta sus mejillas; y coloqué un suave beso en sus labios. Siempre adoraba que la despertara así, y yo me rendía a ella.

Vanesa se removió unos instantes, y se giró; mientras que abría los ojos poco a poco. Sonrío.

- Buenos días. - dije.

- Hola. - sus ojos mostraban un brillo especial. Eran muy bonitos así.

- ¿Qué tal has dormido? - mi mano continuó un recorrido exquisito por su cabello.

- Te mentiría si dijera que mal. - se acomodó en el respaldar de la cama. - ¿Tu pudiste descansar algo?

- Digamos que sí.- reí.

- ¿Cómo que digamos? - sujetó mi mano y la acarició.

- Tenía una distracción a mi lado, que hacía que solo adorara mirarla mientras dormía. - pasé las yemas de mi otra mano por sus mejillas, mientras ella abría y cerraba los ojos.

- No te acostumbres eh.- me besó, y río entre medias. - pero creo eres un poco pervertida, si te pasaste todo la noche igual, gorda.

- No hablaba en ese sentido, pero bueno... - me acurruqué. Pasaron unos segundos así. - ¿Como me has llamado? - levanté la cabeza y la miré.

- No se... - se hizo la inocente. Sabía lo que significaba para ambas. Y hace mucho que ella no me lo decía. Aún recuerdo que fui yo la que le dijo así en casa de Alejandro pero ella ni se inmutó.

- Ya claro, "gorda". - recalqué, y reímos. -  No me quiero ir. - reclamé, mientras me abrazaba a su cuerpo más fuerte.

- No quiero que Rosa me mate, así que arriba. - quitó el amarre de su cuerpo con el mío. - Yo me voy a ir iendo que también tengo que organizar unas cosas de la gira, y sino es Ana la que te matará a ti.. - me hizo un poco de cosquillas.

- Ella me adora, no creo que lo haga; le hará mucha ilusión saber que haz dormido aquí.

- Ya, bueno; en fin...levanta. - me tiró la almohada.

- Por cierto, espero que me invites a algún concierto, eh. - protesté.

- No se si te lo mereces. - me miró con seriedad.

- Estoy segura que si. - me levanté de la cama y me acerqué a ella.

- Yo no tanto... - reí.

- Pero, ¿volveremos a vernos? - pregunté observando sus ojos.

- No lo sé, eres tú la que iba a luchar, ¿no? - me retó, como siempre.

- Sí.- enredé mis manos en su cuello.

- Pues está en tus manos... - la besé.

- Pues entonces seguro que nos veremos en nada. - me mordí el labio inferior; sabía lo que le provocaba eso.

- La veo muy segura señorita. - me subió en forma de koala y me arropó en su cuerpo. Caminamos un poco hasta la cama.

- Digamos que si. - mis manos seguían un recorrido por su espalda.

- Pues soy muy difícil. - se detuvo. - Y creo que tendrás que hacer mucho para logre volver a confiar en que todo esto funcionará, y que no dejarás que tus miedos ganen otra vez, Malú. No quiero más mareos, ni más nada...si quieres que de verdad decida. - me soltó en el colchón y su cara cambió.

Claro que sabía que iba a ser complicado, pero esta vez no me iba a rendir.

- Ya lo sé. - me acerqué a ella, y coloqué mis brazos alrededor de tu cuello, otra vez.- pero no me voy a rendir señorita Martín. No hasta que vuelve usted a ser mi mujer.

- Suena muy serio eso. - volvió a sonreír.

- Es todo lo que quiero. - dije, y la abracé. Suspiré su olor y adoré como su piel encajaba a la perfección con la mía.

- Pues ya me lo demostrará. - me dio un beso rápido y salió por la puerta.

- Luego hablamos... - dije mientras ella bajaba por las escaleras.

- No se yo, estoy muy ocupada. - gritó desde el piso de abajo ya, y sentí a las perras ladrar.

- Tendrás tiempo, ya verás... - hubo un silencio. - gorda.

Y me dejo ahí, sin más. No sabía que tenía que hacer, ni como, ni mucho menos si iba a tener el coraje suficiente para lograr todo lo que deseaba en ese momento; pero lo iba a intentar. Siempre dicen que la esperanza es lo último que se pierde; y yo en ese momento tenía mucha.

Me dirigí a la ducha, y dejé que el agua se calentara un poco.

Mi cabeza estaba hecha un lío, pero iba a empezar por el principio, por lo que destruyó todo.

Iba a ser un día largo; lo presentía, pero tenía energía para lo que viniera. Ni Rosa, ni la discográfica, ni nadie podría arruinarlo.

Aprender a (sobre)vivir Donde viven las historias. Descúbrelo ahora