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Narra Vanesa

Para que mentir, había echado de menos cada parte suya; la derecha y la izquierda, cada segundo que había dedicado a acariciarla y hacerla mía una y otra vez. La había echado de menos a toda ella. Y la quería, pero es que a veces no tenemos en la vida todo lo que queremos.

La situación volvía a superarnos, no éramos conscientes de lo que estaba pasando. Lo deseábamos si; pero nada más. Ninguna de las dos estaba dispuesta a dejar todo por esto. Yo no podía; y ella quería seguir viviendo en su burbuja.

- Para... - sus manos se metían entre mis vaqueros. - Malú, por favor. - las agarré y la miré. - No puede ser.

- ¿No puede ser, o no quieres que sea? - Por primera vez vi tristeza en sus ojitos.

- No quiero terminar siendo en tu vida solo un polvo. No puedo.

- Nunca serás eso para mi. - se volvió a acercar a mis labios.

- Para ahí... - mis manos fueron hasta sus mejillas para sostenerlas, pero se desviaron y acariciaron su rostro, ya conocido. - Sabes de sobra que mañana será todo igual. - dije con la voz en un hilo. Porque sí, siempre sería así. Nos empeñábamos en vivir un mundo de fantasía a ratos.

- ¿Y que más da? - sus manos comenzaron a colocarse en mi cintura. - ¿Tú no eras la que le gustaba vivir en el aquí y ahora? - y terminaron acariciando mi espalda.

- Pero aquí no. - mordí su cuello, y adoré la sensación de saber que su cuerpo seguía siendo tan mío como siempre. Seguía siendo mi perdición.

- ¿Qué tiene de malo? - me robó un beso, que al final terminó por la absorción de mi labio inferior.

- Qué estamos en casa de nuestra amiga - la besé- y que puede llegar alguien. - mis manos se colaron por sus hombros. - y nos pueden ver. - agarré con fuerza su cuerpo y lo convertí en uno, junto al mío.

Nuestros besos eran mucho más que eso; eran ganas comprimidas, deseo, lujuría, y sobre todo; amor, ese amor escondido entre las bambalinas de nuestros camerinos, nuestra casa o cualquier hotel. Amor del bueno, de nosotras. Pero también ese amor que por mucho bien que le haga bien a tu vida, no es suficiente.

- Aquí no, ya te lo dije... - expresé a pesar de no querer que sus labios se separaran de los suyos.

Mi cuerpo se disfuminó en el largo pasillo hacia el salón, y sí la reté. Reté cada parte de si, y también lo hice conmigo, quería saber que tan mía quería volverse a competir.

- Te odio, Martín. - escuché su voz en la puerta, lo que hizo que mi cuerpo sonriera victoriosamente.

Aquella noche podía pasar cualquier cosa; o Simplemente nada.

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¡Feliz Navidad a todos!

Perdonad que sea tan corto, pero espero publicar prontito.

Gracias por el apoyo

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