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Narra Malú

- Buenos días, amor. - me despertó Vanesa, mientras sentía como algo acariciaba mis mejillas, algo demasiado placentero en el momento; como las últimas horas a su lado.

Al final, había sido valiente, había dejado atrás los fantasmas que invadían mi mente y había luchado por lo nuestro; justo como se lo había prometido aquella noche en mi casa, como nos lo merecíamos. Y todo, sinceramente era porque ella es la cosa más bonita de mi vida.

Siempre lo había sido, pero por fin decidir por ella a pesar de todo, y contra todo, me hacía darme cuenta lo mucho que habíamos perdido. Porque el amor no entiende de tonterías; está para gritarlo a los cuatro vientos, para postearlo, llorarlo, cantarlo...

- Buenos días... - sonreí, al notar que lo que la acompañaba era una rosa blanca. Era mi favorita, y ella lo sabía. - Mmm... - me levanté un poco, y le dejé un suave beso en los labios. - Los mejores 'Buenos días' son los tuyos, sin duda.

- Ya lo sé. - sonrió en mis labios, y volví a morir de amor.

- Siento decirte Vanesa Martín Mata, que quiero acostumbrarme a despertarme así todos los días. - me acomodé un poco, y coloqué la Rosa en la mesilla de noche.

- Por mi más que perfecto... - acarició mis mejillas. - Es de las cosas que más adoro. - juntó su frente con la mía. - Aún no creo que estemos así. - suspiró.

- Pues hazlo, porque no pienso irme. Nunca más.

- En teoría la que se fue fui yo... - rió.

- Eres tonta. - Yo también lo hice, no me pude negar al contagio de su risa en mi mundo.

- Cómo tu, así igual.... - volvió a succionar mis labios después de aquella frase.

Y sí, a otra cosa que me quería volver a acostumbrar eran a sus labios, a la suave caricia en mi piel y al tacto, a esa mezcla de ella y de mi en susurros, a lo que somos capaces de decir con ellos, y de lo que ocultamos. Al todo y la nada; pero de sus labios.

- Aunque, - continuó. - me encantaría pasar el día así; tenemos que levantarnos. - sin embargo, sus manos y sus labios continuaban un recorrido exquisito por mi piel. - Tu suegra nos ha invitado a comer.

Me detuve y la miré, mientras me separaba de su lado.

- ¿Mi suegra? Que yo sepa, señorita, usted y yo aún no somos nada, no me lo ha propuesto. - dije con total altanería y picardía.

- Bueno, pues un malentendido será. De todas formas, Toñi nos mata si no nos vestimos ya, y vamos a comer.

- Touché. - le di un último pico, y me levanté Muy a mi pesar. Caminé hasta al baño, y me coloqué frente al espejo; llevaba una cara espantosa. - Oye, ¿y sabe que estamos juntas?

- No, - Vanesa me siguió, y se colocó de espaldas, mientras nuestros ojos se intercalaban por el espejo. - Ni sabe que estás aquí. En teoría me invitó a mi, porque casi no voy por allá.

- No lo dudo... - la interrumpí, y ella me sacó la lengua. -

- continuó. - Pero le he dicho que llevo acompañante. Aunque hay que destacar, que según tú, aún no estamos juntas, señorita. - me abrazó por la espalda. - ¿Por?

- Por nada, saber.

- ¿Segura?

- Sí. - suspiré. - Bueno, no. - me giré, y quedamos frente a frente. - ¿Qué pensará de que tengamos algo de nuevo, después de todo? - pregunté insegura.

- Pues no se, seguro que se alegra. - Ella me sonrió comprensiva.

- ESO espero. - me mordí el lado interior del labio.

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