24

1K 49 7
                                        

Narra Malú

El sol ya se había puesto por debajo de las montañas, y la poca luz que desprendía el atardecer iluminaba el salón de casa. A pesar de ser un día complicado en el estudio, con mucho caos y muchas frustraciones; lo único que necesitaba en ese momento era paz infinita.

Algo que nunca cambiaría era lo que me daban mis perros, y mi hogar; mis cosas, mi gente, y claro, ella.

No nos habíamos visto en todo el día, pero sinceramente tampoco teníamos tanto tiempo libre. Así que no te di importancia alguna, aunque las ganas inmensas de verla y dormir a su lado, me ganaron, e hicieron que recorriera toda la cuidad solo por ello.

- Hola, gorda. - saludó, cuando observó cómo caminaba hasta la entrada de su casa. - No sabía que ibas a venir. - le di un cálido beso.

- Ya, tenía muchas ganas de verte. - sonreí, como gilipollas.

- Y yo. - acarició mis mejillas. - Pasa. ¿Qué tal hoy con nuestra amiga Rosa?

- Igual...un día de estos, o acaba muerta ella, o yo. - ambas reímos, y nos acomodamos en el sofá. - ¿Y tú?

- Bueno, estuve con Ana...y...

- ¿y?

- Tengo que decirte algo...

- ¿Me tengo que preocupar? - cambié un poco el semblante de mi rostro.

- No, solo que habíamos quedado en contarnos todo, y yo necesito contarte una cosa, ahora. - me miró, y noté tristeza en ella.

- Claro. - me acomodé más cerca suya, y coloqué una pierna encima de ella.

- Hoy he cortado con Inma. - y entonces entendí la melancolía que desprendían sus ojos. - Ha sido uno de los motivos por los que no te había hablado.

- Jo...Es que no se que decir. - me removí un poco en el asiento. - lo siento mucho por ella, pero no se...no entiendo, porque tenemos que hablar, entonces. - metí un mechón de pelo rebelde detrás de mi oreja.

- Porque estuve todo el día pensando...

- le interrumpí. - No me digas que...

- Ella tampoco me dejó terminar. - No, no gorda. Quiero seguir con esto, quiero intentarlo. - decía mientras ponía sus manos por detrás de mi cuello. - Solo que necesito tiempo, necesito pensar....yo la quiero mucho, y verla así me destrozó por dentro, me hizo plantearme muchas cosas...

- Te entiendo, Vane. - sonreí un poco, en muestra de apoyo. - Eres tan buena, que a veces pienso que no te merezco... - acaricié un poco sus mejillas.

- No digas tonterías, gor. Y, gracias, de verdad. Haces todo más fácil. - dejó un pequeño beso en mis labios. - Así que, he pensado mucho, y lo he consultado con Ana, también. Me voy a ir unos días a Málaga.

- ¿A Málaga?

- Si, necesito el mar, mi gente, mis perros. - la entendía tan bien. - No se... - su mirada decayó hasta nuestros pies.

- Vale. Me jode, y te voy a echar mucho de menos, pero si necesitas tiempo... - dije en un susurro.

- Malú, no te hagas ideas en la cabeza, que nos conocemos. - ambas reímos. - Estoy segura de toda esta locura, tan bonita que estamos viviendo, pero necesito pisar fuerte y soñar en mi casa, con mi gente. - sus manos ahora se enredaron en mi pelo.

- Te quiero tanto. - dije, y coloqué mi cabeza en su hombro. Para mi, ella era mi pisar fuerte, mi casa. - Solo te pido que no me dejes sola mucho tiempo, ¿vale? - puse voz de bebé.

- Eres tontita, amor. - acarició mis labios como solo ella sabía. - Yo también te quiero, pero muchísimo más. Tu no lo dudes. - unió sus manos a las mías, y acarició cada parte de ellas. - Ahora, ¿me acompañas a hacer la maleta? - puso cara de perrito.

- Eres una vaga, amor. - moví la cabeza protestando.

- Pero adoras a esta vaga. - se acercó más a mi.

- Shi. - le di un pico rápido.

Y entonces, fuimos ordenando un poco, también, el lío que tenía en su habitación.

Mientras ella buscaba un par de prendas para la maleta, yo me probaba sus chaquetas. No estaba siendo de gran ayuda, pero es que adoraba su ropa, y sobre todo sus putas chaquetas; además, parece tener cientos de ella.

- Algún día te las voy a quitar todas... - grité.

- Pero si ya me las quitas, mentirosa. - se rió, y me abrazó por detrás.

- Sí, pero un día te las voy a robar... ya verás. - me giré y quedé a su altura.

- No me tienes que robar nada, yo te dejo todo lo mío. - sonrío orgullosa de lo que había dicho, y me besó.

- Eres muy moñas. - aún sus labios estaban pegados a los míos.

- Alguien lo tiene que ser en la relación. - me mordió el labio inferior. - Así que venga, a organizar el lío este que me has hecho, mientras yo voy a ducharme.

- ¿Podemos ducharnos juntas?

- No señora, tú organizas esto. - sonrío orgullosa.

- Jope.

Entonces, Cuando vi como su sombra abandonaba la habitación, me resigné y me dispuse a organizar, o algo parecido, aquel desastre. Pero no se porque me obligaba a mi, si su habitación ya era un desastre antes.

Pero, en fin, entre zapatos y chaquetas, encontré una pequeña caja escondida.

A primeras, le ignoré, pero como siempre he dicho, tengo un problema con las sorpresas, los regalos y todas esas cosas, porque necesito saber que hay dentro; y en esta ocasión sucedió igual. Así que la abrí poco a poco, rezando por favor a que Vanesa tardara un poco más.

Y si, la sorpresa me la llevé yo cuando observé todas nuestras fotos, de viajes, de nuestra casa, de nuestros perros, de alguna noche loca en Málaga, o de alguna pillada nuestra...toda y cada una de ellas, junto a cartas y regalos; nuestros regalos, en aquel lugar, escondido de todo.

Mi cabeza no sabía que pensar...

Pero yo no podía solo suponer que más había ahí, así que cuando cogí la primera carta que encontré, el corazón me dio un vuelco. Era de aquel 6 de abril...y me sentí pequeña cuando comencé a leer sus líneas. Mi corazón se fue destruyendo ante sus sentimientos, ante lo mal que lo había pasado, ante sus miedos, y todas esas veces que intentó olvidarme en brazos de Inma. Me sentía mal, y ahora comprendía porque siempre me decían que había sufrido mucho, que la había dejado caer, y no había estado ahí, a su lado, para levantarla; que confiara más en ambas, y que dejara de ocultarme por lo que los demás decían.

Y sobre todo, entendía porque le había afectado tanto lo de Inma esta mañana.

Y entonces, fue cuando una duda llegó a mi. ¿Le hacía bien? ¿Iba a ser más que lágrimas, alguna vez para ella? ¿Merecíamos la pena?

Aprender a (sobre)vivir Donde viven las historias. Descúbrelo ahora